Queridos amigos,
El viernes 11 de octubre tuve la gracia de ser recibido en audiencia privada por el papa Francisco. He experimentado en persona lo que desde hace meses vemos cada vez que aparece en público: su extrema familiaridad a la hora de entrar en relación con cada uno, incluso cuando se encuentra rodeado de una gran multitud.
He tenido la ocasión de contarle el camino que hemos hecho en estos años, desde que murió don Giussani. He subrayado que todo nuestro empeño ha estado y está en función de la personalización de la fe como única condición para poder vivir en la realidad cotidiana esa novedad de vida que nos ha fascinado.
Ante estas palabras, el Papa se ha referido enseguida a la que constituye su preocupación fundamental: que cada hombre, sea cual sea la situación en la que se encuentre, pueda ser alcanzado por el anuncio cristiano, por la misericordia y la ternura de Cristo. Por eso ha insistido en la necesidad del testimonio, es decir, en la necesidad de salir al encuentro de los demás frente a la tentación de cerrarse en posiciones defensivas, incapaces de responder a la urgencia de la transmisión de la fe, observando que no será la pura “restauración” de formas del pasado lo que vuelva actual el cristianismo para el hombre de hoy.
Me ha llenado de asombro leer esta semana, en el discurso a la plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, algunas de las preocupaciones del Papa que surgieron en el diálogo que mantuvimos y que quisiera compartir con vosotros.
1) Ante todo, el papa Francisco nos llama la atención a todos sobre el hecho de que «nueva evangelización» significa «despertar en el corazón y en la mente de nuestros coetáneos la vida de la fe. La fe es un don de Dios, pero es importante que los cristianos mostremos que vivimos la fe de un modo concreto, a través del amor, la concordia, la alegría, el sufrimiento, porque esto suscita preguntas, como sucedía al comienzo de la vida de la Iglesia: ¿por qué viven así? ¿Qué es lo que les impulsa? Son interrogantes que llevan al corazón de la evangelización, que es el testimonio de la fe y de la caridad. Lo que necesitamos, especialmente en estos tiempos, son testigos creíbles que con su vida y también con sus palabras hagan visible el Evangelio, despierten la atracción por Jesucristo, por la belleza de Dios… Hacen falta cristianos que hagan visible a los hombres de hoy la misericordia de Dios, su ternura por cada criatura».
2) Pasa, a continuación, al segundo aspecto: «El encuentro, salir al encuentro de los demás. La nueva evangelización es un movimiento renovado hacia los que han perdido la fe y el sentido profundo de la vida. Este dinamismo forma parte de la gran misión de Cristo de traer la vida al mundo, de traer el amor del Padre a la humanidad. El Hijo de Dios “salió” de su condición divina y vino a nuestro encuentro. La Iglesia está dentro de este movimiento, cada cristiano está llamado a salir al encuentro de los demás, a dialogar con los que no piensan como nosotros, con los que tienen otra fe o no tienen ninguna. Salir al encuentro de todos, porque todos tenemos en común que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Podemos salir al encuentro de todos, sin miedo y sin renunciar a nuestra pertenencia».
3) Finalmente, ha invitado a reconocer que «sin embargo, en la Iglesia no se deja todo esto a la casualidad, a la improvisación. Exige el compromiso común con un proyecto pastoral que llame la atención sobre lo esencial y que esté bien centrado en lo esencial, es decir, en Jesucristo. No hay que perderse en cosas secundarias o superfluas, sino concentrarse en la realidad fundamental, que es el encuentro con Cristo, con su misericordia, con su amor, y amar a los hermanos como Él nos ha amado», un amor que «nos empuja a recorrer caminos nuevos, con valentía, sin fosilizarnos. Podríamos preguntarnos: ¿cómo es la pastoral de nuestras diócesis y parroquias? ¿Hace visible lo esencial, es decir, a Jesucristo?».
Os ruego que acojáis como dirigida a nosotros – especialmente a nosotros, que hemos nacido sólo para esto, como testimonia toda la vida de don Giussani – la pregunta del papa Francisco: cada uno de nosotros, cada comunidad de nuestro movimiento, «¿hace visible lo esencial, es decir, a Jesucristo?».
El papa Francisco me confesó que había conocido el movimiento en Buenos Aires a comienzos de los años noventa, y que este descubrimiento supuso para él «aire fresco». Y esto le llevó a leer con frecuencia los textos de don Giussani, porque encontraba en él lo que necesitaba para su vida cristiana. ¡Imaginad qué conmoción escuchar decir estas cosas al que hoy es Obispo de Roma!
El Papa nos anima a vivir personalmente, en la comunión entre nosotros, la naturaleza de nuestro carisma, porque un movimiento como el nuestro está llamado a responder a las urgencias de este momento de la vida de la Iglesia y del mundo.
De la cercanía y familiaridad del papa Francisco nace para mí y para todos nosotros, amigos, una nueva responsabilidad ante Dios y ante la Iglesia.
Después de haberle proporcionado algunos datos sobre nuestra realidad, por ejemplo sobre la presencia en la universidad, en la escuela y en los distintos ámbitos de vida y de trabajo, sobre la gran cantidad de iniciativas que tratan de responder con gestos de caridad a las necesidades con las que nos topamos, sobre la gracia de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en sus distintas formas, nos despedimos, no sin que antes me pidiera que rezara por él.
Es obvio que esta invitación se dirigía a mí y a todo el movimiento. Por eso, os pido que os toméis en serio su petición, por medio del ofrecimiento y de la oración de todos los días por el papa Francisco, para que Dios siga dándole la gracia necesaria para guiar a Su Iglesia.
Y para cada uno de nosotros, pidamos al Señor la sencillez de ceder constantemente a Su voz, que nos ha alcanzado a través del acento único de nuestro querido don Giussani y que sigue llamándonos con la intensidad del papa Francisco.
Un abrazo lleno de afecto a cada uno de vosotros,
Julián Carrón
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