«Este encuentro con el padre Vladimir Vorobev, rector de la Universidad Ortodoxa San Tijon, es un gran acontecimiento para todos nosotros». Así comenzó Emilia Guarnieri, presidenta de la Fundación Meeting, el encuentro que explicaba la exposición sobre los mártires rusos. La presencia en Rímini del padre Vladimir Vorobev tiene su origen en la historia de los años cincuenta y sesenta, cuando don Giussani comentaba con los jóvenes los cantos rusos: «A nosotros comenzaban a llegar los ecos de la predicación del padre Vsevolod Spiller, que en pleno régimen soviético invitaba a la conversión a Cristo: ‘Nosotros somos de Cristo, mientras que el mundo no es de Cristo. Nosotros creemos en el Verbo que se ha hecho carne y ningún arma podrá quitarnos esta conciencia’», contó Guarneri.
Emilia Guarnieri recordó cómo don Giussani les hablaba, frente al icono de la Santísima Trinidad, de la comunión entre los cristianos, y cómo ésta sostenía al padre Romano Scalfi en su labor con Rusia Cristiana. «Con el padre Vladimir Vorobev compartimos lo esencial, que es Cristo, Cristo que ha resucitado, y por eso escuchamos su relato, que nos cuenta cómo la luz continuó resplandeciendo incluso después de setenta años de persecución». Un disidente exhortaba a sus compatriotas: «No tengáis miedo de los gulag: allí Cristo es mucho más cercano». Guarnieri lo recordó al tiempo que invitaba a todos a visitar la exposición “La luz resplandece en las tinieblas. El testimonio de la Iglesia ortodoxa rusa en los años de persecución soviética”, resultado de la colaboración entre diferentes universidades.
Con pelo y barba blancos, el padre Vladimir Vorobev hizo un recorrido por la historia de la Iglesia durante el régimen. Con la elección de San Tijon como patriarca de Moscú, la Iglesia rusa se preparaba para la persecución, y ya en 1917 comenzaban los primeros arrestos y fusilamientos de sacerdotes, obispos y cristianos de a pie. El padre Vorobev hizo un recorrido por algunos de los mártires más significativos en su vida. En 1990 se publicó una carta de Lenin del año 1917 en la que el líder comunista escribía que lo mejor era matar al mayor número posible de religiosos y de burgueses contrarios al régimen. Comenzaron las confiscaciones de bienes, los destrozos y los sacrilegios en iglesias y monasterios. El 7 de abril de 1925 murió San Tijon, probablemente envenenado, y sus sucesores terminaron todos en la cárcel, en los lager de Siberia. La persecución tuvo un pico, entre los años 1937 y 1938, cuando hubo millones de muertos, aunque nadie sabe exactamente cuántos debido a que no había ningún tipo de registro. El padre Vladimir presentó una serie de retratos de monjes y obispos que terminaron en los lager o muertos por martirio. Mientras tanto, las escuelas soviéticas enseñaban que la vida sin sacerdotes ni monjes era bonita y que se vivía gracias a la ciencia.
¿Pero cómo pudo entonces conservarse la fe? «Hubo un pequeño y santo resto de sacerdotes que sobrevivieron. Verdaderos santos que transmitieron la fe a los jóvenes. Yo he tenido la suerte de conocer a muchas de estas personas». El padre Vladimir Vorobev continuó su exposición contando sus encuentros con numerosos “Starec”, hombres llenos de gracia que ayudaban a vivir cristianamente a pesar de las persecuciones. Recordó la figura del padre Pavel, que tenía el don de la clarividencia (respondía a preguntas que todavía no habían sido formuladas); el monje Tavknov, que en el páramo de Riga recibía a unas seiscientas personas al día que encontraban respuesta a sus problemas en sus homilías; o el padre Tijon Pelich, que pasaba el día confesando a los fieles.
El encuentro terminó con la presentación de un icono de mártires y confesores de la Iglesia rusa del siglo XX, sobre los cuales se construyeron los fundamentos de la Iglesia actual. El público manifestó el entusiasmo por su intervención con un aplauso larguísimo, interminable, y el padre Vladimir concluyó diciendo: «Me alegro de que hayáis acogido tan cálidamente mis palabras sobre los mártires. Sólo de la fe puede hacer vivir al mundo, aunque siempre habrá persecuciones, como Cristo profetizó».
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