Fin de año en Barcelona para 170 bachilleres de la comunidad italiana de Liguria. Partimos el 29 de diciembre. Lo esperábamos con muchas ganas, sobre todo desde el verano, pues muchos habíamos quedado impactados por la exposición del Meeting sobre Sandro Rondena y la Sagrada Familia, y por las experiencias de amigos que, de Erasmus en Valencia y Barcelona, nos había hablado de sus amigos españoles.
Este era el tema dominante, tomar iniciativa para responder a la iniciativa de Dios, que nos ha elegido y nos sigue prefiriendo. Así nos hemos sentido, protagonistas, es decir, en tensión, disponibles. Hasta el largo viaje en autobús era una ocasión, no queríamos perdernos nada.
La Belleza nos ha salido al encuentro, se imponía ante nosotros. Diego y otros amigos de Barcelona nos llevaron de la mano a conocer a Gaudí, empezando por la misa en la cripta, junto a su tumba, y luego fuera, una auténtica biblia pauperum. Está todo. Gaudí había pensado una iglesia donde todo fuera visible desde fuera, para el hombre de nuestra época, que rara vez entra en el templo. Muchos comentaban que se reconocían en los ángeles músicos, en su juego de miradas, pues hay quien mira a Jesús y quien mira el amigo, y así termina mirando lo mismo. ¡Resulta que así es nuestra amistad! Cuando entramos, la luz nos envolvió. Una chica dijo después que aquello debía ser como el paraíso, y que desde entonces, ella que siempre padece de ansiedad, ha empezado a mirar las cosas sin miedo.
La belleza de la Sagrada Familia, tan atractiva y poderosa, se vio igualada por la belleza del testimonio aquella noche de algunos universitarios de Barcelona. Vinieron nueve, para contarnos y para cantar con nosotros. Entre ellos Natalia, la hermana de Marcos, el seminarista que murió en un accidente de tráfico el pasado mes de febrero y al que muchos conocíamos por los relatos de amigos nuestros.
Fue una noche de fiesta y de pura gratuidad. Pusieron ante nuestros ojos el trabajo que hacía cada uno, cómo iban tras aquello que les impactaba, el rostro feliz de un amigo, más feliz que tú, y al que por eso sigues, vas dando pasos allí donde él los da. Pero ni siquiera esto basta, nos decían los españoles, hace falta que tú tomes la iniciativa. En la asamblea final muchos lo repetían: fuera de aquí, ¿a dónde iremos? Ya no teníamos miedo a volver a casa, lo que había empezado allí podía continuar si seguimos nuestro deseo de felicidad.
La fiesta de fin de año, que quizás no fue perfecta, nos ayudó a entender que siempre se puede volver a empezar. Un video y el canto Romaria pusieron fin a la velada, con un silencio impensable. Luego volvió la conversación sobre todo lo que habíamos visto: la Sagrada, el Parque Güell, el Barrio Gótico, las playas de Barcelona, y todo ello lleno de encuentros, rostros y miradas que llevamos grabados dentro. Ahora uno se descubre cambiado, más allá de toda lógica y previsión.
Marina, Génova
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