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El sí de diez veinteañeros

Niccolò De Carolis
17/06/2011

La amistad con algunos universitarios, el encuentro con el movimiento, las palabras de Carrón... Así es como algunos jóvenes de Nápoles han decidido recibir el sacramento de la Confirmación, con la certeza de que «ahora nuestro corazón exulta»

Sábado por la noche. Lorenzo va a la fiesta de graduación de un compañero suyo, charla con los demás, toma algo y bromea, pero siente que algo no va bien. Algo le falta. Esa tarde ha estado rezando en el santuario de Pompei, a las afueras de Nápoles, con algunos amigos. Mañana, junto a ellos, recibirá la Confirmación. «La diferencia era evidente», cuenta Lorenzo. «Aquellas horas en silencio, pidiendo, me hicieron darme cuenta de una cosa: yo quiero que la vida consista siempre en una atención así de verdadera hacia mí mismo y hacia los demás».
¿Por qué una decena de jóvenes veinteañeros deciden emprender el camino de la Confirmación? Para responder hay que retomar sus historias. Por ejemplo, la de Giada, que conoció el movimiento en su segundo año de universidad, con motivo de las elecciones. Tenía un amigo con el que había intercambiado algunas palabras entre clase y clase, y le propuso que se presentara en su lista. «En ese momento le dije que se estaba equivocando conmigo porque yo era la persona más insegura del mundo», recuerda Giada. Pero él insistió, le dijo que no le interesaba saber cuáles eran sus capacidades sino compartir con ella la pasión por el estudio y la política. «No podía negarme, confiaba en mí más que yo misma». Se fió. Y lo volvió a hacer dos años después, cuando decidió confirmarse. No le han faltado dificultades, sobre todo en la relación con sus padres, para ellos era un esfuerzo innecesario, una distracción del estudio. «Decían que me notaban rara porque estaba siempre sonriendo». Las comidas familiares eran continuas críticas y lamentos, ni una sola pregunta. «Estaba muy triste por eso, es verdad, pero tranquila, porque lo que estaba viviendo me satisfacía plenamente».
Enzo es compañero de habitación de Lorenzo en un colegio mayor. Al principio, ellos tampoco lo tenían todo claro, pero lo que habían visto les bastaba. Así escribió Lorenzo a un amigo tras uno de los primeros encuentros: «A pesar de lo poco que entiende, mi corazón exulta». Enzo no esperaba mucho de los encuentros de preparación para la Confirmación porque el sacerdote no le gustaba demasiado, pero fue la ocasión para hacer un gran descubrimiento. «Después de conocerle, las diferencias de carácter siguen siendo las mismas, pero al fin y al cabo eso me pasa también con mi familia y hay algo que no puedo negar: me quiere como un padre».
Por último, Martina, una chica muy viva que conoció a Miriam, su madrina de Confirmación, hace cuatro años. Al principio tenían discusiones muy violentas sobre el aborto y la eutanasia. A Martina no le gustaban las posiciones de la Iglesia, pero su postura empezó a tambalearse cuando, en un periodo triste de su vida, Miriam le dijo: «Veo que no eres feliz, ¿por qué, en vez de estar todo el tiempo en casa no estudiamos juntas en la universidad?». La relación se hizo más intensa y en diciembre de hace dos años Michele, un estudiante de filosofía, la invitó a los Ejercicios espirituales de los universitarios. Por un momento vaciló, «pero ya la primera noche me quedé fascinada por las palabras de Julián Carrón. Decía que nuestra humanidad, nuestra tristeza, no eran un obstáculo, algo a superar, sino nuestra grandeza». Durante los días siguientes “machacó” a preguntas a Michele. «Comprendí que ya no podía volver atrás, era como si mi hubiera enamorado y la Confirmación es el matrimonio que confirma este amor».

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