En el Angelus del 15 de junio el Papa Francisco anunció su visita a Albania. ¡Qué alegría para nuestro pueblo! Sorprendidos y agradecidos, inmediatamente el tema entró en las conversaciones cotidianas, en casa, en el trabajo, en la universidad, con amigos y con gente atea y de otras confesiones religiosas que, planteando un montón de preguntas, mostraban no solo su interés por la visita sino también respeto y simpatía hacia el Papa. Todos los canales de televisión nos informan diariamente del histórico viaje a esta “periferia” de Europa.
El nuestro es un país de tres millones de habitantes, donde el 70 por ciento son de religión musulmana, el 20% ortodoxos y el 10% católicos. A pesar de esta complicada composición, como también observó el Papa, el pueblo albanés es hoy un pequeño modelo de convivencia. Hay muchos pueblos en Albania donde católicos y musulmanes viven serenamente. La llegada de Francisco, además de alegría, ha suscitado mucha curiosidad. Pienso en la madre de un amigo mío, musulmana de tradición pero no practicante, que me ha llamado para preguntarme la hora del «encuentro» con el Papa en la plaza (se refería a la misa). O una compañera de trabajo, Nilsa, ortodoxa, que todas las mañanas me informa sobre cómo van los preparativos y la organización de la llegada del Papa. El entusiasmo que veo en sus ojos a veces me da un poco de envidia. La gente desea participar en algún momento de la visita, poder estar en el mismo sitio que Francisco aunque solo sea un instante. Solina, una compañera de la universidad, ha reservado dos sitios: uno para ella y otro para su novio. Ambos son musulmanes, pero quieren estar igualmente: «Es un Papa sencillo que abraza a todos», dicen. Una afirmación muy parecida a otra de la Madre Teresa: «Cristo abraza a todos». El hecho de que la misa se celebre en Tirana, precisamente en la plaza que lleva el nombre de la Madre Teresa, no es del todo casual.
Es la plaza que recuerda quién es, junto a los mártires del catolicismo albanés, la mayor santa de nuestro país: una mujer que, con su fe, dio testimonio vivo de Cristo a su pueblo y al mundo entero. En la misa estarán todos: cardenales, obispos, consagrados, autoridades políticas y civiles, gente común. Todos llevaremos pancartas blancas y azules, los colores del hábito de la Madre Teresa y sus hermanas, símbolo de su presencia. En la plaza también se expondrán imágenes de los mártires asesinados durante el régimen comunista, que durante casi cincuenta años profesó el ateísmo sistemático. La Iglesia les ha reconocido como siervos de Dios y el proceso de beatificación aún está en curso. Son rostros alegres y valientes, su imponencia nos dice que están con nosotros y, como afirma Gjergji Meta, joven sacerdote albanés: «Los dictadores y la dictadura mueren, los mártires no».
En la galería artística y en el museo nacional se han instalado exposiciones sobre el catolicismo durante el periodo comunista. En algunas diócesis albanesas, y sobre todo en Tirana, gracias también a la ayuda del Ministerio de Cultura, se han organizado conciertos de música clásica de los más grandes compositores. Es un signo de acogida para el Papa Francisco, que viene a animar a nuestro pueblo. Un pueblo que ha sufrido mucho a causa de un régimen cruel, cuyo objetivo era la creación del hombre “nuevo”. “Nuevo”, pero sin conciencia ni libertad.
Ya se palpa la atmósfera de fiesta. Basta dar un paseo por el centro, donde la gente, por la noche pasea por la arteria central de la capital y se para a mirar las fotos de los mártires y los manifiesto son la foto del Papa donde se leen cosas como: «Vengo a animar a un pueblo que ha sufrido mucho», «En el corazón de todo hombre está presente el deseo de felicidad», «Un espíritu auténtico vence al egoísmo».
La llegada de Francisco a una “periferia” de Europa no es en absoluto banal, es más, provoca grandes interrogantes en el corazón de cada uno de nosotros. Hoy, caminando por las calles de nuestro país, se percibe mucha confusión, pero también una gran espera. Una espera de unidad que despierta el deseo de compartirlo con todos, independientemente de sus creencias, porque como decía Dante: «Cada uno intuye confusamente un bien / en el cual se aquieta el ánimo, y lo desea: / por ello, cada uno lucha por alcanzarlo». La visita del Papa es una provocación para todos, no solo para los cristianos, todos tenemos un corazón, todos tenemos un gran deseo de felicidad.
Todo lo que vemos estos días son signos que están generando aún más unidad y más amistad, entre los de la comunidad del movimiento en particular, pero también con otros muchos amigos. Con personas que encontramos todos los días: en clase, en el trabajo, en el mercado, en la familia, en todas partes. Sucede casi de forma natural, como una noche cuando iba paseando con Elda, Arti y Reni, y nos paramos para mirar los trabajos de construcción del escenario donde el Papa celebrará la misa. Nos paramos, saludamos a los obreros y rezamos una oración de agradecimiento por el don de la visita del Papa a Albania. Es un don y es la ocasión de verificar y profundizar en nuestra historia, en nuestro presente y en aquello que hace de la vida, vida.
Bardha, Tirana
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