Una monja ugandesa famosa en América, nombrada heroína del año por la CNN e incluida entre las cien personalidades más influyentes del mundo según la revista Time. Ha dedicado su vida a acoger y devolver su dignidad a miles de almas martirizadas, mutiladas y machacadas, obligadas a matar a sus propias familias tras ser secuestradas y adiestradas por los guerrilleros ugandeses del Lord Resistence Army (LRA), el proyecto del tirano Joseph Kony, que se dedicó a sembrar el terror en Uganda desde finales de los años ochenta hasta los primeros años 2000.
La suya es una historia sencilla, una llamada dentro de la llamada la llevó a dirigir una escuela en Gulu, epicentro de la violencia del LRA. Allí ha enseñado un oficio a miles de chicas que vivían como salvajes, ayudándoles a recuperar una vida normal.
«Muchas veces le pregunté a Dios por qué el hombre es capaz de tanto mal como el que he visto en estas chicas, en sus rostros deformados por los golpes y en sus cuerpos mutilados. Pero luego entendí que esta no era la pregunta que había que hacer. Debía aportar mi contribución con sencillez, ayudarlas en las pequeñas cosas para que pudieran volver a empezar desde el punto en el que estaban, desde el presente».
Una monja costurera, cocinera, partera, enfermera, profesora, que reparte esperanza y «caldea» los corazones de estas chicas, animándolas, enseñándolas a trabajar y ayudándolas a conseguir una independencia económica. Un trabajo largo y paciente, un camino de amistad y compasión que lleva a estas jóvenes a abrirse, a arrepentirse y a domar su ansia de venganza por el mal sufrido. Así, poco a poco, abandonan su existencia en manos de esta monja tan práctica y exigente, que siempre dice que hay que hacer cada cosa bien y con cuidado.
«La fe es mejor practicarla que predicarla», afirma Rosemary. «Yo entrego mis energías y mi fidelidad a los pequeños gestos en el lugar donde Dios me ha puesto, no me preocupa hacer grandes cosas. Hago las cosas normales de todos los días, con devoción. Enseño a coser y cocinar, dialogo y camino con estas chicas».
La mayor alegría de sor Rosemary es ver la transformación «from trash to treasure»: de una vida perdida y arruinada, al florecimiento de un nuevo tesoro, una vida que vuelve a esperar y a caminar.
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