En el tren, Rimgaile va cansada, pero radiante. «¡Qué emoción cantar para el Papa! Y no me importa no haber podido cantar la canción solista que había preparado. Ha sido precioso estar ante él con todos mis amigos». Viajó desde Lituania para su graduación en Economía y ahora regresa después de su peregrinación a Roma con motivo del 90 aniversario de la Universidad Católica del Sacro Cuore. Le acompaña su madre, que no habla italiano, pero no podía dejarla sola en una ocasión tan especial. La melancolía de sus ojos habla de un país roto durante medio siglo por el comunismo, pero también de la certeza de una fe sólida como el granito.
Rimgaile forma parte del coro universitario de CL, a quien le fue encomendada la tarea de acompañar los dos momentos centrales de la peregrinación. Primero, la misa, celebrada por el cardenal Dionigi Tettamanzi, presidente del Instituto Toniolo. Y después, el encuentro con Benedicto XVI, un don precioso que ha llevado hasta Roma a miles de profesores, investigadores, empleados y estudiantes de todas las sedes de la universidad fundada por el padre Agostino Gemelli.
La historia de Rimgaile, que al terminar sus estudios quiso volver a su país «para ayudarlo a crecer, porque es necesaria allí la presencia de lglesia», sintetiza el sentido mismo de la misión educativa de una universidad que es católica en cuanto portadora de un bien universal y, precisamente por eso está abierta a la totalidad de la realidad y del mundo. Así lo subrayó el Papa, dirigiéndose a los estudiantes en el Aula Magna Pablo VI: «Vosotros sois la demostración viva de ese carácter de la fe que cambia la vida y salva al mundo, con los problemas y las esperanzas, con los interrogantes y las certezas, con las aspiraciones y los compromisos que el deseo de una vida mejor genera y la oración alimenta». Había muchos estudiantes, signo de una presencia viva que cotidianamente anima los claustros de la universidad. Estudiantes educados según el proyecto del padre Gemelli, confirmado por el rector Lorenzo Ornaghi, para «penetrar en el corazón de la realidad».
Para estar en el corazón de la realidad hace falta una educación a la totalidad. Sobre este tema insistió Benedicto XVI con un mensaje vibrante que señaló los grandes temas de su Pontificado, sobre todo la relación entre fe y razón. Para afrontar la crisis actual, para seguir por el buen camino en esta compleja «época histórica», en la que se percibe la tentación cada vez más evidente de reducir el alcance de la experiencia humana a lo que se puede medir, el desafío que el pensamiento católico está llamado a afrontar es el de mostrar al mundo la razonabilidad de la fe. «La fe amplía el horizonte de nuestro pensamiento», afirmó el Papa. «Es camino hacia la verdad plena, guía de auténtico desarrollo. Sin orientación a la verdad, sin una actitud de búsqueda humilde y osada, toda cultura se deteriora, cae en el relativismo y se pierde en lo efímero».
Una tarea que el Papa confía a cada uno. Porque es la tarea de cada hombre: amar la Verdad más que a uno mismo, buscarla incesantemente, mostrar al mundo su esplendor. No podía dejar de dirigirse a los profesores para invitarles a que se esfuercen por «mostrar cómo la fe cristiana es fermento de cultura y luz para la inteligencia, estímulo para desarrollar todas las potencialidades positivas, para el bien auténtico del hombre. Lo que la razón percibe, la fe lo ilumina y manifiesta».
La Universidad Católica despidió al Papa, los chicos le aplaudieron, le aclamaron, cantaron para él. Regresaron a casa con más certeza ante la tarea confiada. El rostro de Rimgaile es un signo, quizás pequeño pero espléndido, de una historia que continúa, de un pensamiento que, desafiando la historia, es capaz de cambiar la vida y salvar al mundo.
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