Estudio en el CEU y mis amigos me invitaron este año a ir al campamento de Picos. Acepté inmediatamente porque, si ellos decían que valía la pena, yo me fiaba, como me había fiado de ellos cuando me invitaron a hacer Escuela de comunidad, siguiendo el libro Huellas de experiencia cristiana, o a estudiar juntos todas las semanas. Todo esto había supuesto un bien para mí y me había ayudado a afrontar mejor todo el curso, y se lo debía a ellos.
Tenía tantas ganas de dar a conocer esta nueva amistad que me arriesgué a invitar yo también a un amigo que nunca había oído hablar de Cristo. Gracias a este amigo, y lo que ha significado para él el encuentro inesperado con una amistad que existe porque hay “algo más grande” que la une, he podido comprobar que todos los hombres, como decía Piccinini, «tenemos una exigencia de belleza, verdad, justicia y amor» cuya respuesta es Cristo.
Comenzábamos el día rezando los Laudes y ofreciéndolo al Señor, «poniéndonos frente a la realidad con una pobreza que es el modo más verdadero de estar frente a todo».
Todo se hacía con una intensidad y una dedicación enorme: los juegos, los cantos, la recogida de la mesa, la preparación de los eventos, como decía Piccinini, poniendo el corazón y la unidad de toda nuestra persona en cada cosa que hacíamos.
La excursión fue dura (sin embargo nadie se quejó) y tras una jornada agotadora llegamos a Collado Jermoso, nuestro objetivo. Para mí fue el momento más bello del campamento. Nos sentamos los 150 que éramos sobre un peñón, contemplando el sol que se ponía sobre un mar de nubes y comenzamos a cantar cantos alpinos. Ese momento se presentó como un regalo que nos hacía ver la belleza del camino que estábamos haciendo juntos.
Durante toda la semana nos acompañó el testimonio de Enzo Piccinini con el lema: “Sólo tú, Ideal, eres verdadero”, que nos invitaba a afrontar el Destino de cada uno en una compañía verdadera, porque «es necesario no estar solo». Frente a esto, he comprobado cómo la relación con mis amigos se ha hecho más fuerte y verdadera, porque ante las dudas que nos surgían necesitábamos de alguien en quien apoyarnos, aunque simplemente fuera dar motivos a un amigo para continuar la marcha o entender el sentido de rezar los Laudes nada más levantarse.
Junto con todo esto nos acompañaban también los testimonios de personas que habían ofrecido su vida a Cristo y que habían llegado a lugares como Moscú simplemente por seguir el Ideal por el que vivió Piccinini. Otros bachilleres habían preparado presentaciones y fragmentos teatrales: la 5ª sinfonía de Beethoven, poemas de Leopardi, pasajes de Calígula, de Miguel Mañara y diferentes cantos, que compartían un mismo objetivo, la búsqueda de la Belleza y el porqué de nuestra vida. ¿Para qué hemos sido creados? ¿Para qué hemos venido al campamento?
Con todas las cosas hermosas que hemos visto estos días se hace más fácil e inmediato comprender la gratitud que caracteriza la vida de Piccinini y muchos otros, y por la que no tiene miedo de ofrecerla en su totalidad. «¡Con la cantidad de cosas que nos han sucedido! ¡Imaginémonos lo que nos sucederá en el futuro! Nuestra vida es una aventura en la que vale la pena arriesgarse y ofrecerla con gratitud porque no nos pertenece».
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