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CARTAS

¿Acaso no puedo tener yo esa mirada sobre mi padre?

Yara García
22/03/2012

El cuarto mandamiento dice: “honrarás a tu padre y a tu madre”. Dicho así, uno puede darlo por supuesto. Incluso puede provocarle cierto mosqueo moralista. A mí se me estremece el corazón porque me doy cuenta de lo que me cuesta querer bien a mi padre. De pequeña, solía admirarle, tuve la típica época adolescente en que no dejé de llevarle la contraria bajo ningún concepto. Conocí el movimiento y parecía que un abismo quebraba la relación. “Somos personas totalmente distintas que vamos por caminos distintos”.

Me dolía, y me quedé en ese dolor durante algún tiempo. Hasta que me percaté de cómo miraban otros a sus padres. El modo en el que Inma mira a su padre, a un hombre mayor, que no puede hacer casi nada solo, que podría ser una carga, le regala una ternura conmovedora. Una hija, ya madre y con mil preocupaciones que atender, a su padre. Es consciente de quién es él y le mira. También Pablo. Habla de Ángel como una autoridad que, ante todo, le quiere y escucha. Habla de una relación con él que a mí me parecía imposible. A mí me enamora cómo ellos hablan y tratan así de sus padres. Es algo que me ha costado durante tiempo entender. “¿Por qué yo en esta familia? ¿Por qué ellos “tienen más suerte” y cuando salgo de su casa me dan envidia?”. Pero quedarme con eso no me ayuda en nada. Y entonces, ¡zas! ¿Qué les permite a ellos mirar así? ¿Qué hace posible una relación y una mirada así? ¿Acaso no puedo tener yo esa mirada sobre mi padre? ¿Acaso no puedo yo, por haber sido mirada de un modo inaudito, mirarle a él del mismo modo? Estoy agradecida… porque este trabajo ha empezado ya, partiendo del deseo.

La relación es difícil muchas veces, pero ir más allá de pensar distinto me lleva a no dar por supuesto que un hombre como mi padre, aún y con todo, aún y de modo “menos correspondiente”, me ha querido y me quiere. Y yo también a él. Quererle bien, ni que sea como tarea pendiente, es algo que jamás hubiera visto posible ante el abismo del que hablaba al principio. Y sin embargo, he visto a Imma, he visto a Pablo, he visto a hijos mirando a sus padres y me he visto a mí deseando exactamente lo mismo. No depende de la inmensa distancia que pueda haber entre nosotros, depende precisamente de dejar que sea Otro el que mire a través de mí.

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