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Carta de 10 presos presentes en la JMJ

Libertad Digital
23/09/2011 - Libertad digital

El 26 de septiembre de 2010, acompañados por nuestro Obispo, acogimos en el Centro Penitenciario de Martutene, la Cruz y el Icono de la JMJ. En la homilía D. José Ignacio invitó a la Pastoral Penitenciaria a organizar una peregrinación a la JMJ con aquellos internos que quisieran y pudieran asistir. En ese momento, nos pareció un sueño inalcanzable y lejano. Pero Dios hace posible lo imposible y con la ayuda del Obispo y las facilidades de la Dirección del Centro Penitenciario, el 20 de agosto salió para Madrid un autobús con 20 peregrinos, 10 de ellos internos/as.

En el autobús, expectantes e ilusionados, después de rezar las laudes y de encomendarnos a María, recibimos las credenciales para asistir al encuentro: sentimos que por unos días no íbamos a ser considerados comos presos sino como unos peregrinos más llenos de fe en Cristo y ansiosos por ver y escuchar al Papa Benedicto XVI.

La tarde/noche de ese mismo día, nuestro deseo se hizo realidad en el aeródromo de Cuatro Vientos. Fue especialmente emocionante contemplar cómo eran portadas por jóvenes de distintas naciones la Cruz y el Icono, que meses antes habían visitado la Prisión de Martutene y que habíamos tocado y besado con verdadera fe y que en esa noche iban a presidir la vigilia de oración. Expresar todo lo que sentimos es casi imposible: casi dos millones de jóvenes llenos de fe en Cristo, alegres, ilusionados, fervorosos... ¡cómo acogimos al Papa, cuando se hizo presente!

A pesar de las inclemencias del tiempo no podemos olvidar las tiernas palabras del Papa: "No temáis", "el Señor nos protege", "este sacrificio no es en vano"... Un silencio, respeto y oración se adueñó de todos nosotros cuando la custodia, con Jesús sacramentado, fue adorada y venerada por el Santo Padre. Después, con ilusión renovada, muchos de nosotros acudimos a la tienda del Encuentro para seguir acompañando con nuestra presencia y oración, a Jesús presente en la custodia. Algunos aprovechamos la gracia de recibir el Sacramento de la Confesión. Después a descansar para celebrar el domingo con el Papa la misa de envío del encuentro.

Muchos de nosotros no pudimos conciliar el sueño por la emoción que nos embargaba... ¡nos sentíamos libres! Pasamos la noche contemplado las estrellas y "levantando los ojos y el corazón al cielo para rezar", como nos dijo más tarde el Papa, tratando de poner orden a tanta novedad y emoción. La suerte estuvo de nuestra parte y antes de comenzar la celebración eucarística pudimos ver al Papa a pocos metros en la parcela que nos encontrábamos. Llenos de entusiasmo y firmes en la fe nos recogimos en oración con los demás jóvenes y celebramos la eucaristía. Resumir todo lo que nos dijo el Papa es imposible, pero en nuestro corazón resuena el eco de algunas de sus palabras: "Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone".

La noche del domingo pernoctamos en la Casa de Espiritualidad de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana en Collado Villalba. Más relajados y tranquilos compartimos lo que hasta ese momento habíamos vivido en la JMJ. Al día siguiente celebramos la eucaristía presidida por nuestro Capellán, P. Luís Miguel Medina, en una de las capillas de la Casa dando gracias a Dios por tanto bien recibido y preparándonos para vivir por la tarde el encuentro vocacional neocatecumenal en la plaza de la Cibeles…. En las horas previas al encuentro, fue impresionante ver a miles de jóvenes de todo el mundo diseminados por el centro de Madrid, orando en la catedral de la Almudena, cantando y danzando por las calles al son de cantos bíblicos, contagiando alegría evangélica. Ya por la tarde junto a más de doscientos mil jóvenes, Cardenales y Obispos de todo el mundo, participamos en el encuentro vocacional. Enseguida nos contagiamos de su fe, fervor, alegría y decisión para entregar lo mejor de nuestras vidas a Jesús y a la Iglesia. ¡Cuántas familias cristianas!, ¡Cuántos jóvenes comprometidos!... ¡no teníamos ni idea de que esto era así! repetíamos unos y otros.

Todo lo bueno acaba. Sabíamos que teníamos que retornar a Martutene pero ya no éramos los mismos, algo había cambiado en nuestras vidas para siempre: la fe en Cristo (…).

San Sebastián 23 de agosto 2011

Grupo internos/as Prisión Martutene
JMJ-Madrid 2011

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