Queridos amigos:
El próximo martes, 12 de marzo, los Cardenales entran en conclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI en la sede de Pedro.
Nosotros no podemos vivir estos momentos como meros espectadores, más o menos informados (o desinformados) por los canales habituales que en estos días juegan a las quinielas aplicando esquemas viejos a una realidad nueva.
Nosotros estamos llamados a ser protagonistas en estos días. Para ello, bastaría con que hiciéramos memoria del don que han supuesto en nuestras vidas y en nuestra historia los dos últimos Papas, por mencionar sólo los dos de memoria más reciente.
¿Quién podía esperar de aquel cardenal polaco, de nombre impronunciable, todo aquello que vino después? ¿Y quién podía esperar del etiquetado Ratzinger la gracia inmensa que el mundo ha reconocido en estos días?
Esta memoria, que se convierte en agradecimiento a Cristo que nos acompaña con ternura y decisión en la persona del Papa, nos empuja ahora a pedir al Espíritu Santo un don del que nos reconocemos mendigos: un Pontífice que confirme nuestra fe.
La creatividad del Espíritu Santo es, afortunadamente, mucho más grande que la nuestra. Por eso podemos confiarnos a la petición como el recurso más incisivo en estos días; porque necesitamos ser sostenidos en la fe, mendigamos que los cardenales reconozcan a aquel que el Señor quiere darnos como caridad para nuestras vidas.
Por todo ello, os propongo que ofrezcáis, entre amigos, en familia, en grupos de fraternidad o Escuelas de Comunidad, momentos de oración y petición por el cónclave (el rezo del rosario, la santa misa, etc.). Estamos demasiado necesitados como para vivir estos días únicamente como espectadores. Pidamos también por Benedicto XVI: el amor a Cristo presente que ha trasparentado su gesto de renuncia nos hace más conscientes de que Él guía la historia. Y nos hace protagonistas de la misma.
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