Esta mañana la Santa Sede ha hecho pública la noticia de que el Santo Padre Benedicto XVI me ha nombrado obispo de Reggio Emilia – Guastalla, agregándome así al Colegio de los sucesores de los Apóstoles.
Es una decisión que me honra y que honra, sobre todo, a nuestra Fraternidad Sacerdotal.
Sin embargo, los estrechos vínculos afectivos y vocacionales que existen entre nosotros me obligan a dirigiros también otras palabras. Hubiera deseado estar siempre con vosotros y ocuparme entera y solamente de vosotros. No sólo no he hecho nada para recibir buevos encargos, sino que lo he intentado todo para evitarlos. Llegando incluso a expresar a mis máximos superiores la voluntad de seguir sirviendo a la Iglesia sirviendo a vuestras vidas. Finalmente, he acatado con obediencia la voluntad del Santo Padre.
Ciertamente, ahora cambia la forma concreta de nuestra relación, pero no puede ir a menos mi paternidad hacia vosotros. Sin quitarle nada al nuevo pueblo que ahora me es confiado. De hecho, por experiencia sabemos que, por don del Espíritu, el amor puede repartirse sin disminuir.
Con la confidencia que me puedo permitir con vosotros, no os oculto que, a medida que se acercaba este día, he vivido momentos de tribulación. Dejar a las personas que viven conmigo desde hace tantos años en un vínculo tan estrecho de corresponsabilidad, dejaros a cada uno de vosotros, dejar la relación cotidiana con los seminaristas, vivir en una ciudad nueva, afrontar nuevas responsabilidades... todo esto para mí ha supuesto un gran sacrificio. Al final me he abandonado a la voluntad de Dios y he recobrado la paz al confiarme en los brazos de la madre de Dios, María santísima.
Os agradezco a cada uno el testimonio de obediencia que me habéis dado en estos veintisiete años. Sobre todo por la comunión tan intensa que hemos vivido tanto en las muchas horas felices como en los momentos de prueba. Quisiera recordar tantos nombres, mejor dicho, los de todos.
Permitidme nombrar aquí sólo a Gianluca Attanasio y Paolo Sottopietra, que han sido mis dos amigos más queridos y mis valiosos colaboradores en estos últimos veinte años. Junto a ellos recuerdo a monseñor Paolo Pezzi, actual arzobispo de Moscú, el primer obispo que salió de las filas de nuestra Fraternidad.
Estoy seguro de que no me faltará vuestra oración ni la ayuda desde el cielo de nuestros santos patronos y de don Giussani. Me harán mucha falta.
Espero veros pronto, tanto en mi consagración episcopal como en la entrada en la Diócesis, y que luego os pueda recibir personalmente, cuando vengáis a visitarme en la que será de ahora en adelante mi nueva ciudad.
Sé que desde ahora cuento con vuestra promesa – y más aún con vuestro sincero deseo – de amar y obedecer a mi sucesor y a sus colaboradores, como habéis hecho siempre conmigo.
Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús (Fil 1,8).
Os abrazo, uno a uno, en el Señor que es nuestra paz.
don Massimo Camisasca
Roma, 29 de septiembre de 2012
Fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
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