El arzobispo de Jos, una de las ciudades más golpeadas, responde a nuestras preguntas tras celebrar una misa en el Parlamento europeo. ¿Es Nigeria un “nuevo Sudán”? «Nos estamos esforzando para evitar una nueva guerra, pero en cualquier caso yo sigo caminando con todo el pueblo, musulmanes y cristianos».
El 22 de enero y el 26 de febrero. El 11 de marzo. El 8 y 29 de abril. El 3, 10 y 17 de junio. El 8 de julio. Son todos los domingos de sangre que ha vivido el norte de Nigeria, marcado en estos meses por varios ataques terroristas, incluso durante las celebraciones cristianas. El país más poblado de África, 160 millones de habitantes y 250 etnias, aparece en las páginas de muchos periódicos dividido por la mitad, entre un norte musulmán y un sur cristiano, como si se tratara de un “nuevo Sudán”.
Monseñor Ignatius Kaigama es arzobispo de Jos, una de las ciudades más golpeadas del país, y presidente de la Conferencia Episcopal. Hablamos con él al término de la misa que ha celebrado con un grupo de parlamentarios en la capilla de la Cámara italiana el día de San Benito. «Que el Señor nos ayude – dice durante la homilía – a reponder con valor y confianza en esta situación en la que nos encontramos. Por Él, en Él y con Él podemos encontrar esa plenitud de vida que todo corazón y toda persona desea». Después recuerda el compromiso del Estado italiano, el primero de Europa en bajar a la arena para defender la libertad religiosa, y también el compromiso y la presencia de sor Caterina Dolci, misionera italiana en Nigeria desde hace más de treinta años.
Excelencia, en algunos periódicos no se habla de tensiones religiosas...
Existen diferentes niveles, y debemos diferenciarlos. No todas las crisis en Nigeria son religiosas: alguna vez hay tensiones entre musulmanes y cristianos, pero son normales y no degeneran en violencia. Otras veces se dan tensiones entre ganaderos y campesinos. Pero como los ganaderos son musulmanes y los campesinos son cristianos, algunos hablan de conflictos religiosos, pero en realidad se trata de animales y de granjas. Luego está Boko Haram, que quiere destruir el cristianismo: este sí es un problema religioso. Hay que diferenciar.
El grupo terrorista Boko Haram está presente en el país desde 2009. ¿Ha crecido mucho durante este tiempo?
Esperemos que no. Contamos con personas inteligentes y recursos para frenar la voluntad de Boko Haram, que es la de desatar una guerra civil y una guerra religiosa. Me parece que nos estamos esforzando para evitar que eso suceda. Hemos combatido una guerra civil devastadora y no queremos otra.
¿En qué situación están los cristianos?
Están bastante preocupados, naturalmente. Hay ataques, en algunos estados del norte no hay libertad religiosa y, por tanto, difícilmente consiguen ir a la iglesia para rezar. Se está debilitando la religión cristiana, según el plan de Boko Haram: destruir, paralizar y debilitar el cristianismo. Pero soy optimista, prefieron mirar el vaso medio lleno y seguir caminando con todo el pueblo, con todos, musulmanes y cristianos, líderes tradicionales y políticos, con la esperanza de que nuestro trabajo dé fruto para poder disfrutar de la paz en el estado de Plateu y en toda Nigeria.
¿No le da miedo regresar?
Siempre tengo miedo. Pero he dedicado mi vida al servicio de Dios y de las personas, para bien y para mal... Boko Haram no se preocupa por si eres bueno o malo, ellos matan, hacen estallar bombas, disparan, hacen de todo. En este sentido, claro que tenemos miedo. Y por eso la gente no se atreve a ir a la iglesia, porque puede morir en un atentado. Boko Haram ha incrementado las tensiones entre cristianos y musulmanes, entre norte y sur, y esta tensión no es fácil de resolver. Necesitamos el milagro de Dios. Pero eso no quita que el gobierno pueda hacer un trabajo útil, igual que los líderes políticos y las fuerzas de seguridad, para cambiar la situación.
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