Ha fallecido repentina e inesperadamente una profesora. María y Nira eran alumnas suyas. Nos encontramos para desayunar durante el recreo porque están deseosas de hablar de lo sucedido. «¡Es una injusticia!» – me espeta María nada más verme – «no es justo que una persona se muera así, de este modo, en la plenitud de su vida». Nira asiente. Están visiblemente afectadas. «¿Por qué es una injusticia? ¿No habéis estudiado en clase que la muerte es un hecho biológico absolutamente normal? ¿En nombre de qué puedes decir que es una injusticia?», les pregunto yo. María responde: «En nombre de la exigencia de justicia que tengo desde que nací. Esto no se corresponde para nada con lo que deseo en lo más hondo de mi ser». «Entonces – continúo yo – debéis hacer cuentas con vuestra propia humanidad. Lo que os está sucediendo os llama a decidir si abrir toda vuestra razón ante la pregunta que os surge o si cerrar la cuestión como hacen todos, diciendo que esto es lo que hay. Para empezar, ¿cuántas veces en este curso habéis sido conscientes de vosotras mismas, de que sois hechas instante a instante?, ¿cuántas veces habéis mirado lo que os rodea, la profesora que ahora ha fallecido, conscientes de que os era dada?». «Ningún día», responden casi sin palabras. «¿Y a eso le llamáis vivir o simplemente es vegetar e ir tirando? Por primera vez en lo que va de curso estáis vivas, algo de la realidad os ha despertado, ha despertado vuestro corazón. Si no hubiera sucedido esto, seguiríais como antes. Mirad, esa exigencia que lleváis dentro es un “detector incorporado de serie”, es el corazón del hombre tal como ha sido hecho, coincide con vosotras, sois vosotras mismas. Lo acalláis día a día, pero ahora no podéis hacerlo, lo que ha sucedido os lo impide, es más fuerte que toda la anestesia que os da una sociedad con vuestra plácida colaboración. Ese “detector” no es inútil, no es algo que no sirve para nada, vuestra humanidad no es inútil. Ese “detector” es el instrumento que os permite despertar y entrar en relación con el Misterio que os hace instante a instante. Lo que os ha sucedido es la ocasión para empezar a vivir de nuevo».
Días después vuelvo a la conversación con María: «¿Cómo te ha ido la semana?», le pregunto. María me responde sin dudas: «Estoy viviendo intensamente, más que en todos los meses anteriores, porque soy consciente de que todo, empezando por mí misma, me es dado. Me siento agradecida por ello, y contenta».
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