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COLOMBIA

El rock es movimiento

20/01/2015 - Un testimonio escrito a tres manos sobre lo que ha supuesto preparar y exponer en Bogotá una exposición sobre el rock.

CATALINA (Bogotá). Dios se vale de todo, hasta de la nada que somos para hacer su obra. Nace en mí el deseo de hacer una muestra sobre el rock desde que supe de ella en el Meeting de Rímini. ¡Qué bello sería proponer esto a mis estudiantes! Pero es imposible. Un año después en el ARAL (Asamblea de Responsables de CL en América Latina), secundando este impulso, hablo con Francisco, en la fila de la comida. Le cuento mi vida, él me cuenta la suya, conmovidos. Resulta que él y sus amigos han hecho una adaptación propia de esta misma muestra en Venezuela. Fue increíble ver cómo Cristo respondía a mi deseo. Sin pretensión, comparto con mis amigos del grupo de Fraternidad lo que me ha ocurrido; empezamos a implicarnos y se suman a la iniciativa algunos de nuestros estudiantes. Surge entonces la posibilidad de exponer la muestra en la Universidad Javeriana. Así, la muestra del rock “nos puso en movimiento”. Pensamos en algún momento que sería bello traer a Francisco, pero era imposible, demasiado costoso. Unos días antes de la fecha fijada para la presentación de la muestra, Alejandro Marius viene a Colombia para Encuentros Villavicencio y, al contarle nuestro deseo “imposible”, nos ofrece su ayuda para que Francisco pueda llegar hasta la frontera en bus, para luego tomar avión… 24 horas de viaje, ¡es inaudito! ¡Francisco dice que sí! Luego de una aventura llena de vértigo y de milagros (se enferma y no sale a tiempo, era difícil que llegara físicamente, las cuentas no daban), llega hasta la meta y su presencia nos llena de estupor a cada instante. Habla de la muestra concretándola con su experiencia y su pasión. En la Javeriana hacemos experiencia del vértigo que da proponer nuestra experiencia a desconocidos. Lucho nos ayuda: «Ha valido la pena porque hemos crecido nosotros y si ha de alcanzar a uno, aunque sea uno, todo este esfuerzo tendrá sentido». Así sucede, pequeños encuentros. Un día llevé a Francisco a recorrer museos. Yo no quería ir, pero ver estas obras de arte (que ya había visto muchas veces) a través de sus ojos, fue para mí revivir el estupor de la primera vez. Es verdad que siempre necesitamos de “ojos llenos de cielo” para ver lo que tenemos enfrente. Era extraño, pero no podía dejar de sentirlo como mío, como alguien de mi casa a quien cuidar en los más mínimos detalles. Cristo hace posible lo imposible y se ha valido de nosotros para comunicar lo que vivimos de una manera desbordante.

FRANCISCO (Caracas). A finales de 2013, habíamos realizado en Venezuela una muestra titulada “El rock es movimiento: haz grandes preguntas, exige grandes respuestas”. Tomamos la idea de la exposición del Meeting de Rímini, a cargo de John Waters, y de nuestra pasión musical. El rock pone de manifiesto el recorrido del hombre que, impactado por la realidad, se llena de preguntas; así su vida se vuelve grito y búsqueda y, en algunos casos, petición y encuentro. Desde el momento en que me invitaron a viajar a Colombia, sentí la gran desproporción entre mis capacidades y la tarea que se me encomendaba. El viaje significaba alrededor de 24 horas de camino entre autobús, taxis y un avión, dudando si tenía algo particularmente interesante que decir… Solo estaba seguro de que me habían llamado por mi nombre; y a esos llamados es muy difícil resistirse. Comienza así un camino lleno de contratiempos pero con la compañía de “Alguien” que me ayudaba en cada particular del camino (a sellar el pasaporte, a pasar primero en la fila, a llegar hasta el aeropuerto hasta con tres horas de anticipación y tomar un vuelo antes de lo previsto). Durante la semana, se realizaron varias guías de la muestra y un conversatorio abierto en la universidad sobre el documental “El sonido del cambio” de U2. Además de otros eventos como el realizado en el colegio Alessandro Volta con los chicos de enseñanza media y del liceo, partiendo de la frase de Dante: «Todas las cosas guardan un orden entre sí, esto hace al universo semejante a Dios» y contrastando con mi experiencia y la de Lucho como músicos. Nunca había participado en un encuentro público como protagonista y me sentía como un trapito, pero Lucho me relanzaba diciendo: «Eres un trapito, pero un trapito que Dios ha puesto ahí». Así, entendiendo que soy instrumento, que se trata de lo que Él hace acontecer en mí, se afianzó también mi vocación. Volví conmovido por cada encuentro, con Catalina, Lucho, sus niños, Lizeth, Diego, Luisa, y todos los amigos que ratificaron la familiaridad “ilógica” que se vive en el movimiento; y cargado con la certeza de que la vocación es darse cuenta de lo que nos es dado y mientras el yo se va despertando en acción, encontrar la modalidad más adecuada para entregarlo todo, para seguir y decir sí.

LUCHO (Bogotá). En realidad a mí no se me ocurrió nada, ni siquiera me interesaba demasiado el rock, pero el Señor desborda nuestras medidas y nos va educando. Por eso, ahora entiendo mejor que «el Misterio nos educa a través de las circunstancias». Al recibir a Francisco en casa, me maravillaba por el hecho de mirar a alguien que nunca en mi vida había visto, pero con quien sentía una familiaridad inexplicable, solo posible porque Cristo está entre nosotros. Paso a paso me daba cuenta de que no es una teoría, no es una idea, no es una buena intención lo que me cambia, sino el deseo de ver la presencia de Dios que me llama a través de la realidad concreta. La compañía de Francisco en casa me hizo comprender que todo esto era un regalo para mí, porque tenía que ver con mi deseo de ver a Cristo. Me veía atraído por conocer las razones que habían movido a Francisco para hacer la muestra. ¿Por qué hablar de lo profundo del corazón del hombre cuando el primer impulso puede ser protestar y reaccionar de manera violenta ante la injusticia? Francisco me ayudaba a entender que el valor del hombre puede ser recuperado cuando se pone en juego su corazón. Tenemos una exigencia que no tiene límite, este es un punto de partida, las preguntas sobre cómo estamos hechos pueden suponer una verdadera revolución. ¡La cultura por la cual vale la pena gastar la vida!
Hacer memoria de lo que pasamos juntos me ayuda a vivir y sé que tengo un amigo en Venezuela, que espero volver a ver porque me ayuda a crecer en la certeza de que en nuestra unidad está Él.

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