El padre Ibrahim Alsabagh es desde 2014 párroco en la iglesia de San Francisco de Asís y responsable de la comunidad latina en Alepo, una de las ciudades más martirizadas por la guerra siria. El padre Behnam Benoka es sacerdote iraquí, sirocatólico si atendemos al rito de la Iglesia a la que pertenece. Lleva años compatibilizando su trabajo en Erbil, en el kurdistán iraquí, a donde se han desplazado casi la totalidad de la comunidad cristiana del país, con su presencia en distintos países para contar su testimonio. Ambos han dado su testimonio en el acto “Una belleza que construye historia. Crónicas de guerra y esperanza desde Siria e Irak”.
“Nuestras escuelas están destruidas. No hay hospitales, las iglesias se derrumban, no tenemos electricidad y llevamos 70 días sin agua. Acudir a los pozos más cercanos nos supone cuatro horas a pie. Estamos malnutridos, enfermos y el 85 por ciento de la población está en paro. Por eso dos tercios de los habitantes se ha lanzado al mar: para huir de una situación insostenible”. Con este crudo relato de la realidad de su país natal ha comenzado el padre Ibrahim Alsabagh, que actualmente atiende a la comunidad latina de Alepo, una de las ciudades más martirizadas por la guerra siria. Pero su ponencia en el acto “Una belleza que construye historia. Crónicas de guerra y esperanza desde Siria e Irak” no ha sido únicamente alarmista. Si bien ha querido explicar la difícil situación que atraviesan tanto los refugiados como los que han permanecido en el país, el franciscano ha afirmado que su pueblo se siente “tranquilo en las manos de un Padre que nos mira con ternura”: “Sólo la fe nos permite vivir aquí. No pensamos en el futuro, el hoy nos basta”.
En una conversación moderada por José Luis Restán, director editorial de la cadena COPE, tanto el padre Ibrahim como el padre Behnam Benoka han destacado la fuerza de la fe para sostener sus respectivas comunidades. “Pero no somos nosotros quienes mantenemos viva la fe, sino que es la fe la que nos mantiene vivos a nosotros, la que nos da sentido. Estamos viviendo un milagro; estamos viviendo por un milagro”, ha explicado Benoka, sacerdote sirio-católico que durante la salida de los cristianos de Mosul, a causa de los fuertes ataques del Estado Islámico, creó el sistema Sanitario de los campos de refugiados, gestionando el cuidado de los enfermos. “Vemos, por la historia, que la Iglesia es una planta débil, que ha sido devastada tantísimas veces… Pero nadie ha podido arrancar esta planta. Por eso la historia refuerza nuestra fe, y encontramos consuelo en el abandono y la contemplación de la belleza de Jesucristo; una belleza que vemos en los rostros de todos los que sufren”, ha añadido el padre Ibrahim.
Tras contextualizar la situación geopolítica de Irak (enmarcado entre Turquía, Siria, Jordania, Arabia Saudí e Irán), el padre Benoka ha querido también lanzar un aviso: “Los musulmanes nos dicen que o nos convertimos al Islam o morimos. Los fundamentalistas no son sólo un pequeño grupo, sino que son la base, la gente común. El plan del Estado Islámico es atacar a los cristianos partiendo de los ciudadanos de a pie, ¡incluso occidentales!”. Planteaba el religioso la duda de si la tolerancia occidental ha ido demasiado lejos: “Nosotros éramos tolerantes y ahora los cristianos hemos sido reducidos a cenizas. Nunca podrá haber paz sin justicia. Los cristianos nunca hemos pronunciado la palabra ‘venganza’, pero aunque quisiéramos, sería imposible llevarla a cabo”.
De la venganza ha hablado también Alsabagh. Porque ¿cómo no sentir el deseo de venganza cuando matan a tu padre, raptan a tu hijo, destruyen tu casa y caen misiles que arrebatan la vida de tus hijos? “No es una tentación fácil de superar, pero la Iglesia interviene y nos recuerda el camino: ‘Bendice al que te maldice’. Así que nosotros pedimos por los musulmanes, pedimos por los componentes del Estado Islámico. Porque la única solución pasará por la conversión de sus corazones”. En este momento, el padre Ibrahim se ha emocionado de agradecimiento, al recordar el enorme apoyo que recibe: “Yo siento la mano de Dios que se me ofrece con ternura a través de vosotros, a través de la Iglesia y de todos los que rezáis por los cristianos perseguidos. Precisamente la experiencia de este gran sufrimiento nos ha permitido descubrir la belleza de la comunión de la Iglesia, de vuestros corazones, colaboradores nuestros en la misión. Nos sentimos amados”.
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