«Es un íncipit para mí...». Luego cita a san Pablo: «Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor».
Palabras que dice mientras está sentado en una butaca de su casa en Barletta. Es Salvatore Mellone. Mejor dicho, "don" Salvatore desde el pasado jueves. La ordenación sacerdotal le ha llegado a los 38 años, aunque no entró en el seminario hasta el año 2011. Un camino acelerado para él en los últimos días al agravarse la enfermedad que sufre desde el segundo año de seminario, y que ahora ha entrado en fase terminal.
De modo que ahí estaba el 16 de abril, en su casa, rodeado de familiares, sacerdotes y amigos, recibiendo la imposición de manos del arzobispo de Trani, monseñor Giovan Battista Pichierri, y pronunciando su primera bendición para el Papa Francisco. Una promesa que el mismo Santo Padre le pidió expresamente cuando le llamó el martes anterior.
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