Una Lectio divina teológicamente brillante, de treinta minutos, propuso el Papa en la tarde del lunes, 11 de junio, en la basílica de San Juan de Letrán, en la inauguración de la asamblea eclesial de la diócesis de Roma. Benedicto XVI invitó a los participantes a reflexionar sobre el significado del sacramento del bautismo —«el primer paso de la Resurrección» — subrayando su actualidad, en el intento de corroborar que «el bautismo no es un acto de una hora, sino una realidad de toda nuestra vida» y que «Dios no es una estrella lejana, sino el ambiente de mi vida». Precisamente por eso, el cristiano está llamado continuamente a confrontarse con los dos elementos básicos del sacramento: la materia, representada por el agua, y la Palabra, la cual a su vez se expresa en otros tres elementos del rito, es decir renuncias, promesas, invocaciones. Y hablando de las renuncias, hizo una mención explícita a la seducción del mal «para que no os dejéis dominar por el pecado». Recordó la antigua expresión «pompa del diablo» con la cual se pretendía indicar una cultura en la que no cuenta la verdad sino la apariencia. Una cultura, dijo, «que conocemos también hoy», en la cual sólo cuentan «la sensación y el espíritu de calumnia y de destrucción». Una cultura que «no busca el bien» y en la cual «la mentira se presenta en calidad de verdad e información». Y como en la Iglesia antigua la primera renuncia en el bautismo se refería precisamente a esta criatura de la «pompa del diablo» también hoy nosotros estamos llamados a repetir nuestro «no» a la cultura que niega a Dios y a repetir el «“sí” fundamental, el “sí” del amor y de la verdad». Al concluir su meditación —improvisada enteramente— el Papa reafirmó que el bautismo de los neonatos «no va en contra de la libertad» sino que es «necesario para justificar también el don de la vida».
Publicado en L'Osservatore Romano
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