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CARTAS

¿Quién soy yo?

29/09/2015

Este verano he tenido que estudiar para los exámenes de septiembre, lo que suponía pasarme unos cuantos días del verano en la biblioteca y en el metro, y si os digo la verdad no me apetecía nada pudiendo estar en la playa o en cualquier otro sitio. Bueno, pues esto que os voy a contar sucedió en el metro precisamente.

Era un viernes por la tarde y volvía de estudiar en la biblioteca. Estaba cansadísima y en ese momento solo deseaba llegar a casa y poder descansar, o por lo menos hacer cualquier cosa que no fuera estudiar ni ver el cuaderno de matemáticas continuamente delante de mí. Estuve esperando el metro durante casi 15 minutos, cosa que tampoco me gustó, porque como ya os he dicho, solo quería llegar a casa, tirarme en la cama y no tener que pensar en nada relacionado con el estudio. Cuando por fin llegó el metro, me metí en el vagón y me senté en un asiento que había libre. El último asiento del vagón, a la izquierda. Ese viernes era uno de esos días en los que si te encuentras a alguien que no te apetece saludar, haces lo posible por no mirarle y que no te mire, pues así estaba yo pero con todo el mundo. Tenía mi música y mis cascos puestos y solo pensaba en llegar a casa, pero algo sucedió en ese momento. Giré un poco la cabeza y vi a una chica embarazada de unos 19 años llorando al otro lado del vagón. Pero no estaba llorando como cuando suspendes o como cuando te pasa algo que tampoco tiene muchísima importancia. Estaba llorando con dolor, con mucho dolor. Era tanto el dolor que lo noté hasta yo y me transmitió un verdadero sentimiento de tristeza. Lo primero que pensé fue, obviamente, qué podía pasarle a esa chica para estar así, exponiendo su dolor a todas las personas que estábamos en ese vagón a esa hora del viernes. En ese momento se me revolvió todo y pensé en acercarme, pero ¿qué iba a hacer una chica como yo hablando con una persona tan triste y que ni siquiera conocía de nada? Entonces me pareció una estupidez el hablar con ella o el saludarla simplemente e intenté evitarlo de alguna manera. Me puse la música más alta, y giré la cabeza. Pero no podía, no podía evitar el dolor de esa chica de una manera tan miserable. No podía hacerme la loca después de haberla visto así, entonces algo me movió a levantarme y cada vez que me iba acercando más, tenía más miedo y más preguntas. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué me iba a decir ella? ¿Qué iba a pasar y por qué estaba acercándome a ella? La verdad es que todavía me sigo preguntando millones de cosas, pero eso es otra cosa aparte.

Al final me senté a su lado y solo me salió el presentarme. Le dije que me llamaba Claudia y que le había visto desde mi asiento y algo se había movido en mí. Me dijo que se llamaba Sara y en ese momento me miró y sin decirme nada, empezó a hablarme sobre lo que le pasaba. Me quedé flipando. Realmente no sabía qué estaba pasando. ¿Qué hacía una chica totalmente desconocida para mí, contándome aquello por lo que estaba sufriendo tanto? No entendía nada y sigo sin entenderlo.
Entonces me contó que estaba muy triste. Me dijo que estaba de camino a una clínica para abortar, cosa que ella, por lo que se veía, no quería. Le pregunte por qué iba y si ella quería tener a su hija. Ella asintió y me dijo que quería tenerla, pero que suponía muchísimas dificultades, y que no se veía con una niña a la que cuidar, a la que mantener y de la que estar pendiente cada minuto. Pero que quería tenerla. Me dijo que notaba que ya era su hija y que la quería. Entonces, ¿si ella quería tener a la niña, por qué estaba de camino a la clínica? Esa fue la pregunta que le hice a continuación. Me miró y se quedó callada. De nuevo se puso a llorar.

Yo noté que tenía miedo, miedo a ser abandonada, humillada por la gente, maltratada por su novio por querer tener al niño o cualquier otra cosa de la que es capaz mucha gente, por desgracia.
Entonces, cuando por fin se calmó, me dijo que tenía miedo y que no quería perder a su novio por esto que les estaba pasando. Pero entonces yo le dije que esta decisión que tenían que tomar era una decisión de los dos, y que, si no la tomaban bien, se iban a arrepentir durante toda su vida. Le pregunté si después de abortar iba a quedarse tranquila pensando que se había quitado un peso de encima, o iba a arrepentirse. Y ella, sin dudarlo un segundo me respondió que se iba a arrepentir, que ella ya quería a su niña de 6 meses. Que empezaba a darse cuenta de lo que es el amor de una madre, y del sacrificio que supone, pero que le daba igual, que ella la quería.
Yo no entendía nada. Si lo tenía tan claro, ¿qué hacía de camino a la clínica? Le pregunté si había tenido alguna conversación sobre esto con su novio y ella me dijo que no, que esa misma mañana la había llamado su novio mientras se tomaba unas cervezas con sus amigos diciéndole que fuera esa tarde a la clínica, que él no quería tener a la niña.
Entonces en ese momento yo me derrumbé. Pensé en cómo se podía hablar de una cosa así por teléfono y casi de cachondeo. Y se lo dije, le dije que me parecía mal y ella me dio la razón. Le hablé también de las casas de acogida, de las personas que acogen, del movimiento, etc y notaba que cada vez se le iba alegrando un poco la cara. Pero yo seguía viendo ese dolor tan terrible.

En ese momento llegamos a una estación y ella se levantó y se fue corriendo. Salió, pero de repente se dio la vuelta y volvió a entrar. Me miró, me dio un abrazo y me dijo: "Me vuelvo a casa. No voy a ir a la clínica. Me he dado cuenta de que esta hija de la que estoy embarazada es de mi novio pero también mía y la quiero como a nadie. Gracias Claudia". Y salió del metro. Yo me quedé allí de pie sin saber qué hacer. En ese momento no sabía nada. Me quedé completamente en blanco sin poder reaccionar. ¿Qué había pasado? ¿Quién era esa chica? ¿Qué iba a ser de ella y de su hija? La cabeza me daba vueltas y sin darme cuenta me había pasado mi parada. Pero me daba igual, me daba exactamente lo mismo. Ya no pensaba en volver a casa. Pensaba en esa chica todo el rato. No salía de mi cabeza. Tenía millones de preguntas que todavía ni he resuelto y cosas que no entendía. ¿Quién soy yo para hacer cambiar de opinión a alguien a quien no conocía de nada? ¿Quién soy yo para que me contara Sara toda su historia? ¿Qué papel tengo yo en todo esto? ¿Cómo estará ahora Sara y su hija?

Solo tengo una cosa clara. Esto es un verdadero Misterio y algo que no me entra en la cabeza, pero la felicidad que ahora siento por haberla acompañado en esos minutos de metro y a lo mejor haberla ayudado a impedir ese aborto, es increíble. Una cosa realmente bonita.
Claudia, Madrid

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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