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VENEZUELA

David sigue venciendo a Goliat…

Alejandro Marius
21/02/2017 - La belleza desarmada de una persona, de una pertenencia y de una obra. El testimonio de Alejandro Marius en la última edición del New York Encounter.

Vivo en Venezuela desde 1978. Cuando tenía 6 años mis padres tuvieron que salir de Uruguay a causa de la dictadura militar, porque mi padre era un dirigente sindical. Así que de mis 45 años, 39 los llevo viviendo en Venezuela, por lo cual soy más venezolano que otra cosa.
Este año cumplo 20 años de casado con Alexandra y tengo 4 hijas: Sophia y Chiara que son gemelas de 17 años, Isabel de 13 y Elena de 9. Estudié Ingeniería electrónica y luego me especialicé en Telecom y Sistemas de Información. Trabajé en varias empresas trasnacionales hasta que un día descubrí mi vocación profesional.
Pero antes de contarles cómo pasó eso, quiero hablarles de mi país: Venezuela.

La realidad venezolana
Venezuela es un país maravilloso ubicado al norte de Sudamérica. Mide 916.000 kilómetros cuadrados, lo cual es el 10% de toda la superficie de los Estados Unidos de América.
Somos solo 30 millones de personas ubicadas principalmente en las grandes ciudades, con lo cual se pueden imaginar la cantidad de tierra deshabitada que tenemos.
En ese pedazo de mundo, Dios nos ha bendecido con un clima tropical que es casi perfecto, en Caracas parece primavera todo el año.
En nuestro país hay una de las reservas minerales más importantes del planeta incluyendo petróleo, gas, aluminio, oro, uranio y mucho más.
Existen sabanas, desiertos, montañas nevadas, playas paradisíacas, selvas tropicales y amazónicas donde aún viven aborígenes, además de los fabulosos Teupyes de la Gran Sabana donde está el Salto Ángel que es la caída de agua más alta del mundo.

No quiero hacer de promotor de turismo, pero la verdad es que Venezuela es una tierra bellísima y quienes la conocen se quedan enamorados.
En Venezuela no solo hay mujeres entre las más bellas del mundo, sino que vivimos muchas personas que trabajamos con pasión y queremos ver a nuestro país en paz.
No pretendo explicar hoy por qué estamos viviendo la peor crisis de nuestra historia moderna, simplemente quiero dar algunos elementos de lo bello que es nuestro país, nuestra gente, y poder transmitirles todo el drama y a la vez el bien que encierra nuestra realidad.
Las malas noticias copan los titulares de los periódicos, por eso es necesario ver más allá para entender la realidad completa y descubrir cómo dentro de cada circunstancia, incluso adversa, puede florecer el bien.

Uno de los problemas que nos toca más de cerca en Venezuela es la violencia.
Caracas es la ciudad más peligrosa del mundo y en el Top Veinte hay 5 ciudades venezolanas; a partir del número 8, que ocupa Honduras, la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes baja a la mitad del país que lamentablemente ocupa el primer lugar.
Para establecer una comparación con Estados Unidos, nosotros tenemos un poco menos del 10% de la población que vive aquí, pero se cuentan el doble de homicidios al año.
Esto, junto a un marco jurídico inestable y a la falta de garantías constitucionales, nos califica como el país con el más alto nivel de riesgo político para hacer inversiones.

Otro problema es el económico. A nivel familiar, de mi entorno y de mis amigos, esto nos ha afectado de manera importante. Tengo una camioneta que compré en 2008, y el pasado mes de diciembre compré una batería por el mismo precio.
Con lo que hoy en día compramos un kilo de arroz en el mismo año de 2008 se podía comprar más de una tonelada y media del mismo producto.
Lógicamente los sueldos no han subido en la misma proporción. Por ejemplo, mi esposa es profesora en la Universidad Central de Venezuela, tiene post-grados y es investigadora. Se necesitarían 7 veces su sueldo para cubrir los gastos de comida de nuestra familia de 6 personas.
Y un salario mínimo mensual solo da para el pago de 5 días de la canasta básica familiar (es decir: comida, servicios y habitación).

Les hago ver esto porque choca radicalmente con la riqueza y la belleza de mi país, con todo el potencial que tiene.
Para poder tener acceso a los productos con precio regulado por el gobierno la gente debe hacer innumerables colas que comienzan incluso en la madrugada, antes de que abran los supermercados. A partir de eso se ha creado un negocio controlado por mafias que manejan los puestos en las colas para adquirir los productos de primera necesidad y luego los venden. De esa manera, y de acuerdo a estudios realizados por periodistas especializados en las fuentes, estas personas logran ganar en un solo día el equivalente a un salario mínimo. Lo que lo hace más rentable que incluso la venta de drogas.
Los productos que normalmente no conseguimos y tenemos que ser creativos para encontrar son por ejemplo: pasta, frijoles, leche, harina, arroz, café, azúcar, aceite, jabón, pasta dental, desodorante, toallas sanitarias, pañales y otros productos sanitarios.

Para terminar esta parte y no llenarles más la cabeza de datos, quisiera comentarles algo sobre un tema vital, una cuestión de vida o muerte. Todos en mi casa tenemos un tratamiento médico por alguna enfermedad; mi esposa tiene una condición de salud por la que requiere estar medicada constantemente, lo mismo yo. También nuestras hijas tienen alergias y necesitamos disponer de los primeros auxilios en casa. Hace unos meses una de mis hijas enfermó y es dramático ir a más de 3 farmacias y no encontrar el medicamento. En Venezuela la gente está muriendo por falta de un antibiótico para curar una infección o por no tener tratamiento para tratar un cáncer. El esposo de una amiga murió de un ataque el corazón mientras llevaba su taxi porque era hipertenso y no tomaba su medicina desde hacía tiempo.

La realidad como punto de partida y de llegada
Como les decía, Venezuela es un país rico pero con un pueblo pobre. En esas circunstancias, y no a pesar de ellas, fue como descubrí mi vocación laboral.
En 2007 yo trabajaba en una empresa trasnacional italiana (Pirelli) en el área de Telecom. Tenía la responsabilidad para la región de habla hispana desde México hasta Chile, el sueldo estaba bien, ganaba mis comisiones por ventas, me pagaban en euros, mi jefe estaba en Milán y mis resultados no dependían de la economía venezolana. Viajaba mucho fuera del país y con eso también podía traer a mi familia y amigos algunas cosas necesarias. Se podría decir que tenía un excelente trabajo (el que muchos desean hoy en mi país), había alcanzado el éxito profesional, estaba felizmente casado y ya con 4 hijas, porque la pequeña Elena nació justo en 2007.

Solo que viendo la realidad del país comencé a hacerme ciertas preguntas. Yo creo que la pregunta es uno de los instrumentos más poderosos que existen para conocerse uno mismo y conocer la realidad. Si hay alguien que tiene muchas respuestas y pocas preguntas, hay que tener cuidado. En nuestra tierra conocemos muchos de estos “gurús” o caudillos que son la respuesta a todo y al final generan, como poco, confusión.
Como les dije yo viajaba mucho (casi 20 veces al año), entonces las primeras preguntas eran un poco obvias: ¿Qué significa ser un esposo, padre, amigo y ciudadano ausente? ¿Es solamente el dinero y la estabilidad profesional lo que puede darle felicidad y bienestar a mi familia?

Gracias al padre Leonardo, un sacerdote y muy querido amigo que ahora vive en Argentina, la madre Cristiana (abadesa del monasterio benedictino trapense que se encuentra en Venezuela) y Alexandra (mi esposa), comencé a ver las cosas de otra manera. En mi experiencia siempre es necesario que alguien nos ayude a enfocar la realidad.
Un día Alexandra me dice: «cuando te involucras en una actividad social como la caritativa o ayudando a obras non-profit los ojos te brillan más que cuando concretas un negocio» (créanme que viviendo con 5 mujeres he aprendido que a veces tienen la razón y hay que escucharlas).
Con la madre Cristiana en el monasterio conocí la regla de San Benito y es como si los ojos se me abrieran. Ora et Labora sintetiza el valor de la persona y su relación con toda la realidad.
Fueron muchos los viajes al monasterio y las conversaciones con mis amigos para entender lo que Dios me llamaba a hacer como trabajo (en Venezuela), y creo que es un proceso que inicia y luego no termina nunca. Toda la vida es un diálogo entre la llamada de Dios y cómo nosotros respondemos.

Estaba el tema de tener un trabajo en Venezuela para estar más presente en mi familia y mi país. Tenía muchas oportunidades de ser gerente en empresas locales, pero frente a la realidad del país tenía la intuición de que mi deseo era mayor que esto.

Luego surgió algo importante también de mi historia personal. Mi papá fue dirigente sindical y además yo comencé a trabajar desde los 12 años. He hecho de todo, desde la construcción de la casa donde vivimos, pintar casas, hacer volanteo, vender cosas y dar clases desde joven, pero lo que más me educó fue el trabajo manual y dar clases.
Aunque de joven renegué de ello, trabajar me apasiona, me gusta trabajar y no puedo estar sin hacer nada.

Teniendo un diálogo con la madre Cristiana en el monasterio me pregunta: «pero Alejandro, ¿tú qué sabes hacer?». Y mi respuesta fue: «trabajar, yo sé trabajar y me gusta hacerlo bien».
Luego me dice: «viendo todo lo que pasa en el país, y la gente que se acostumbra al populismo y que le regalen las cosas, que se piensa solo en el dinero y el éxito, ¿por qué no enseñas a trabajar a la gente que no sabe?».
Entonces lo vi con más claridad y le dije: «¿sería como ser un monje pero fuera del monasterio y ya casado?», ella se rio y me miró con ternura.

El derrumbe del imperio romano fue una regresión de la civilización; algo así como si hoy dejara de existir internet, el celular, los aviones y se destruyera la ONU, fue un caos total. Frente a esa realidad bastó un solo hombre, San Benito, para recuperar la experiencia cristiana y darle un rostro nuevo a todo Occidente, y de ahí, al mundo entero. Por eso vi clara la importancia del trabajo y de enseñar a trabajar, el valor que tiene como necesidad humana que es y la posibilidad que supone tener a Dios como socio para generar un bien para la humanidad.

Así fue que comencé en 2007 a tratar de visualizar qué tipo de respuesta podía dar a esta necesidad. Porque todo emprendimiento debe dar respuesta directa o indirectamente a una necesidad concreta, ya sea de una persona o de muchas. En mi caso, era la necesidad de que las personas de mi país aprendieran a trabajar y le dieran un sentido al trabajo.

Por eso digo que la realidad es el punto de partida y el punto de llegada para emprender:
- Es el punto de partida porque allí es donde el deseo de tu corazón es provocado y verifica una hipótesis y la posibilidad de crear una obra concreta.
- Es punto de llegada porque con nuestro trabajo modificamos la realidad.

Fueron dos años hasta que en 2009 con un grupo de amigos fundamos la Asociación Trabajo y Persona, mientras seguía con mi trabajo en Pirelli hasta finales de ese año. Comencé a dedicarme por completo a la asociación en enero de 2010.
Es muy importante ser serio y responsable en la vida. No se puede dejar un trabajo y la responsabilidad con una familia solamente por una intuición, por eso fue un lento proceso de verificación, tratando de tomar en cuenta muchas variables. ¡Recuerden que nadie es perfecto y yo soy ingeniero!

Llegado el momento tuve que tomar la decisión cuando pude conseguir un primer proyecto y, luego de validarlo con mi esposa, pudiéramos pagar al menos los gastos de alimentación, educación de nuestras hijas, salud y casa.
Tomen en cuenta que profesionalmente fue un retroceso de 6 años porque tuve que hacer de Project Manager, secretaria, profesor, etc... de todo, y económicamente fue ganar menos de un tercio de mi sueldo anterior. Siempre en la vida se hace un sacrificio cuando se tiene claro por qué y para quién se hace.

El trabajo y la persona
Comencé así a los 39 años una aventura fascinante: Trabajo y Persona.
Al inicio hicimos una página web y materiales usando fotos de internet, porque no teníamos ningún proyecto realizado, nos apoyamos en el trabajo y experiencia de otra ONG donde yo colaboraba.

Lo que si tenía y tengo muy claro es que:
- la persona es relación con el infinito y no puede reducirse a un hecho biológico, ni contarse dentro de una estadística de un mercado sin rostro o un pueblo anónimo, manipulado por la ideología de quien tiene el poder.
- y el trabajo es una necesidad de todo ser humano, es la posibilidad de conocernos a nosotros mismos y, a la vez, colaborar en la construcción de una casa común mejor.

Yo no sé si a ustedes les ha pasado, pero yo aprendí mucho en mi casa porque mis padres me enseñaron sobre todo con su testimonio de vida. Luego vino la universidad y muchas veces me preguntan: ¿qué hace un ingeniero como emprendedor social?; y es que en la universidad aprendí a resolver problemas, solo que lo que tengo en frente en Venezuela es más complejo y tampoco tengo la pretensión de resolverlo yo.
Pero ha sido trabajando cuando comencé a descubrir aspectos que antes no había ni soñado.

Por eso Trabajo y Persona. A través del trabajo cada uno de nosotros podemos conocernos más, expresar quiénes somos y colaborar al bien común. Desde el que lava los platos en casa hasta el arquitecto. Nuestra misión es promover el valor del trabajo y la dignidad de la persona.

Viendo la realidad venezolana tenemos índices alarmantes de deserción en los estudios y de falta de puestos de trabajo. Según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello, en 2012 el 44% de los jóvenes no estudiaba ni trabajaba; y la situación va a peor. Además, en Venezuela el 25% de los partos son de niñas menores de 15 años de edad, por lo cual tanto los jóvenes como las mujeres son quienes tienen menos oportunidades de encontrar un empleo.
Si a eso le sumamos el cierre de muchas empresas, las probabilidades de conseguir un empleo formal y vivir dignamente son bastante bajas.
Viendo esa realidad nos dedicamos a ofrecer oportunidades de aprender oficios a jóvenes y mujeres, para que luego puedan comenzar su propia microempresa. Esta es una de las características innovadoras de Trabajo y Persona, porque nadie en Venezuela hacía eso.

¿Cómo lo hacemos?
Normalmente cuando se comienza una iniciativa hay que tener un plan y yo lo había hecho. De viajar a Italia muchas veces conocí las propuestas que hay allá y entonces trabajé para poder tener un centro de capacitación en oficios para jóvenes y mujeres. En especial la Piazza dei Mestieri en Turín, y me propuse trabajar con ellos y hacer un modelo tropical de la plaza manteniendo algunos oficios que también eran adecuados a nuestro mercado, como chocolate, peluquería, etc.
Hice alianzas con empresas para comenzar y justo cuando se iba a concretar a finales de 2010 cambiaron unas leyes y todas las empresas dejaron de apoyar el proyecto.

Así que luego de un año de trabajo tuve que repensar todo. Esto es muy útil que pase, porque normalmente las formas que nosotros pensamos en abstracto no son las más adecuadas.
¡Nuestro objetivo no era hacer un centro de capacitación! Esa era un medio, entonces tuvimos que retomar nuestra misión original: promover el valor del trabajo y la dignidad de la persona.
Así que comencé a recorrer Venezuela y descubrí que había muchas instituciones que hacían formación en oficios. Actualmente, tenemos una red de más de 19 centros de capacitación aliados con Trabajo y Persona en toda Venezuela. El problema que ellos tenían es que no hablaban el mismo idioma que las empresas y también estaban desconectadas de las universidades. Entonces comenzamos a construir poco a poco un tejido social trabajando con parroquias, centros de capacitación de los salesianos, con Fe y Alegría, nacida de la experiencia de los jesuitas, o incluso con iglesias evangélicas.

Frente a la crisis uno se puede escapar, ignorarla por un tiempo hasta que no puedes más, o buscar las oportunidades. Y para convertir los problemas en oportunidades es necesario partir de una hipótesis positiva sobre la realidad.
Para mí fue clave una frase del Papa Benedicto XVI en el año 2010, justo en nuestros inicios, y que es la misma que inspira el NY Encounter: «Es necesario que la inteligencia de la fe se convierta en inteligencia de la realidad» para tener incidencia en el mundo. Y eso es un proceso, un camino.
Aprendiendo de esa inteligencia de la realidad comenzamos a hacer propuestas innovadoras en formación de oficios y emprendimiento a nivel popular. Hemos formado en oficio y emprendimiento a más de 1.500 jóvenes y mujeres y 300 formadores de los centros de capacitación aliados en estos años para que aprendan nuestra metodología de enseñanza.

De esta manera generamos nuevos programas sociales orientados a educar a jóvenes y mujeres, como por ejemplo:
- Conduciendo tu futuro. Un programa que hacemos junto a Ford Motor Venezuela y una universidad local formando a muchachos en mecánica automotriz.
- Emprendedoras de la belleza. Trabajando con L´Oréal iniciamos un programa que ayuda a mujeres a aprender el oficio de la peluquería y emprender trabajando a domicilio o comenzar su pequeña peluquería.
- Emprendedores del mueble revolucionó el oficio, porque no es el tradicional carpintero, sino que junto a Masisa (la principal empresa que produce y vende madera) enseñamos a jóvenes a diseñar y ensamblar muebles.
- Emprendedoras del chocolate. Finalmente uno de nuestros programas más populares. Venezuela tiene el mejor cacao del mundo, pero estamos trabajando con la Cámara de Comercio Italiana en Venezuela, empresas de expertos artesanos del chocolate, grandes empresas y universidades para tener también muy buenos chocolates. Dios nos dio el cacao y con nuestro trabajo estamos intentando hacer un buen chocolate.

El año 2015 fue muy intenso y 2016, aún más.
Por un lado tomamos una decisión importante, porque si para nosotros el centro es la persona no nos da igual formar a 1.000 o 20.000 personas y mientras más creces es más difícil acompañar a cada uno personalmente. Entonces en la junta directiva tomamos la decisión de no crecer mucho, sino dedicarnos a acompañar a quienes ya habían hecho los cursos con nosotros. Entonces comenzamos a ayudarlos con los problemas que surgían de la misma realidad: conseguir materia prima, herramientas, mejorar las ventas, conseguir un crédito con el banco, participar en ferias y eventos. Y así hicimos. Siguiendo lo que Dios hace acontecer con toda la profesionalidad posible.
Incluso para poder mantener los programas ya hemos sacado en alianza con empresas reconocidas dos colecciones de chocolates –San Benito y San Juan– donde las emprendedoras van a hacer sus pasantías y las ganancias de las ventas sirven para pagarles sus gastos.

A pesar de ir un poco contra corriente, dos instituciones de renombre internacional han reconocido lo que estamos haciendo y nuestro método de trabajo. Ha sido el caso de Schwab Foundation del Foro Económico Mundial con el premio al Emprendedor Social del año 2015 y también de Ashoka, entrando en la red de emprendedores sociales más grande del mundo.

Edith, Glaidys, José, Nancy y las mujeres de Bailadores en los Andes
Nosotros tenemos un eslogan: Educamos protagonistas del bien común. Una de las cosas más sorprendentes es ver el cambio en las personas y cómo comienzan a ser protagonistas de sus vidas. Tenemos muchos ejemplos de eso pero quisiera contar solo algunos.
Edith es una madre soltera con un hijo con síndrome de Down, que vive a 2 horas de Caracas; acaba de terminar su curso de emprendimiento en peluquería y para hacer eso posible tenía que salir a las 5:00 am dos días a la semana y vendía café en la parada del autobús para poder pagarse su ticket de ida y vuelta. Se graduó sin faltar un día a clase y ahora trabaja en su ciudad como peluquera.

En el mismo curso estaba Glaidys. Ella es sorda y por primera vez una mujer sorda hacía un curso de emprendimiento en peluquería en Venezuela. Eso fue gracias a la alianza con la Confederación de sordos de Venezuela, que nos permitió tener un traductor en todas las clases.

José vive en la ciudad de Valencia, comenzó a trabajar a los 11 años y logró con mucho esfuerzo terminar la secundaria. Participó en el programa que tenemos con Ford, ahora creó su empresa, tiene cuenta bancaria, su propio taller mecánico, le dimos un crédito para comprar herramientas y contrató a dos compañeros de clase para trabajar con él. Una vez a la semana siguen estudiando para especializarse en mecánica de automóviles.

Tenemos alianzas con empresas que por la difícil situación del país dan beneficios a sus trabajadores o familias con herramientas para que mejoren su ingreso familiar, es así como preparamos a varias de nuestras egresadas como Emprendedoras del Chocolate y se han convertido en profesoras de chocolatería básica, dando talleres.

Otro ejemplo es Nancy, que el año pasado su tableta de chocolate llegó a París como una de las 10 mejores de un festival gracias a la alianza que tenemos con la Cámara de Comercio Francesa en Caracas. Además ganó el premio al emprendimiento del año por la federación empresarial venezolana.

Para terminar les cuento cómo mujeres del pequeño pueblo de Bailadores en los Andes venezolanos se graduaron en la universidad como emprendedoras del chocolate gracias a la alianza que tenemos entre la Arquidiócesis, la Universidad de los Andes, empresas locales de chocolate y un banco.

Conclusión
Esto pasa en la misma Venezuela de los números tan dramáticos del inicio, porque por más difícil que sea una situación, si partimos del valor que tiene todo lo que sucede, miramos la realidad a fondo y nos dejamos acompañar, podemos descubrir cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros.

Así, como ellos, hoy descubro cómo yo mismo y quienes trabajan conmigo hemos cambiado. Una experiencia de cambio de ese tipo es la que necesita el mundo, donde todo el dinero, la ideología o el poder no lograrán llegar, porque el corazón del hombre está hecho para lo verdadero y cuando lo reconoce quiere adherirse inevitablemente.

Para terminar quisiera decir que para mí el “trabajo de la vida” es justamente esto, reconocer y seguir el cambio que produce ese diálogo constante con Dios a través de las circunstancias concretas de la vida.

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Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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