He dormido en un colchón mullido, me he duchado con agua templada y he gozado de todas las comodidades que una tiene en casa. En Picos no había nada de esto, pero había mucho más. Me han sorprendido varias cositas de estas vacaciones. Primero, el hecho de que doscientas cuarenta personas puedan estar pendientes de una sola cosa. No era un campamento en el que cada uno fuera a su bola y cada cual luchase por su supervivencia… Estábamos pendientes de lo que se decía, de las indicaciones de los cantos, de dónde pisaba el de delante. Estábamos siguiendo. Yo estaba siguiendo. Y a mí, seguir, digamos que me cuesta porque normalmente antepongo lo que yo quiero o creo a lo que se me dice, y obedecer no es lo que mejor se me dé (precisamente el día de la playa, un día espectacular, soleado, se me metió en la cabeza que no quería ir a la playa y estuve fuera, al margen de la “propuesta del día”. Todo por pereza y preocupaciones infantiles. Decidí que estaba cansada de seguir y fui a lo mío. Me equivoqué porque terminé el día bastante asqueada pero eso me hizo volver a retomar la razón de por qué había venido. Bueno, me ayudó Ana, voy a admitirlo…). Tuve que seguir incluso en los juegos, algo que creí que era para niños. Seguí por la vía fácil pero fue una buena preparación para Formigal… ¡o eso espero!
Me he visto cambiada, con una actitud distinta y eso es algo que me ha hecho dejarme cuidar un poco. Ese es otro punto que me ha sorprendido: cómo me han cuidado, muchos, sin conocerme de nada. Es algo que digo siempre porque nunca me deja indiferente pero la familiaridad que se da aquí es algo que me ayuda mucho, a mí, que detesto la soledad. Esta complicidad me ha hecho conocer a personas, hermanos de amigos, amigos de amigos… y me ayudan a afianzar lo que me espera dentro de mes y medio, que empezó hace apenas meses y que me hace crecer. No los he medido intelectualmente, ni tampoco si son gente “guay”, estaban ahí y conmigo, algo que no había planeado yo y de lo que estaba disfrutando. Un regalo en toda regla.
A pesar del frío, la lluvia –cosas que en otras circunstancias podrían haber determinado el viaje– he podido ver que la razón que me movió a ir a Picos, que llevó a más gente a ir allí, pesa muchísimo más. Me dijo Lisi que “aprendería un método” y en efecto, he visto algo parecido. Se te quiere con tus quejas, tus agobios y no se te deja sola. Y no sólo a ti, sino que eso te lleva a mirar mejor al resto teniendo en cuenta uno de los puntos fuertes de Picos: “esperar un camino, no un milagro”. Se insistió bastante en la EdC del último día antes de la Asamblea y de veras que me está sirviendo estos días. Rezar en la marcha para que dejase de llover en vez de pedir fuerzas para soportar la lluvia es parecido a pedir para que tus padres te sonrían a todo en vez de suplicar poder domar tu genio con sus enfados. Aun así, con una relación un poco tensa a veces, la marcha me hacía pensar mucho en mi padre (Boy Scout de toda la vida) y la noche del flamenco, en mi madre (bailarina hasta que yo cumplí tres años). Siempre me ha parecido que entre CL y ellos no hay punto de comparación y con estas dos cosas tan simples he podido reconocer que poner barreras por ignorancia o falta de fe, así, de primeras, es bastante incordioso (¿existe?).
Otra cosa que me asombró fue lo que se dijo en la EdC con los de Barcelona: seguir a Cristo no es ningún martirio… se ve en el modo en que se atiende en las Eucaristías, en el trato con los sacerdotes, en los cantos (algo que para mí fue un punto importantísimo, me ayuda y me facilita implicarme aún más, cosa que a veces cuesta) y sobre todo se entiende que no es un deber según qué cosas por la caridad de los testimonios (aluciné con Pulido) y la gratuidad de los de mantenimiento y pinches. Es lo que mucha gente dice pero de verdad que es realmente asombroso ver que todo se hizo por nosotros, por amor, por entrega… y este amor o viene de otro mundo o… Sólo me queda decir GRACIAS.
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