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DOCUMENTOS

“Que el hombre vuelva al sentido religioso”

Julián Carrón
21/10/2014 - Publicado en ABC el 20 de octubre de 2014

«Un mundo en tan rápida transformación requiere de los cristianos que estén disponibles para buscar formas o modos para comunicar con un lenguaje comprensible la novedad perenne del cristianismo». Estas palabras del papa Francisco describen la actitud del entonces arzobispo Montini nada más llegar a la diócesis de Milán: una profunda atención a la situación del hombre, consciente de que «el hombre moderno está perdiendo el sentido religioso», y de que «se necesita una rehabilitación racional del sentido religioso» (1957) para que la fe sea una respuesta pertinente a las exigencias de la vida. En esos mismos años, don Giussani había percibido en los jóvenes que acudían al liceo este abandono de una religiosidad auténtica, y por ello escribió, en la estela de Montini, El sentido religioso (1957), para mostrar la razonabilidad de la fe ante los desafíos de la cultura laicista de la época.

En su primera encíclica, la Ecclesiam Suam (1964), Pablo VI describirá cómo llevar a cabo esta tarea: «Si la Iglesia logra una conciencia cada vez más clara de sí», puede «escuchar la voz, más aún, el corazón del hombre, comprenderlo y respetarlo en la medida de lo posible y, donde lo merezca, secundarlo. (…) Nuestro diálogo no puede conllevar una debilidad en relación al compromiso con nuestra fe». Provocado por estas palabras, don Giussani escribirá pocos meses después que «el diálogo implica una apertura hacia el otro, pero implica también una madurez del yo, una conciencia crítica de lo que soy».

Don Giussani compartía con Pablo VI la percepción del desafío que representaba para la Iglesia la situación del hombre contemporáneo, en «un mundo que se está transformando enteramente, en el que tantas verdades son o completamente negadas o puestas en discusión», y compartía también el punto desde el que volver a partir. Durante lo que Benedicto XVI definió como una «ruptura histórica», el 68, la respuesta fue común. A don Giussani le gustaba repetir la frase del Papa que, ante este derrumbe, respondía con la humilde certeza de una Presencia que es fuente de humanidad verdadera y de esperanza: «¿Dónde está el “Pueblo de Dios” del que tanto se ha hablado y todavía se habla? ¿Dónde está esa entidad étnica “sui generis”? ¿Cómo se caracteriza? ¿Cómo ejerce su misión ideal y tonificante de la sociedad, en la cual está inmerso? Bien sabemos que el pueblo de Dios tiene ahora, históricamente, un nombre que a todos nos resulta familiar: es la Iglesia».

En la Evangelii Nuntiandi (1975) subraya el método de la misión como el único adecuado para responder a las preguntas del hombre: «La Buena Nueva debe ser proclamada en primer lugar, mediante el testimonio» de los cristianos, que «hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera?». Es asombrosa la sintonía con el papa Francisco: «La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción».

Don Giussani siempre recordó con gratitud la lealtad humana y la guía luminosa, primero del arzobispo Montini y después de Pablo VI, ante el bien que veía suceder en la Iglesia, permitiendo, por ejemplo, el comienzo de su iniciativa educativa entre los jóvenes de Milán, y más tarde acompañando el desarrollo del movimiento, hasta las palabras que Pablo VI pronunció el 23 de marzo de 1975: «Ánimo, este es el camino», invitándole a seguir adelante, como ya había hecho a mediados de los años 50.

Por todo ello, ¿cómo no sentir un agradecimiento total hacia nuestra Madre la Iglesia, que reconoce la grandeza del testimonio que dio Pablo VI de Cristo, el Único que se toma completamente en serio nuestra humanidad?


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Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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