«¿Cuál es el rostro de la Iglesia si miramos desde el Este del mundo?». Al día siguiente de la publicación de su entrevista al papa Francisco, Antonio Spadaro dirigió esta pregunta al arzobispo de Manila, Luis Antonio Gokim Tagle, durante un encuentro celebrado en el salón de Villa Malta en Roma, sede de La Civiltà Cattolica. Este cardenal (56 años) es el más joven de los que participaron en el último cónclave, del mismo modo que la parte más joven de la Iglesia es aquella de la que él procede. Una Iglesia con gran energía que, sin embargo, como recordó el director de La Civiltà Cattolica citando al Papa jesuita, debe cuidarse de no «sentirse autosuficiente», y construir el futuro junto a las comunidades más antiguas, «unas con su fuerza y otras con su sabiduría».
Y precisamente sobre cómo llevar el anuncio cristiano a las jóvenes iglesias de Asia fue de lo que habló el cardenal Tagle, destacando que en estos países es necesario fundamentar la misión sobre el relato de la historia de Jesús. «Una historia nunca es sólo una historia. Es la vida misma que tiene una estructura narrativa propia y contarla nos sale tan natural que no reflexionamos siquiera sobre su importancia». Por eso, el arzobispo de Manila quiso detenerse sobre por qué «contar», la vida de Jesús en particular, es algo esencial.
«Nuestras mejores historias se basan en la experiencia». Pero la narración se hace aún más incisiva en el momento en que «desborda la vida de quien la cuenta». Recordando las palabras de Pablo VI, reiteró que «el hombre contemporáneo escucha con más gusto a los testigos que a los maestros». Los primeros apóstoles no hicieron más que contar lo que les había sucedido. «No puede haber un camino para la Iglesia en Asia sin una experiencia de Jesús».
El cardenal puso el acento en la necesidad que tienen de contar este relato los «cristianos asiáticos que están entre los pobres» y que viven en contacto con las culturas de aquellos países. «Hay que pasar de la missio ad gentes a la missio inter gentes». Palabras que recuerdan a la invitación del papa Francisco de «salir al encuentro de las fronteras y no traerse las fronteras a casa para darles un barniz y domesticarlas».
Las historias, por tanto, sirven como fundamento de la identidad persona y de la comunidad. En primer lugar para el propio narrador, que se pone en primera persona al relatar cómo la vida de Jesús ha entrado en su misma vida. Pueden transformar también a quienes escuchan, porque la narración se entreteje con la historia del oyente, que reconoce en lo que escucha la verdad de lo que él mismo experimenta. De este modo, la Iglesia que habla de Jesús debe ser también una Iglesia que escucha, debe entrar en los ámbitos y en los lenguajes de quienes tiene delante. No debe imponer lo que cuenta porque entonces no la escucharían, debe confiar en la vitalidad de la historia que ofrece. Citando a Juan Pablo II, Tagle recordó que nosotros compartimos el don de Jesús no para hacer proselitismo, sino para servirle a Él. «Dejemos que sea la historia de Jesús la que abra los corazones. Las culturas asiáticas son sensibles al desafío que esta historia lanza a su libertad».
Un relato puede narrarse de modos distintos, pero «las historias de santidad siguen siendo las más convincentes. Las vidas de los santos y de los mártires testimonian cómo Jesús incide en la vida de las personas».
Por último, el cardenal quiso recordar que Cristo es «el Logos, la historia de Dios, maestro de los narradores del reino. Mirémoslo. Aprendamos de Él. Su historia habla del Abbá y del cumplimiento al que conduce la relación con Él».
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