«Sólo se aprende el cristianismo cuando miramos a los testigos». Por esta razón, el arzobispo de Milán, Angelo Scola, invitó el pasado 26 de febrero al cardenal Louis Antonio Tagle, obispo de Manila, para que contara su experiencia a todos los fieles de la diócesis ambrosiana. «Los desafíos que vive la Iglesia en nuestra ciudad», prosigue Scola, «son los mismos que en cualquier otro contexto urbano. ¿Qué significa evangelizar hoy en una metrópolis?». Un tema al que el obispo de Milán ya dedicó su última carta pastoral, convertida en un punto de partida para dialogar con otras realidades de la Iglesia en todo el mundo.
«No hablo mucho italiano, así que espero que el pueblo milanés sea compasivo conmigo». El cardenal Tagle muestra un rostro alegre y desde sus primeras palabras se nota que es un hombre acostumbrado a estar en medio de la gente. Su ciudad, Manila, en ciertos aspectos se parece a Nueva York o a Shanghai: rascacielos, tiendas de lujo, hoteles. Pero nada más salir del centro, la degradación, la miseria. Muchas personas viven de lo que recogen en contenedores de basura, mientras que otros van por la calle conduciendo coches carísimos: es la contradicción de la metrópolis actual, donde reina el caos, pero que lleva consigo un gran desafío.
«En la ciudad resulta muy difícil encontrar una grieta», explica Tagle: «Ya no quedan “espacios vacíos”, no podemos construir nuevas iglesias, escuelas o centros pastorales. ¿Cómo hacer, entonces? La evangelización es el esfuerzo de la Iglesia para encontrar un espacio en el que las personas puedan encontrar a Jesús. El lugar privilegiado para encontrarle en cambio no está, como solemos pensar, hecho de ladrillos sino de carne. Él sale al encuentro en la sed de significado que tienen los hombres, en sus sueños y deseos, en su condición de vida herida y rota. El lugar privilegiado para encontrar a Jesús es el espacio humano».
Como demuestra el encuentro que él tuvo con una joven adolescente, hija de uno de sus mejores amigos, que quería irse de casa. «El padre me imploró que fuera a hablar con ella», relata Tagle, «así que fui a verla y le pregunté qué iba mal. Ella me respondió: “Mi padre me dice que no fume pero él fuma como un carretero. Mi madre me dice que no gaste dinero, pero ella en un fin de semana se gasta el sueldo. Son personas falsas y tú eres falso”. Frente a ella me pregunté: pero esta chica, ¿es una amiga o una enemiga? Es una amiga, es una voz que grita por la falta de autenticidad en la familia y en la sociedad. Ella era un espacio humano, donde yo encontré a Jesús».
La evangelización también es el don de la presencia de Cristo mediante la Iglesia. En Manila, de hecho, las parroquias son muy activas, muy cercanas a la gente que sufre. Una vez a la semana abren sus espacios para que quien lo necesite pueda darse una ducha, lavarse la ropa y tomar un plato caliente. Todos los fieles están invitados a ahorrar medio céntimo al día para donárselo a quien no tiene nada. Luego están las casas de acogida para personas con discapacidad y víctimas de abusos, las visitas a presos y enfermos, y el apoyo a inmigrantes. «Las parroquias», subraya Tagle, «están llamadas a ser una casa, un lugar de fraternidad y de esperanza. El pastor y los fieles deben caminar juntos como una sola familia».
La presencia de Cristo también está en el rostro de estas personas pobres. En una de sus visitas pastorales, Tagle se puso a jugar con una niña que vivía en un basurero. Ella, toda sucia, empezó a tocarle la nariz de repente exclamó: «pero tú eres el hombre de la foto que acaban de colgar en mi parroquia». Él, bromeando, respondió: «No, no soy yo». La niña, a punto de echarse a llorar, le preguntó: «Entonces, ¿quién eres tú? ¿Y quién es ese hombre que está en la foto?». «Me había reconocido porque ella siempre va a la parroquia», explica el cardenal: «Una niña inocente, que vive en medio de la basura, frecuenta a Jesús. Me impresionó la sencillez de su fe. Para mí es una gracia poder encontrarme con estas personas. Son las huellas de la presencia del Señor».
La misma experiencia que en otro de sus encuentros. «Después de uno de los últimos tifones que azotó nuestro país, me encontré charlando con una mujer que lo había perdido todo y le pregunté cómo pasarían la Navidad ella y su familia al no tener ya casa ni nada. Ella me dijo: “Padre, quizá por primera vez entendamos qué significa de verdad la Navidad”. Me quedé sobrecogido, me esperaba un grito de rabia o un lamento por la falta de alimento y de dinero. Pero no. La catástrofe se había convertido en ocasión para entender mejor la Navidad. Esta mujer, en aquel momento, estaba respondiendo a la llamada del Señor en medio de la devastación. Todo esto no es un esfuerzo humano, no es una mentalidad que uno adquiere. Se llama conversión. Con estos pequeños hechos empieza el cambio de toda una metrópolis».
Los espacios humanos, los espacios de la Iglesia. ¿Y los de los medios de comunicación, e internet? «Hay que estar presentes también allí, son medios de evangelización muy importantes». Tagle está convencido de ellos y bromeando un poco cuenta que, después de unos encuentros que tuvo en las universidades de la capital filipina, los jóvenes le pidieron hacerse una foto con él para subirla a Facebook y Twitter. «Eso es hermoso», continúa, «es un modo de estar presentes en la red. No hay que tener miedo». Incluso está seguro de que es bueno estar también en la televisión: Tagle participa en dos programas en los que comenta las lecturas, reza y responde a las preguntas del público. «Gracias a estas retransmisiones puedo estar en contacto con todos los filipinos repartidos por el mundo, los que se han visto obligados a marcharse para mantener a su familia». Precisamente a ellos, a los filipinos emigrados, quiso hacer un llamamiento: «Nuestra tierra tiene fuertes raíces cristianas, somos un pueblo de fe viva, hemos tenido incluso muchos mártires entre nosotros. Queridos amigos, sed testigos en los lugares en que os encontráis. Llevad la fe católica con vosotros. Esa es vuestra misión».
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