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ARGENTINA

La gracia de una verdadera fraternidad

P. Leonardo Grasso

Cesare Zaffanella murió el pasado miércoles 26 de marzo en Cremona. Nació el 19 de septiembre de 1944 y fue ordenado sacerdote el 22 de junio de 1968. Dio clases en el seminario desde 1975 hasta 1983. En 1984 partió para la Argentina como sacerdote fidei donum. Allí trabajó en varias parroquias de las diócesis de Avellaneda y La Plata, y dio clase en la Universidad Católica de Buenos Aires, donde tuvo ocasión de conocer al cardenal Bergoglio, actualmente el Papa Francisco: «Es un hombre humilde, sencillo, inteligente y diría también que muy audaz, porque es capaz de hablar con todos: desde la gente sencilla hasta los gobernantes». Así le describía el día de su elección como sucesor de Pedro. Regresó a Italia para ayudar a Natale Bellani, que estaba muy enfermo, en la guía de la comunidad de Bonemerse. Desde 2010 era asistente diocesano del movimiento de Comunión y Liberación. Publicamos las palabras que le dirige su amigo, el también sacerdote Leonardo Grasso.

Queridos amigos, quiero recordar con vosotros la vida y el testimonio del Padre César que acaba de dejarnos. Tuve la gracia de compartir con él diez años de profunda amistad, de verdadera fraternidad y de incansable misión. Diez años en los que, juntos, hemos sido espectadores de lo que Cristo ha obrado en nuestra vida y en la de muchas personas. Diez años intensos y llenos gozo y agradecimiento. Yo llegué a la Argentina el 10 octubre de 1984 y él me alcanzó a comienzos de 1985. Recuerdo todavía el día en que lo fui a buscar a Ezeiza: yo era un muchacho de 24 años y él un hombre maduro. Regresando en carro desde el aeropuerto, nos contamos algo de nuestras vidas porque no nos conocíamos. Recuerdo como si fuera hoy la decisión que en aquel breve viaje tomé: «Para mí la misión coincide con vivir una fraternidad con este hombre y si esto es verdadero se dilatará. A la mañana siguiente, después del desayuno, hablamos largamente de la realidad argentina y de las perspectivas que se abrían. Pero sobre todo hablamos de cuál era nuestro deseo y de cómo vivir nuestra fraternidad. ¿Cuál sería la regla de nuestra vida común? Ahí surgió una evidencia y una decisión clara: ¡la “regla” sería nuestra amistad en Cristo! Poner en común todo: el tiempo, las capacidades (las mías, pocas; las suyas, verdaderamente muchas y ¡geniales!), sobre todo decidirlo todo juntos arriesgando en nuestra comunión los criterios personales, los gustos y las sensibilidades tan diferentes, provocarnos a vivir como mendigos de Cristo, ayudarnos a vencer la tentación del activismo (sobre todo la mía) y las preocupaciones por el “éxito”. Verdaderamente, el tiempo vivido con César ha supuesto para mí la experiencia de una comunión profunda e incidente, de ser el uno regla para el otro. ¡Cuántas cosas he aprendido a lo largo de esta década de fraternidad con César! Aprendí de él su paternidad, como mirada apasionada al destino de cada persona; su respecto por la libertad del otro, que es siempre tan misteriosa y voluble; su sencillez y generosidad tan sinceras; y su paciencia... para soportarme. La misión para él no fue nunca un activismo, siempre fue un encuentro con la persona, con el deseo de reconocer a Cristo y de que el otro también lo pudiera reconocer. Nunca anheló ningún poder o rol; siempre rechazó criterios ajenos a la experiencia que vivía. Cuántas veces me habló de su amistad con el Gius y me hizo revivir episodios de su experiencia en el movimiento. Cuánto he aprendido de él y ¡cuántas correcciones preciosas he recibido! Ahora se me adelantó, como a menudo hacía él. Pero César, te pido, sigue guiándome, ahora con mayor intensidad, con tu amistad en esta última etapa de mi vida porque yo también quiero estar contigo y participar de la plenitud de Su Presencia y, quizás, ¡volver a tomar nuevamente junto contigo aquel acostumbrado mate de la tarde!

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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