El padre Francesco Patton es el nuevo Custodio de Tierra Santa. Tiene 53 años y hasta la semana pasada era ministro provincial. Ahora toma el testigo del padre Pierbattista Pizzaballa, guía de los franciscanos en Oriente Medio durante los últimos doce años.
¿Cómo ha acogido esta nominación, aprobada por la Santa Sede, el nuevo Custodio?
Con sorpresa y también con temor y temblor, sabiendo que se trata de una realidad compleja y delicada, muy importante para la Orden y también para la Iglesia.
¿Qué le une especialmente a Tierra Santa?
Mi vínculo como franciscano. Francisco amó esta Tierra y se dirigió allí como peregrino. Mi vínculo nace mediante los hermanos que he conocido, que han vivido allí y que allí han dado su vida, bien mediante el servicio a los santuarios, en la enseñanza o en la investigación. Este es otro rasgo característico de la Custodia de Tierra Santa, con la facultad de Arqueología bíblica y exégesis, el Studium Biblicum Francescanum. A eso se añade un gran compromiso de investigación arqueológica por parte de los hermanos en Tierra Santa durante los últimos siglos. Gracias a este compromiso, ha habido una recuperación de lugares fundamentales, como Cafarnaún, la casa de Pedro y otros muchos. Esto también forma parte de nuestra historia y del compromiso de la Custodia misma.
Antes del inicio de esta importante misión, ¿tiene algún mensaje para las comunidades cristianas de tierra Santa?
A las comunidades cristianas de Tierra Santa les diría que llego con gran humildad, casi de puntillas. Traigo un gran amor en el corazón por esta Tierra. Pido también ser acogido y ayudado en el desarrollo de mi servicio para el bien de las personas que viven allí y de las que van por motivos de estudio, como peregrinos o sencillamente por curiosidad hacia estos lugares. Pero lo que pido sobre todo es que me acojan como a un hermano.
Como un hermano que lleva un nombre importante, el de Francisco… Una referencia al fundador de los franciscanos, pero también al Papa actual.
Ambos llevan el mismo nombre, sí. Yo mismo llevo ese nombre. Sabemos que ese nombre también implica un esfuerzo por construir puentes, por construir el diálogo, la paz. El saludo franciscano es precisamente: “El Señor os dé la paz”. Creo que no es solo un saludo, sino también un programa de vida.
Al principio del siglo XIII, san Francisco de Asís fue a Oriente Medio, a estos lugares que constituyen un testimonio de la revelación de Dios. Son lugares que hoy han cambiado mucho, pero el amor por Cristo, pobre y crucificado, sigue alumbrando esta tierra martirizada, llena de esperanza para la humanidad. ¿Qué espera usted?
Mi esperanza es la de poder vivir allí según el estilo de san Francisco. Sabemos que en 1219, cuando fue a Tierra Santa, supo vivir la realidad del encuentro. Creo que, como sugiere el propio Papa Francisco, esta es una tierra donde es importante construir puentes. Luego, evidentemente, para nosotros tiene un significado muy especial, pues es la tierra donde tuvo lugar la encarnación, la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, para nosotros es tocar, me atrevería a decir, la carne de nuestra fe.
¿Cuáles son hoy los rasgos distintivos de esta importante y valiosa presencia franciscana en Tierra Santa?
Los rasgos distintivos son la custodia de los santuarios, es decir, de los lugares ligados precisamente a la presencia bíblica y a la propia vida de Jesús: los lugares donde él vivió, predicó, murió y resucitó. La Custodia de tierra Santa tiene claramente una presencia más amplia en Oriente Medio porque comprende también Siria, Jordania, Egipto, el Líbano, y tiene presencia en Rodas y Chipre. Se trata, pues, de una presencia por todo Oriente Medio, y una presencia que debe ser pastoral, religiosa y espiritual. Pero sabemos que en este momento también tiene que ser una presencia de reconciliación y de paz.
Amar, por tanto, las piedras que constituyen la memoria de Jesús, pero amar también las “piedras vivas”, las comunidades cristianas presentes en esta tierra.
Sin duda. No se puede amar las piedras que remiten al misterio de la encarnación y no amar a las personas en las que continúa ese misterio encarnado. Sabemos que la Custodia de Tierra Santa tiene también un significado pastoral en el cuidado de los cristianos de rito latino presentes en Tierra Santa, y también un significado social, mediante una presencia en las escuelas, en la educación… No es solo, por tanto, una presencia espiritual sino también una espiritualidad a su vez encarnada.
Tierra Santa es también una tierra de peregrinación. Estas peregrinaciones, estos itinerarios de fe, ¿pueden ser también instrumentos privilegiados para promover la fe?
Las peregrinaciones son un instrumento fundamental para sostener la presencia cristiana en Tierra Santa. De hecho, gracias a las peregrinaciones los cristianos locales tienen trabajo y la posibilidad de una vida digna. Además, las peregrinaciones son una forma de dar a conocer esta realidad, esta tierra, los pueblos que viven allí, y hacerlo de tal modo que haya también un amor por parte de los peregrinos, no solo a los lugares, sino también a las personas. Claramente, las peregrinaciones son también y sobre todo una experiencia de fe, porque en la peregrinación se entra en contacto con lo que es nuestra historia y los lugares de la historia de la salvación.
¿Cómo se une la misión de custodiar Tierra Santa con los esfuerzos por la paz y la reconciliación?
Creo que se une de muchas maneras, porque se une mediante contactos cotidianos con personas, entre personas. Se une mediante un estilo de vida en esos lugares. Se realiza en el ámbito de la educación, pues las escuelas son lugar de encuentro de chavales y jóvenes de diversas procedencias étnico-religiosas. Se realiza también, y sobre todo, mediante un estilo de vida que es un estilo de vida dialogante y pacífico.
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