Amigo personal de Benedicto XVI, curioso observador del Papa Francisco, David Rosen es una figura central en las relaciones entre cristianos y judíos. Vive en Jerusalén, desde donde mira con «gran entusiasmo» las celebraciones de la Pascua hebrea y cristiana. Mucho más que una coincidencia cronológica
Profesor Rosen, ¿qué significa para usted la Pascua hebrea? ¿Cómo la celebra, y por qué?
Todos los días necesito volver a hacer la experiencia que vivieron los israelitas al ser liberados del yugo de la esclavitud. Liberarme, continuamente, de las esclavitudes cotidianas que todos experimentamos. Pero sólo la presencia de Dios lo hace posible. La Pesah (literalmente: pasar más allá) es un acontecimiento clave en la historia del judaísmo. Se trata del primer evento colectivo donde se manifiesta la presencia de Dios. Ya no es el Dios que habla a Abrahán, a Noé o a los patriarcas, sino el Dios que habla a todo el pueblo de Israel y le libera. Todas las leyes del judaísmo tienen su origen en ese acontecimiento clave de nuestra historia: la dignidad humana, el amor de Dios por todas sus criaturas, el sentido mismo de la presencia de Dios. Se trata de un acontecimiento histórico, sucedido en un momento preciso de la historia.
El calendario de este año contempla la coincidencia de la Pascua judía, la católica y la ortodoxa. ¿Qué vínculo existe entre estas festividades, puesto que a lo largo de la historia la Pascua ha sido uno de los elementos de división entre judaísmo y cristianismo?
No se trata sólo de una afortunada coincidencia cronológica. Jesús celebró la Pascua judía con sus discípulos antes de su Pasión, y el hecho de que la última cena sea uno de los acontecimientos más importantes para los cristianos de todo el mundo encuentra en la tradición hebrea una correspondencia particular. Jesús conservó los símbolos del judaísmo – podríamos decir – con una cierta continuidad durante su vida. La Pascua cristiana – este año especialmente – enriquece la Pascua hebrea. Enriquece ante todo mi forma de vivir la Pascua, y me alegro de poder celebrarla juntos, judíos y cristianos, en todo el mundo.
Como rabino, ¿cómo ha vivido usted este primer año del Papa Francisco?
Creo que ha sorprendido a todos, incluso a sí mismo. Muchas veces me he sorprendido leyendo los periódicos: hasta la prensa más anticlerical ha tenido palabras de afecto y admiración hacia el Pontífice. Es simpático, ha hecho de la misericordia el punto fuerte de su pontificado, ha sabido dialogar con la gente. Se ha convertido en la personalidad más relevante de nuestro tiempo.
¿Cree que las relaciones entre judíos y católicos mejorarán con Francisco en la Cátedra de Pedro?
Sin duda. No olvidemos que el cardenal Bergoglio en Buenos Aires participaba en las celebraciones de la comunidad hebrea y en algunas conmemoraciones para recordar la Noche de los Cristales Rotos. Como obispo mostró una profunda solidaridad cuando Hezbolá atentó contra la comunidad judía provocando un gran número de víctimas. Escribió un libro con un rabino y tiene muchísimos amigos hebreos. Creo que es el único Papa, hasta hoy, que ha vivido junto a una comunidad judía, conociendo directamente a rabinos y fieles.
¿Cuáles podrían ser los resultados concretos de este camino común?
Creo que el Papa Francisco puede llevar adelante las grandes correlaciones teológicas que unen a judíos y católicos de arriba abajo, entre la gente. Este – en mi opinión – es el aspecto más importante. Que las enseñanzas de la Nostra Aetate (el documento del Concilio Vaticano II sobre las relaciones con las demás religiones; ndr) pasen a formar parte de las enseñanzas en las escuelas católicas y en los seminarios. En otras palabras, este Papa – con la sencillez que caracteriza su mensaje – puede tomar la teología y darle un enfoque práctico, en términos de formación de sacerdotes y de difusión del mensaje entre los fieles.
¿Qué espera del viaje de Francisco a Tierra Santa, previsto para el mes de mayo?
Desafortunadamente, será un viaje muy corto, y no habrá tiempo para un evento específico dedicado al diálogo interreligioso (como en cambio sucedió con Benedicto XVI). Es el lamento de muchos. ¿Pero sabe qué le digo? No importa. El Papa Francisco es un hombre muy grande, y su viaje será un éxito. Creo que será una posibilidad humana para todos: palestinos, israelitas y jordanos. Su carisma es algo extraordinario, que verdaderamente no se puede comprender hasta el fondo.
(con la colaboración de Andrea Avveduto)
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