«¿Aún es tiempo de creer?». Esta pregunta ha acompañado el congreso que el Centro Pastoral de la Universidad Católica de Milán celebró el 10 de abril con motivo del Año de la Fe. Una jornada que se desarrolló sobre «dos ejes: la profundización teológica y la experiencial», como señaló moseñor Claudio Giuliodori, el nuevo asistente eclesiástico general de este ateneo.
Tras presentar el tema del congreso, Agnese Varsalona, profesora de Cuestiones de Teología Moral y Práctica, hizo resonar en el Aula Magna las palabras de Hans Urs Von Balthasar: «Lo primero que tendría que llamar la atención a un no cristiano en la fe de los cristianos es que ellos, de forma mani?esta, arriesgan demasiado. Esto es demasiado bello para ser verdadero: el misterio del ser se revela como amor absoluto descendiendo a los pies de su criatura».
A partir de ahí, empezó el trabajo. Ya en los saludos del rector Franco Anelli y del obispo Giuliodori se hizo evidente la necesidad de responder a la pregunta inicial y, de modo particular, a la importancia que tiene para la Universidad católica el «custodiar y transmitir la fe», como señaló Giuliodori. «La fe no es un evento del pasado, una vaga esperanza, sino la persona de Jesucristo presente en el cuerpo que es la Iglesia».
La primera intervención del congreso corrió a cargo de Luciano Manicardi, de la Comunidad de Bose, que insistió mucho en el tema de la confianza. «Creer para vivir», así empezó su ponencia, señalando como elemento fundamental de la relación entre el hombre y Dios la confianza, a imagen de la unión entre el hombre y la mujer. Tanto que «toda práctica humana necesita esta relación de confianza».
Después llegó el primer testimonio, en video, con Mario Melazzini, médico enfermo de ELA, confinado hoy a una silla de ruedas. «Cuando me diagnosticaron la enfermedad fui presa de una gran angustia existencial. Sólo miraba hacia atrás, nunca hacia delante», cuenta Melazzini. «Me enfadé con Nuestro Señor, no entendía por qué me sucedía esto justo a mí, que quería estar al servicio de los demás». Después su conciencia empezó a cambiar, al comenzar a fiarse de lo que le estaba sucediendo: «Entendí que mi dolor formaba parte de mi vida y la fe me dio la fuerza necesaria para hacer mi camino personal, me sostuvo, me sostiene siempre».
Para cerrar la sesión matutina le llegó el turno a Mario Antonelli, de la Facultad teológica de la Italia septentrional, sobre el tema de la fe de Jesús, a partir de la carta de san Pablo a los hebreos: «Aprendió a obedecer padeciendo» (5,8). Precisamente la obediencia, según Antonelli, es la principal característica de la fe de Cristo: «Debemos mirar a Jesús como el primero de los creyentes en el Padre. El primero que obedeció Su voluntad».
El Aula Magna se llenó después de la comida, cuando subió al estrado el filósofo y escritor Fabrice Hadjadj, el único ponente extranjero. Su lección comenzó a partir de una frase de Dostoievski: «Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, realmente creer, en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo?». El filósofo empezó observando la “demasiada credulidad” de la pregunta, «quizá demoniaca», planteada por un personaje malvado sólo en los cuadernos preparatorios de Los demonios, que no figuran en la obra definitiva. «Es una pregunta malvada, no porque ponga en discusión la fe, sino porque presupone una fe previa, la fe en el positivismo, en Europa, en la civilización: una fe mundana». Un ídolo: algo que se convierte en el principio de la vida. «Resulta difícil ser un ateo perfecto en nuestros días. En el peor de los casos, se diviniza a uno mismo. El ateísmo perfecto sólo tiene dos alternativas: el suicidio o la revelación». El primer camino, sin embargo, supone tener la última palabra. Pero el verdadero ateo no puede querer esto, no puede quererse “a sí mismo” como gesto último, «sabe que no puede ser así: sería ponerse a sí mismo como un nuevo valor. Por tanto, la única posición posible es la de esperar que lo trascendente se revele ante él». Por otro lado, también el ateo se define en función de Dios, en función de una relación: él es “sin Dios”. Además, el ateo habla de Dios como de un concepto claro, definido al 100%. «Compacto». En cierto modo habla igual que el fundamentalista, como si fuera algo sin misterio. «Dios se convierte en un Dios tan claro que resulta opresor, que va contra la libertad y la razón». La visión atea muestra una competencia entre Dios y las criaturas: el creador está distante.
Tras Hadjadj toma la palabra Carlo Castagna a través del video. Toma la palabra «su mayor dolor», la pérdida de su mujer, su hija y su nieto en la matanza de Erba. Su relato muestra hasta dónde puede llegar la fe, hasta el perdón a los asesinos. «No me lo creía cuando me dijeron que habían encontrado los cadáveres de mis seres más queridos», cuenta: «Después sucedió el milagro. Viviendo una gran soledad, le pedí a Dios la fuerza necesaria para poder aceptar Su designio».
Al final de la jornada está claro cómo la pregunta del inicio ha sido observada y afrontada desde distintos ángulos. Y se hace evidente que desde cada uno de ellos ha estado siempre llena de espera y de fascinación por una Persona que ha venido a “acompañar” a cada uno de nosotros. Como dice el papa Francisco: «¡Cuántas veces en nuestra vida las esperanzas se desvanecen!, ¡cuántas veces las expectativas que llevamos en nuestro corazón no se cumplen! La esperanza de los cristianos es fuerte, segura, sólida en esta tierra, donde Dios nos ha llamado a caminar, y está abierta a la eternidad, porque está fundada en Dios, que es siempre fiel».
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