Una parte fundamental de nuestros años de formación en Roma es la caritativa, que don Giussani nos ha indicado como un gesto que nos hace aprender a vivir como Cristo y a entrar en el significado de nuestra vida. Cuatro de las novicias nos cuentan su experiencia. María nos habla del momento semanal que pasa con las Misioneras de la Caridad en Roma.
Este año he comenzado con Laurence la caritativa en la casa Dono di Maria, de las Misioneras de la Caridad, cercana a San Pedro, una vez a la semana. Desearía contaros dos hechos acontecidos en estos meses de caritativa.
La primera vez que fuimos no sabíamos en qué consistiría verdaderamente el trabajo de nuestra caritativa. Sabíamos que podríamos tener que ayudar a preparar la cena, a limpiar los baños y se nos había invitado a estar disponibles. Hice todo el camino hasta San Pedro pidiendo dentro de mí esta disponibilidad y pensando: ¿y si me piden limpiar baños? Lo haré. ¿Si me piden estar con los sin-techo? Lo haré. ¿Si me piden hacer la cena? Lo haré. Estaba tan contenta y agradecida de hacer allí la caritativa que quería hacer cualquier cosa, aun las más pesadas.
Para mi sorpresa, lo que se me ha pedido era lo único que no podía esperar: preparar y estar presente en la adoración. He pasado la mayor parte del tiempo del primer día de rodillas, delante de Jesús. Y dentro de mí entendía que Él, una vez más, estaba corrigiendo mi actitud: la caritativa no es antes de nada un hacer por mi parte (como, por otra parte, nada del día), sino un estar delante de Él.
Porque si no es así, el hacer cansa y basta. Así, ahora, todas las veces que voy a la caritativa hago memoria de aquel primer momento y rezo para vivir cada momento (también el trabajo) en adoración.
El segundo hecho es que hace un mes murió uno de los voluntarios que trabajaba con nosotros en el reparto de comidas. Ha sido algo imprevisto y todos estábamos un poco afectados. El día posterior a su fallecimiento estábamos allí y frente a la noticia parecía que no había nada que se pudiera decir. Había un gran silencio. Tras un rato, una de las hermanas propuso rezar el Rosario mientras preparábamos la cena. Y así la oración fue la palabra que decir, la única palabra a la altura.
Me impactó muchísimo cómo el hacer y la oración eran una sola cosa. Era nuevamente estar frente a Jesús. Es la única razón que mantiene juntas a personas de todos los continentes que nunca se han visto. Este estar frente a Jesús en cada cosa, como se ve estando con las hermanas, es lo que genera una comunión y una gratuidad que son posibles solo si Él está.
Aprendo en la caritativa este vivir todo en presencia de Dios, que me hace libre y alegre en el hacer o en el no hacer, delante de la vida o de la muerte.
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