Hay un niño de tres años y medio, en el Hospital Nacional de Parapléjicos, que se llama David. Es encantador y espabiladísimo, muy listo. Tiene una cara preciosa, sus ojos, su sonrisa se quedan grabados, y uno desea volver a verlo. Habla, que es una delicia oírle.
Al verme le preguntó a su mamá que quién era yo. Y como el niño no sabía lo que era una religiosa, una monja que iba así vestida, su madre tuvo la gran ocurrencia de decirle que era: la amiga del Ángel de la guarda, al que él le reza todas las noches. En su cuarto tiene dos escayolas con el ángel de la guarda. Dos, porque David le hizo tanta gracia a la señorita de la tienda que le regaló otro ángel. Me parece preciosa la manera de hacer sentir una madre a su pequeño la devoción al Ángel de la guarda. Me ha dicho cómo se sabe la conocida oración: Ángel de la guarda, dulce compañía… David después pide por toda su familia nombrándolos y al final se le ha ocurrido decir: y por todo el mundo mundial.
Me ha encantado cómo la madre le ha transmitido en su lenguaje y en su experiencia lo que es una religiosa: “La amiga del Ángel” de la guarda, y claro, él sí que sabe quién es el ángel de la guarda al que reza y acaricia todas las noches. A David le debe de haber gustado y así me llama. Cuando le preguntamos quién soy, dice de una manera que me llena de gozo, alegría y ánimo: la amiga del Ángel de la guarda. ¡Lo contenta que estoy con mí título! Todas las mañanas cuando veía a David le preguntaba quién era yo para oírle decir: “La amiga del ángel de la guarda”. Pienso en el título, en el sobrenombre que asignamos a las personas, en el distintivo que les adjudicamos…Dios quiera que sean expresión de algo bueno. Creo que ya me acordaré siempre de David y de su madre para conceder “sobrenombres positivos”, sobrenombres que hagan bien a la persona, le causen alegría y sean como un saludo lleno de luz y de estímulo.
Pueden suponerse lo que me gustó el título y el bien que me ha hecho. ¡Vaya! “Ser amigo” es lo mejor que hay en la vida, y encima del Ángel de la guarda. Me ha hecho pensar mucho esta definición tan original, que de ninguna manera me pareció insignificante. Pone de manifiesto la manera de ir por la vida de la madre y del hijo, la manera de juzgar y reconocer. Imagínense el diálogo de la madre y del pequeño. Qué mirada y qué corazón los de esa madre para, en estos tiempos concretos, decirle a su hijo que una religiosa, una monja: es la amiga del Ángel de la guarda. Evidentemente es una persona de buena intención ante la vida, y tiene una manera de ver y reconocer la realidad que hace bien. Una mirada así a uno le limpia y le sirve de estímulo, de llamada a despertar lo que puede haber de bueno en nuestro interior. Es precioso, la persona consagrada a Dios es “la amiga del Ángel de la guarda”. Fui a buscar el Youcat, el catecismo que el Papa Benedicto regaló a los jóvenes en la JMJ en Madrid, para buscar “ángel de la guarda”: «Los ángeles son criaturas de Dios…viven constantemente en la presencia de Dios y transmiten a los hombres la voluntad y la protección de Dios». «Un ángel – escribió el cardenal Ratzinger – es como el pensamiento personal de Dios mediante el cual Dios se vuelve hacia mí. ¿Se puede establecer relaciones con los ángeles? Sí. Se puede pedir ayuda de los ángeles y solicitar su intercesión ante Dios. Cada persona recibe de Dios un ángel custodio. Rezar al ángel de la guarda por uno mismo y por otros es bueno y sensato… los ángeles pueden hacerse perceptibles como portadores de una noticia o como acompañantes que ayudan. La fe no tiene nada que ver con los falsos ángeles del esoterismo» (el esoterismo, esas doctrinas ocultas, reservadas), y sí, desde luego, con lo que dice Jesús de Nazaret: «Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».
He contraído una deuda de gratitud con la mamá de David y con David. Como soy “la amiga del ángel de la guarda” que está viendo siempre en el cielo el rostro del Padre, lo lógico, lo normal, lo verdadero, es que trate de amistad con él, y que le rece (como David, que lo hace por las noches) para que me ayude a saber mirar y fijarme en los demás, para que mi corazón y mi mirada se limpien y él los mire con su mirada. También, claro, rezo para que David y su mamá lo sigan sintiendo siempre a su lado.
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