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CARTAS

Cuando se toma en primera persona una propuesta

Irene Lanzas
25/08/2011 - JMJ Madrid 2011

El día 10 de agosto me llegó un mensaje de texto de César, el responsable de nuestro grupo de peregrinos en la JMJ, que me pedía que fuera al colegio (Newman) para empezar a preparar todo para acoger a 1.200 peregrinos (italianos, portugueses, ingleses y argentinos) que iban a llegar el día 17. Durante la semana previa estuvimos organizando baños, cocina, pasillos, todo, para poder acogerles de una manera digna.
El martes 16, sin tener todavía el grupo en el colegio, nos fuimos a la Puerta de Alcalá para la misa de acogida de peregrinos. Madrid se había llenado de millares de ellos provenientes de todo el mundo, estaba irreconocible y, a decir verdad, más viva y acogedora que nunca. La misa bajo un calor sofocante fue el pistoletazo de salida de la JMJ tras todo el calentamiento anterior. De hecho, en el en encuentro que habíamos tenido el lunes con Nacho Carbajosa la gente del CLU y los bachilleres, se nos dijeron las tres cosas que debíamos mantener en mente: "Esperad un camino, no un milagro"; la imagen de Pedro ("Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero"); y "El trabajo es la expresión más concreta, más árida y concreta, más fatigosa y concreta, del amor a Cristo".
Con esta conciencia acogimos a los italianos cuando finalmente llegaron el miércoles. La primera vez que les atendimos acabamos agotados, tanto la gente de cocina, como los camareros, los de barra, etc. Teníamos que atender a 1.200 personas, y fue especialmente extraordinario el hecho de caer en la cuenta de que los bachilleres de toda España (Barcelona, Córdoba, etc.) trabajábamos codo con codo para que todo saliera bien. Y eso era gracias a la gratitud por todo lo que hemos recibido. En una homilía de alguna de las misas que tuvimos, Oriol nos dijo una frase atribuida a Cristo: "Hay más alegría en dar que en recibir". Hemos comprobado que es cierto, y que, a pesar del cansancio, como no paraban de recordarnos que debíamos mirar lo que estaba pasando, al final predominaba la alegría, surgida de un modo tan espontáneo y natural que debe proceder de una fuente divina. Que la gente del desayuno se quedara voluntariamente en el turno de la comida o limpiando baños sólo es posible por la gratitud que se ha podido percibir en toda la JMJ en general.
Al margen del trabajo (que ha sido clave para disfrutar de la presencia del Papa y crecer juntos), que era nuestro voluntariado particular, la participación también como peregrinos ha sido algo que se agradece con toda el alma. Desde la acogida del Papa en Colón con todo el movimiento en la plaza, hasta el acto en el Parque de Berlín, las exposiciones de los cristianos perseguidos o las reducciones jesuíticas, o los cantos en el Retiro y en la Plaza Mayor, el intento de darle el cuadro al Papa (que hemos estado meses pintando en el Newman) a la puerta de la Nunciatura, o la Vigilia y la eucaristía en Cuatro Vientos... Esto último fue lo más intenso y sacrificado, pues estábamos agotados. Pero, al final, como dijo el Papa, la lluvia fue una bendición. Puso a prueba nuestra fe y nosotros, casi sin pensarlo, nos mantuvimos firmes gritando y cantando. El Papa, muy conmovido por esto, nos deseó las buenas noches como un padre a sus hijos. La vigilia se acortó debido a la lluvia, pero en el momento de la adoración al Santísimo se hizo un silencio sobrecogedor mientras todo el mundo rezaba de rodillas. Y sucedió lo mismo en la Consagración de la eucaristía al día siguiente. Ahí se puso de manifiesto que, a pesar de los diferentes carismas y los diferentes modos de vivir la fe, había una conciencia unitaria del motivo por el que estábamos allí.
El domingo el Papa nos recibió de nuevo con esa ternura suya característica y nos regaló una homilía espectacular, con sencillez y de todo corazón, invitándonos a mantenernos firmes en la fe y proclamar el Evangelio allá donde estemos. En el aeródromo acampamos juntos adultos, niños, bachilleres, estudiantes de Primaria y otros cursos de la ESO, junto a unas Hermanas de la Caridad, alemanes, americanos, albaneses... Todos unidos por esta conciencia unitaria de la Iglesia que se hace patente en la figura de Benedicto XVI, sucesor del apóstol Pedro, base de la iglesia. Éramos 1,5 millones de personas y medio millón más se quedó fuera, lo que demuestra que es cierto lo que decía Benedicto: "La Iglesia está viva y la Iglesia es joven".
Hay demasiadas cosas que decir y no hay espacio suficiente para ello. La JMJ ha sido así en sus aspectos generales, pero los pequeños detalles la han hecho aún más preciosa. Este ha sido un trecho en nuestro camino que, al menos en mi caso, ha sido clarificador y un regalo en el desarrollo de la vida. Estoy eternamente agradecida al Papa, y por tanto a Dios, por haberla convocado y haberlo hecho todo posible.

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