En el primer fin de semana de junio se celebró en Minsk, Bielorrusia, la tercera edición del Festival Pamiežža, titulado “Tierra de frontera”. Lo ha organizado un grupo de amigos bielorrusos de CL junto a otros de la llamada “comunidad volante”, un grupo de católicos y ortodoxos que viven juntos la experiencia del movimiento en Rusia, Ucrania e Italia a partir de una amistad con Aleksander Filonenko. Una amistad que se ha convertido en punto central de este festival y que ayuda a identificar cuál es la naturaleza del movimiento en la Iglesia.
La mañana del sábado, invitados de varios países se dieron cita en el estudio del poeta Dimitri Strotsev, el responsable del Festival. Después de los saludos y de los abrazos iniciales, vieron juntos una pequeña exposición de la pintora Ksisha Angelova, iconógrafa que ha pintado varios interiores de iglesias, aunque a veces el deseo de dibujar la lleva a trabajar también sobre papel. Esos dibujos que pudimos ver en la muestra representaban sujetos muy sencillos: un perro, el retrato de un abuelo, ilustraciones de un relato… pero en ellos se podían percibir con claridad las líneas y la luz propias de los iconos.
Después de una breve visita al centro de Minsk, los invitados se dirigieron al Centro culturale Tsekh, una antigua fábrica donde se celebró Pamiežža. Algunos estaban allí por primera vez, como Jana, de Novosibirsk, que tuvo que recorrer cuatro mil kilómetros. Un centenar de personas se dieron cita para seguir la lección de Tatiana Kasatkina, filóloga de Moscú. Un encuentro que nació de un diálogo que ella tuvo con Ania, la esposa de Strotsev, a propósito del cineasta Lars Von Trier, a quien Kasatkina estima tanto como a Fiodor Dostoyevskij porque considera que ambos hablan de Cristo, pero con un lenguaje fuerte e insólito. ¿Qué supone, por ejemplo, Dogville, de Von Trier, la posibilidad de ver de un modo nuevo el Evangelio, o una mera caricatura? El debate es acalorado, no hay acuerdo en un solo punto. Al terminar la lección, Ania comenta: «No me has convencido. Todas tus explicaciones confirman mi punto de vista». De repente, ambas rompen a reír y van a tomar juntas un café, donde seguirán hablando de Dogville…
Por la noche se proyectó el estreno del documental Gratitud. Lo presentan su creador, Strotsev, y el director Maksim Jakubson, de San Petersburgo. La película describe realidades de la Europa occidental que ayudaron a los cristianos y a los disidentes de la Unión Soviética, una labor muy olvidada actualmente. Durante la realización del film se les hizo evidente que no solo era la historia de una serie de organizaciones sino de comunidades reales, muchas de las cuales crecieron en el seno de movimientos eclesiales, católicos y ortodoxos. Uno de los protagonistas del documental es el padre Romano Scalfi, fundador de Rusia Cristiana, al que entrevistaron dos meses antes de su muerte. Cuando Giovanna Parravicini, su colaboradora, aparece contando cómo fue el último día del padre Scalfi, muchos no pudieron contener las lágrimas.
El día siguiente era Pentecostés, y este año la fiesta coincidía en los calendarios occidental y oriental. La jornada comenzó de manera sorprendente. Solo un par de días antes, los organizadores supieron que la liturgia la celebraría el metropolita de Minsk, Filaret, un famoso teólogo, amigo del metropolita Antoni de Surož, que participó en el Meeting de Rímini en 2010. Es obispo desde hace más de sesenta años, y hasta 2013 fue el responsable de la Iglesia ortodoxa en Bielorrusia. Ahora está retirado y, debido a su estado de salud, rara vez celebra en público. Al terminar la liturgia, tras una breve predicación, salió lentamente de la iglesia, bendiciendo a los fieles. Al acercarse a su amigo de toda la vida Aleksander Filonenko, sonriendo, lo bendijo con un afectuoso golpecito en la frente, en medio de una carcajada general. Más tarde, los participantes del Festival se enteraron de que Filaret quería verse con una decena de ellos. Pero en la puerta no había nadie contando, así que al final se dieron cita en el estudio unas treinta personas. Filonenko se las fue presentando una por una y luego le dijo: «Excelencia, el metropolita Antoni de Surož fue quien nos juntó, y hoy estamos en Minsk para agradecer los regalos recibidos». A lo que el metropolita respondió: «Recordaré vuestra visita durante muchos años». Luego sonrió y dijo: «Podéis marcharos». Sonaba como una bendición.
Después de comer, el Festival continuó. Filonenko presentó una nueva exposición sobre don Giussani titulada “Tú eres mi mar”. «Estos son días eucarísticos, días de gratitud. Hace unos años, me encontraba en Minsk en una conferencia organizada por el metropolita Filaret. Estaba también Giovanna Parravicini, que me invitó a participar en el Meeting. Yo fui a Rímini y hablé de poesía, inspirándome en las palabras del metropolita Antoni de Surož. Después del encuentro, se me acercó un anciano y me dijo que no había entendido bien a Giussani. Pero yo entonces no sabía quién era Giussani». A partir de este curioso encuentro de Filonenko con CL nació la “comunidad volante”, y esta exposición habla de Giussani a través de la experiencia de esta comunidad. La vida del sacerdote se entrelaza con testimonios de esta nueva compañía de católicos y ortodoxos repartida por Bielorrusia, Italia, Rusia y Ucrania.
Esta novedad no es fruto de la casualidad. El acto final del Festival estuvo dedicado a los movimientos en la Iglesia. Intervinieron Elena Mazzola, representante de CL, y Kirill Sologub, de París, actual responsable del movimiento estudiantil cristiano ruso, que nació en 1923 entre ortodoxos que habían emigrado de Rusia y vivían exiliados en Europa occidental después de la revolución. Tras haberlo perdido todo, esta gente volvió a descubrir la Iglesia por lo que era y en ella volvieron a ganarlo todo. Decía Kirill: «Hoy es Pentecostés. Nosotros siempre llamamos al encuentro de 1923, en el que nació nuestro movimiento, el “Pentecostés de Pšerov”». Una realidad que, aun siendo pequeña, renovó el espíritu de toda la ortodoxia. Justo en este ambiente creció el metropolita Antoni de Surož, sin el cual no existiría esta “comunidad volante”.
«Es imposible “cerrar” un encuentro como este», concluyó Filonenko. «En estos momentos, algo se desvela, suceden cosas misteriosas». Entonces Strotsev comentó: «Hemos encontrado un espacio en nuestra tierra de frontera donde no peleamos ni buscamos la confirmación de alguien que nos dé la razón, sino que nos encontramos de verdad». Y Sologub añadió: «Me doy cuenta de que aquí hay algo vivo, y espero que esto sea solo el principio».
Andrei Strotsev, Minsk
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