Esta es la carta que Pedro Pablo y Pablo de Haro piden a los chavales de Peguerinos una vez acabado el campamento de verano que allí se lleva a cabo. Como yo he participado como cocinero (junto con un increíble grupo de cocineras), me sentí interpelado por ellos y escribí la carta, como cualquier otro chaval.
Queridos Pedro Pablo, Pablo, Jorge y todos los amigos de Peguerinos:
¿Qué he encontrado en estos días de campamento? Una belleza enorme, una correspondencia grande en mi corazón por lo que he visto y lo que ha pasado, una alegría serena al levantarme y, al salir de la tienda de campaña, un espectáculo bellísimo que estaba ahí para mí en primer lugar. Algunos de los que han estado hablan de este lugar como una “especie” de Santuario o de “Monte Tabor”. Si a esto le añado el convivir con viejos amigos (algunos de hace más de 25 años) y con nuevos amigos con los que comparto hasta lo mas íntimo y particular de mi vida, pues así el espectáculo se agranda mucho más hasta conmover mi tantas veces duro y rebelde corazón.
Aquí, dentro y fuera de la cocina, ha sucedido y he experimentado algo extraño, original y potente: una unidad grande y una alegría verdadera dentro del trabajo duro y exigente de nuestra tarea que era la de dar de comer a casi 300 chavales durante 6 días, acompañado por cinco personas –Inma, Mª Carmen, Amparo, Mónica y Marina– que han sido Sus ojos, Sus manos y Su corazón a todas horas. Pensad que entre nosotros no ha surgido ninguna tensión durante estos días con este trabajo tan exigente. Nosotros, ¡que no nos conocíamos apenas! ¡Nosotros que no cocinamos para 300 personas de manera habitual! Nosotros, ¡que nunca habíamos ido a Peguerinos! Ha pasado algo grande en estos días y no puede ser otra cosa que el Señor se ha manifestado con sobreabundancia. Y como consecuencia todo lo demás: la comida ha gustado, nos han visto alegres cocinando, nos lo hemos pasado fenomenal y hemos crecido como personas. Pero todo como consecuencia de lo anterior y de habernos encomendado cada día a San Felipe Neri en unos carteles que habíamos hecho y que pegamos en las zonas más visibles de la cocina.
Pero, ¿qué hace que todo esto no quede en unas horas, ya en la vida normal, cuando la realidad que se muestra, a veces agresiva, hostil, que incluso a veces aplasta? Pues comprender que solo el Señor puede haberlo propiciado. Quiero hacer memoria de estos días para permanecer en una actitud de petición, con una mirada abierta a encontrar al Señor en toda la realidad. Y caer en la cuenta de todo lo que Él nos regala en nuestras vidas. Agrandando así esta conciencia de pertenecerle.
También pido la gracia de no apartarme de este lugar donde permanentemente se me rescata de mis límites, incapacidades y errores. Para poder levantarme, como he hecho todos estos días, y poder respirar ese aire puro que el Señor nos regala para afrontar toda la realidad.
Jorge
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