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EDITORIAL CLU

Un corazón que tiembla en nuestro corazón

Prólogo Julián Carrón
19/01/2010 - LOS EQUIPES DE LA UTOPÍA A LA PRESENCIA (1975-1978)

Parecería normal que a los hombres, por encima de todo, les apremiara la vida y, con ella, el yo y su plenitud humana. Sin embargo, todos sabemos hasta qué punto no es así. Por ello, cuando sucede, es algo excepcional.
Este es el valor precioso de la publicación de los Equipes del CLU, que recoge de forma sistemática las intervenciones y las conversaciones de don Giussani con los responsables de los estudiantes universitarios de Comunión y Liberación, a partir de la mitad de los años Setenta. La lectura de estas páginas nos invita a entrar en un diálogo dramático, sin descuentos, cuyo tema es precisamente la vida. Se hace patente desde la primera página: «El problema no es la comunidad, soy “yo”. Se trata de la vocación que tiene mi vida», esto es, de la vida como vocación.

Mi vida está abocada al parangón universal con todo lo que encuentro a lo largo de mi existencia. Para esta aventura apasionante que es vivir, el Misterio nos dota de un instrumento, de un criterio para juzgarlo todo: nuestra humanidad, «este entramado de exigencias y de necesidades que somos». En determinados momentos, dicha humanidad «puede ser confusa, como cuando hay niebla, puede estar cargada de conflictos, (o) puede ser límpida, clara y serena», sin embargo «esta “humanidad” – lo que estamos llamando así – es irreductible», porque nos es dada.
Contemplar a una persona convencida, como don Giussani, que usa este instrumento es un espectáculo apasionante. Descubrimos así cuál es el alcance, el valor de este criterio para el camino de la vida. Fijémonos en qué desafío nos lanza don Giussani: «Debemos activar [esta humanidad irreductible que nos constituye] frente a la realidad y a la ocasión [que se nos presenta], valernos de ella, momento por momento, día tras día, hacerla reaccionar ante la circunstancia. Empleándola así se va haciendo un camino y nuestra personalidad adquiere un rostro, un corazón».

Es justamente este criterio el que nos hace percibir a Cristo como excepcional, como el único capaz de corresponder de manera exhaustiva a nuestra humanidad con todas sus exigencias. Este reconocimiento está en el origen de la comunidad. «La gente no se une por unas iniciativas; lo que une es el acento verdadero de una presencia, que viene de esa Realidad que habita entre nosotros y que llevamos “encima”: Cristo y su misterio que se hace visible en nuestra unidad». La comunidad está al servicio del yo: «La comunidad es el lugar de la efectiva construcción de mi persona, es decir, de la madurez de mi fe». En efecto, «el fin de la comunidad es generar adultos en la fe».

El método que conduce a la madurez de un yo adulto, protagonista de la historia, es el seguimiento. «Seguir significa identificarse con personas que viven la fe con mayor madurez, implicándose en una experiencia viva que nos “transmite” (tradit, tradición) su dinamismo y su gusto. Este dinamismo y este gusto no se comunican mediante razonamientos o como fruto de una lógica, sino casi por presión osmótica: es un corazón nuevo que se comunica a nuestro corazón, es el corazón de otro que empieza a latir en nuestra vida».

Convivir con estas páginas, en las que el corazón de don Giussani vibra, no puede tener otro objetivo que este: que su corazón empiece a cobrar vida en el nuestro.

Junio de 2006

(Luigi Giussani, Dall’utopia alla presenza (1975-1978) , prefazione di Julián Carrón, Biblioteca Universale Rizzoli, Milano 2006, 420 pp. I libri dello spirito cristiano. L’Equipe)

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