Entre los 17 cardenales creados este sábado se encuentra el padre Simoni, el único sacerdote vivo que conoció el régimen de Enver Hoxha en Albania. La carta de un amigo suyo albanés, ahora residente en Estados Unidos, que nos cuenta la historia de este nuevo cardenal.
He intentado en vano encontrar un video “decente” de este anciano sacerdote albanés de mi tierra, que el Papa Francisco ha elegido como cardenal, pero todo lo que hay es bastante “pobre”.
Avanzado octogenario, con su jersey de lana (quizás el más elegante que tenía para una retransmisión televisiva en el estudio de TV2000), a veces le cuesta hablar, pero mantiene firmemente presente las enseñanzas de Jesús, saltando de un tema a otro con cierta dificultad por los problemas que la edad le va causando…
Sin embargo, sigue conservando una mirada de niño que te desarma. Ernest Simoni pasó 28 años en la cárcel y haciendo trabajos forzados, dos veces fue condenado a muerte por el régimen comunista de Enver Hoxha. Fue condenado por obedecer a la Iglesia y al Papa. «Serás ahorcado como enemigo por decirle al pueblo que todos moriremos por Cristo si fuera necesario (…) y por haber celebrado tres misas por la difunda alma del presidente americano John Kennedy, por indicación de Pablo VI a todos los sacerdotes del mundo».
Se salvó gracias al mismo magisterio por el que le habían condenado. «Llevaron a la celda de aislamiento a otro prisionero, un querido amigo mío, que tenía la tarea de espiarme. Él empezó a hablar en contra del partido, pero yo le respondía igualmente que Cristo nos enseñó a amar a los enemigos y a perdonarlos, y que nosotros debíamos luchar por el bien del pueblo. Estas palabras mías llegaron a oídos del dictador, que cinco días después me libró de la pena de muerte». Durante su encarcelamiento decía la misa en latín todos los días de memoria, confesando y repartiendo la Comunión a escondidas. Perdonando a sus carceleros, aunque nunca le pidieron perdón.
Al día siguiente de la reapertura de las iglesias en Albania, en 1992, retomó su misión como sacerdote católico al servicio de más de 110 pueblos del norte. Así, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera habido interrupción alguna.
Esta carta no quiere ser uno de tantos artículos periodísticos, sino solo una reacción a las palabras de Julián Carrón en la Página Uno titulada “La forma del testimonio”. Al buscar un video decente y no encontrar más que la presencia física de un mártir viviente, el testimonio de Ernest Simoni se impone poderosamente ante mí como evidencia de que no depende de mi capacidad, pues «no soy yo, es Cristo quien vive en mí». No es una dialéctica ni una pose televisiva, sino una fidelidad, la fidelidad viva a lo que ha recibido, la fidelidad y la disponibilidad a Jesús que siempre le guía.
Con Jesús ha vencido a todo, al miedo, a la angustia, ante el presente y ante el futuro, llegando hasta nosotros para testimoniar esto. No tiene nada más que demostrar. La fidelidad y el sacrificio de una vida –junto a la de sus 38 amigos mártires albaneses, beatificados el pasado 5 de noviembre– que misteriosamente está en la raíz de mi encuentro cristiano con el carisma de don Giussani, y con la Iglesia de Cristo, hace más de 14 años.
Qué libertad la del Papa para otorgarle este título. Que no le convierte en nada, sencillamente lo reconoce.
Denis Atchison, Kansas (Usa)
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