Entre los pupitres de los cincuenta mil estudiantes italianos que realizan este año el examen de acceso a la universidad, una chica cuenta cómo le ha ido en su primera prueba, lo que ha aprendido de sí misma sobre el folio, bolígrafo en mano
Querido Gianni, aquí estoy después de la “primera prueba”.
He elegido la opción de arte y literatura: amor, odio, pasión. Sonrío al pensarlo, me he divertido haciéndola. Me he divertido y me he implicado. De pronto me encontraba escribiendo cosas que nunca había pensado. Sin embargo, lo he hecho y creo que bastante bien. Ha sido un poco raro, porque no me había dado cuenta de todo el “bagaje cultural” que he adquirido en estos cinco años. He empezado por Dante y de pronto me he dado cuenta de que me sabía de memoria ciertas frases, ciertos versos preciosos. Igual que con otros autores, con los que puedo hacer un juicio crítico e interesante de su vida y su poesía. Pero lo más fuerte ha sido el hecho de que me he implicado por completo al escribir cada una de las frases. En cada línea hay un trozo de mí misma: cosas que me sucedieron ayer por la tarde en la visita a la tumba de don Giussani para encomendarle mis exámenes, o por la noche, cuando una amiga vino a verme a casa. He implicado todo, hasta el último minuto.
Aquel artículo de Vittadini que nos enviaste ha sido un punto de confrontación esencial: en esta prueba debemos ser nosotros mismos, con todo lo que hemos aprendido en estos años. Mientras escribía, me venían a la mente las miradas y los rostros de las personas que más quiero, y verdaderamente ha sido mi salvación. Todo se ha hecho más ligero, más factible. Parece una locura, ¿quién lo iba a decir?
Está emergiendo con insistencia la belleza que percibo cuando escribo, cuando tengo delante a ciertos autores que he estudiado. «Leer quiere decir encontrarse con el autor mismo», nos decía la profesora en clase. Han pasado cinco años, pero hay ciertas frases que no he olvidado. Qué bonito es conocer, entender algo. Hoy nos han dado las fechas y los horarios, el miércoles se acaba todo. Todo. Y sé que no es verdad que se acaba todo, porque ciertos recuerdos seguirán vivos, pero se me hace raro porque me sale al encuentro una realidad nueva. Está sucediendo realmente: debo dejar el nido. Sin embargo, ¿sabes una cosa? Nunca he estado tan agradecida, tan serena, porque quiero gustar y vivir de una vez por todas lo que he empezado a vislumbrar en este tiempo y verificarlo en la universidad. Estoy tranquila porque estoy agradecida. En tensión, por la curiosidad que siento.
Es bonito llegar al final del camino y entender tantas cosas. Realmente, todo cambia.
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