Cada vez más encontramos en el ámbito científico, en los medios o en las obras divulgativas esta concepción reducida del hombre. Pensar que está reducido a su materialidad parece calar cada vez más en el prejuicio que trae consigo el hombre moderno.
“No te esfuerces por buscar una alteridad, somos sólo átomos, de la nada venimos y a la nada vamos”. Hace cosa de dos meses y provocados por esta afirmación de un amigo de clase, aceptamos el reto de ponerlo a prueba, de poner a prueba la realidad y aquello que afirmamos nosotros sobre lo que es el hombre, y de si es verdad que el hombre y la realidad hablan de Algo más o es cosa nuestra.
Estuvimos debatiendo estos temas con un profesor de la facultad de física y él nos desafió a pensar un encuentro donde se afrontase esta cuestión y las motivaciones y las implicaciones de una afirmación así. Y así nos vimos implicados un grupo de universitarios en la organización del encuentro bajo el título “¿Somos sólo átomos? Determinismo, reduccionismo y libre albedrío”.
Dos meses más tarde y después de haber discutido y pensado mucho qué dinámica era la más apropiada o qué ponentes valía la pena escuchar, llegó el día esperado. El aula magna repleta de universitarios y profesores de la universidad nos esperaba con ganas para hablar sobre este tema con dos catedráticos, todo un espectáculo.
Ambos ponentes se mostraron muy participativos e interesados, poniendo a prueba experimentos, concepciones y ramas de la ciencia para discutir sobre estos aspectos que al final del encuentro seguían quedando muy abiertos. Queda por destacar la profundidad y el criterio que nos dieron ambos ponentes, el asombro que nos contagiaron por las cuestiones que afrontábamos y los más que repetidos “esto aún no se sabe” que ponían de manifiesto que la ciencia aún se encuentra ante un horizonte muy amplio.
Ambos nos agradecían el esfuerzo y el compromiso porque sólo las preguntas, el interés y la pasión por lo que hacemos y estudiamos puede en el fondo sostener la universidad. Sin embargo, y de una forma muy convincente nos sorprendió con qué rotundidad afirmaba uno de los dos profesores que, efectivamente, creía que todo estaba determinado y que la ciencia está encaminada a la total determinación de la realidad y el conocimiento. Al terminar el encuentro, cenamos con él. Sorprendía de nuevo la certeza que parecía tener en lo que es el hombre, -para él, un ser que tan sólo busca el placer o la ausencia de dolor-. No pocos de nosotros saltamos y le contradijimos hablándole de nuestra experiencia pero parecía que todo cupiese en su esquema y por momentos daba miedo cuánto era capaz de adaptar nuestras experiencias en su planteamiento.
Fue de agradecer que él tuviese la libertad de hablarnos sin tapujos contándonos lo que cree y vive. Nos hablaba constantemente de que el hombre se satisface con poco, “basta con buen vino, deportes o una buena lectura”. Todo parecía encajar en su esquema, hasta que uno de nosotros le preguntó: “Pero a usted qué le basta?”. El profesor agachó levemente la cabeza y nos dijo: “Yo debo estar mal hecho”.
Fue en ese momento que pudimos corroborar la experiencia de la que nos habla Carrón, primero que el hombre lleva consigo una espera insaciable que se expresa siempre, sea cual sea su origen, creencia o ideología, y segundo, que ese es precisamente el signo que nos confirma que existe una respuesta, que existe aquello que busca este profesor y buscamos nosotros, porque solo así nosotros podemos decir a diferencia de este profesor: “estamos bien hechos”.
Átomos sí, pero átomos que hablan del Misterio.
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