Fue un cumpleaños con sabor de su tierra natal, Baviera, el que celebró hoy el Papa Benedicto XVI. Pero también fue un día dedicado a la reflexión sobre lo que verdaderamente cuenta en la vida; una reflexión hecha por un hombre que no niega haber llegado «al último trecho del camino de la propia vida».
Después del fin de semana en el Vaticano, con su hermano George, el Papa Ratzinger recibió esta mañana a una nutrida delegación que llegó desde su Baviera natal, dirigida por el presidente del Land alemán, Horts Seehofer, y por su sucesor como obispo de Múnich, el cardenal Reinhard Marx.ù
Temprano por la mañana, durante la misa celebrada en compañía de los obispos y de los miembros de la delegación en la Capilla Paulina (la capilla privada del Papa), Benedicto XVI hizo una profunda y conmovedora reflexión sobre las señales que ha «guiado» su vida, antes de dirigir la mirada hacia lo que todavía le depara el futuro.
Una reflexión que no esconde el cansancio, pero en la que, a final de cuentas, domina la esperanza de la fe: «Me encuentro ante el último trecho del camino de mi vida y no sé lo que me espera –dijo el Papa Ratzinger–, pero sé que está la luz de Dios, que resucitó, que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad, que la bondad de Dios es más fuerte de todo el mal de este mundo. Y esto ayuda a seguir adelante con seguridad, nos ayuda a seguir adelante, y en esta hora agradezco con todo el corazón a todos los que me hacen percibir constantemente el “sí” de Dios mediante su fe».
Partiendo de la que aparentemente es una simple coincidencia (el día de su nacimiento, el 16 de abril), el Pontífice reflexionó sobre las señales que, según él, la Providencia ha querido poner en su camino para indicarle la dirección.
El 16 de abril es, de hecho, el día en el que nació Santa Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes, y también es el día de la muerte de San Benedetto Giuseppe Labre, que vivió en el siglo XVIII y a quien se conoce como el “peregrino mendicante”.
En la primera, el Papa Ratzinger ve una «señal... de cómo deberíamos de ser. Del hecho de que con todo el saber y la acción, que también son necesarios, no debemos perder el corazón sencillo, la mirada simple del corazón, capaz de ver lo esencial».
En el segundo, peregrino mendicante por Europa que «no quiere hacer nada más que rezar y ofrecer su testimonio a lo que cuenta», el Papa ve no tanto «un ejemplo que emular», sino un «dedo que indica lo esencial»: que Dios solo basta y que «quien se abre a Dios no se aleja del mundo ni de los hombres [...] porque encuentra hermanos, porque en Dios caen las fronteras».
Pero, tal vez la señal más importante para el Papa Ratzinger es la tercera: haber nacido y haber recibido el bautismo un Sábado Santo, el día del silencio para la Iglesia, que espera la resurrección. Según el Papa Benedicto XVI, haber nacido a la vigilia de la Pascua es una señal que la vida que le dieron sus padres «se vuelve un verdadero don, si junto a ella también se puede donar una promesa que es más fuerte que cualquier desgracia que nos pueda amenazar, si la inunda una fuerza que garantiza que es un bien el ser n hombre». De hecho, «al nacimiento se asocia el renacimiento, la certidumbre de que en verdad es un bien existir, porque la promesa es más fuerte que las amenazas».
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