En las últimas semanas, los hechos que han sucedido en torno al traslado de la capilla a la Facultad de Economía han tenido gran resonancia en la comunidad universitaria. Desde las manifestaciones que generó la implantación del plan Bolonia, nada había provocado tanto revuelo. Durante estos días ha sido inevitable el enfrentamiento entre dos partes absolutamente opuestas: por un lado los que apoyaban la permanencia de la capilla y, por otro, los que afirmaban la necesaria expulsión de la capilla de la universidad pública. Ante estos hechos, unos cuantos amigos nos empezamos a plantear qué postura tomar, y caímos en la cuenta de que ninguna de las que había era constructiva, ni para la universidad ni para nosotros. Viendo que lo principal no era tomar una postura ideológica sino entender las razones que había en el trasfondo de lo que estaba empezando a suceder, invitamos el pasado 2 de diciembre a un profesor universitario amigo nuestro para que nos explicara qué es la laicidad y qué implicaciones tiene.
La originalidad de la intervención del profesor fue contundente: lejos de resolver de forma dogmática el conflicto, nos invitó a ser críticos con los hechos, mostrándonos las diversas formas en que los estados europeos afrontan el problema de la laicidad. Al acto acudieron grupos de ambas posiciones. Al finalizar, después del desafío lanzado, no podíamos dejar de afrontar la discusión que había sugerido el acto. Esto inició una interesante conversación entre el conferenciante y aquellos que estaban en contra de la capilla.
Cuando el profesor se marchó sucedió algo inaudito. Sin darnos cuenta estábamos asistiendo al mayor espectáculo que puede suceder en la universidad: lo que en otra ocasión hubiera sido seguro un enfrentamiento violento (como ya hemos visto en las últimas semanas), comenzaba a cobrar el aspecto de un diálogo constructivo. El hall de la universidad dejó de ser un mero lugar de paso para convertirse en el escenario de una apasionada discusión digna de una verdadera universidad, reconocida por ser el lugar de la razón y la búsqueda comunitaria de la verdad.
Durante la campaña de difusión del acto no era extraño encontrarse con una gran mayoría que se mantenía impasible ante el conflicto. Es curioso ver cómo dentro del ámbito universitario una gran mayoría permanece en la ceguera de la indiferencia. Es por esto que vemos fundamental reproponer de manera original lo que es la universidad, dando espacio a gestos como éste. Lo sucedido el pasado jueves posiblemente no resuelva el problema de la capilla, pero nos ha abierto un horizonte que indica el método para vivir la universidad. Como hemos leído en un artículo de A. Scola en el Corriere della Sera: «La Universidad es una comunidad de hombres: se traiciona su naturaleza cuando se la considera como la simple suma de individualidades. La universidad no es la "casa" de los autodidactas. Es un consorcio de maestros y discípulos, de hombres libres, que juntos -en la investigación, en la enseñanza y en el estudio- piden el don de la verdad».
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