Las primaveras árabes del norte. La violencia contra los cristianos en Nigeria. La crisis humanitaria en Somalia. Y alrededor un panorama de guerras olvidadas, pobreza y enfermedades devastadoras (sida, malaria, fiebre amarilla), hasta tal punto considerado «normal» que ya no es noticia. Esta es el África que espera a Benedicto XVI, que desde hoy y hasta el domingo estará en Benín para presentar a los obispos del continente la Exhortación Apostólica post sinodal Africae munus. Es la segunda vez que el papa Ratzinger pisa suelo africano y este viaje, aunque se concentre en un solo país, tiene verdaderamente una dimensión continental, tanto por la presencia de más de doscientos obispos entre los cuales se encontrarán todos los presidentes de las cuarenta y dos conferencias episcopales africanas, como por su programa preparado precisamente para hablar -a través de los gestos, los documentos y las palabras- a toda la población continental. La población, digámoslo como un inciso, que ha superado hace poco los mil millones de personas, la mayoría de las cuales, jóvenes.
A pesar de todos sus problemas, de hecho, África puede ser considerada el continente del futuro. Un futuro, que Benedicto XVI espera que pueda quedar indemne de algunos de los males espirituales (materialismo y fundamentalismo religioso, ya denunciados hace dos años en la apertura del Sínodo), construida en cambio bajo la consigna de la paz, de la reconciliación y de la justicia, temas principales de esa asamblea. Precisamente por eso se ha elegido Benín para presentar el documento que recoge el fruto de los trabajos. Porque el pequeño estado que se asoma al Golfo de Guinea es un símbolo de la pacífica convivencia entre etnias y religiones diferentes, que sigue siendo todavía una ilusión para otras regiones. Está claro, por tanto, el mensaje.
También en el continente negro la paz es posible, sobre todo, si se obtiene a través de la institución de la democracia, como ha sucedido precisamente en Benín, gracias a la contribución determinante de la Iglesia local. Hasta el punto de que han sido incluidos entre los padres de la patria el cardenal Bernardin Gantin, (que fue amigo personal de Joseph Ratzinger) y un arzobispo (Isidore de Sousa, que fue presidente de la Conferencia nacional de pacificación). El homenaje personal del Papa ante sus tumbas resuena por tanto como un segundo mensaje. Que nadie tenga miedo de la presencia de la Iglesia en territorio africano porque el Evangelio es fuente de reconciliación y de desarrollo, también gracias al diálogo respetuoso entre las religiones, incluidas las tradicionales.
Todos estos mensajes son evidentes a través de una lectura minuciosa del programa de los diferentes momentos de la visita. Después de su llegada y de la ceremonia de bienvenida, el Papa se trasladará a la catedral de Cotonou. Al día siguiente tendrá lugar el esperado encuentro con autoridades, diplomáticos y jefes religiosos en el palacio presidencial (oportunidad para enmarcar problemas y perspectivas de todo el continente), después la visita a Ouidah, a unos 40 km de Cotonou, donde reposa los restos mortales del cardenal Gantin y donde se encuentran el seminario más importante de esta zona de África y la catedral que fue el punto de partida de la evangelización de esa región hace 150 años (catedral en la que el Papa firmará la exhortación); por fin la vuelta a la ciudad más importante para tener un encuentro con niños en la parroquia de Santa Rita y con los obispos de Benín en la Nunciatura. El domingo la misa en el estadio de Cotonou para entregar el texto post sinodal y por la tarde la vuelta a Roma donde está prevista la llegada en torno a las 22:00 horas. En total diez discursos y un documento para reforzar lo que el Papa ya dijo a África en la conclusión del sínodo: «Ánimo, levántate. No estás sola». (de Avvenire, 18 de noviembre de 2011)
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