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El torrente, la referencia y el testimonio

Carmen Pérez
15/10/2012 - La Criba

Pensemos en una mujer como Teresa de Ahumada en el siglo XVI. En la situación de la mujer en ese contexto histórico y social. Es una mujer que sirve de referencia, de apoyo, de juicio, da a conocer hechos verdaderos, pone en relación con la justicia, con la verdad, remite a lo importante, y por todo ello tiene un papel que puede ser definitivo en la vida del que se acerca a ella. Y claro es así porque es una mujer que tiene referente, que tiene su punto de mira, sabe por donde camina y sabe a que atenerse en los temas claves de la vida. Nadie puede pensar en Teresa de Jesús como una mujer “light”.
Todos sabemos lo que es algo light. Algo sin calorías, algo que ha perdido parte de sus caracteres esenciales. Teresa de Jesús en cambio es una mujer que vivió con intensidad la riqueza de su condición humana. Algunos dicen que compaginó a lo largo de su vida la más rica humanidad con su honda espiritualidad. No lo veo exacto, porque en esta expresión subyace un dualismo. ¿Puede estar separada en el ser humano la humanidad y la espiritualidad? ¿Puede haber una gran humanidad sin espiritualidad? ¿Puede haber una auténtica espiritualidad sin todo lo que comporta la humanidad? Como tampoco puede el ser humano alcanzar su propia plenitud sin la vivencia de un Dios personal que le ha creado, le ama, le hace hijo, y le redime. Ella repetía frecuentemente una expresión muy evangélica y muy vivida por ella: “obras quiere el Señor”. Es en el fondo la consecuencia vivida de la expresión de Jesucristo: por sus frutos los conoceréis.
No voy a relatar las obras queridas por el Señor a través de ella. Santa Catalina de Siena sintió una que el Señor le decía una frase impresionante: «Hazte capacidad y Yo me haré torrente». Eso es lo que han vivido todos los auténticos testigos de Jesucristo. El Espíritu Santo, el Espíritu de Jesucristo nos es dado con la nueva vida que anuncia Jesús en el Evangelio: de su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo vemos textualmente a través de sus testigos, de tantos hombres y mujeres que se han hecho capacidad para que Él se haga torrente en ellos.
Hoy el torrente, la referencia y el testimonio que tenemos ante nuestro corazón y nuestra razón es Teresa, la hija de D. Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz de Ahumada que se convierte en esa gran doctora de la iglesia, en esa gran escritora, reformadora, fundadora. Sencillamente se hizo capacidad para que Él se hiciera torrente. Todos lo podemos vivir, todos podemos dejar de ser hombres “light” y ser personas que saben lo que quieren, a quien quieren, por dónde van y adónde se dirigen. Lo podemos vivir como ella en momentos de anchura, de alabanza y gozo, y en momentos angustiosos, duros difíciles.
Necesito reconocer que “Dios me hace, ahora”, que soy hija Suya, hija de la Iglesia, que decía Teresa de Jesús. Y así dicho en singular. Sentir y vivir personalmente que Él puede y quiere hacerse torrente en mí, basta con que cada día le haga espacio en mis circunstancias concretas, es decir, le reconozca presente. En el camino de la fe Dios levanta siempre a alguno que nos abra los ojos y nos haga ver a través de la niebla más densa y oscura. Estemos atentos y confiados, sepamos ver y reconocer: «¡Qué grandeza la de Dios, que puede más a las veces un hombre solo o dos que digan la verdad que muchos juntos, y así se torna a descubrir el camino y a darnos ánimo Dios!».
A Teresa de Jesús le sirvió mucho en su vida estar convencida de que hace más la fe y las manos unidas que todas las armas del mundo. Siempre ha de ser más fuerte en nosotros la confianza que la angustia, la esperanza que la desesperación, la verdad que la mentira, el bien que el mal, la mirada limpia de un niño que la mayor jauría que nos persiga con saña. «¡Qué grandeza la de Dios que puede más....!».

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