Entrevista con el arzobispo Jean-Louis Bruguès, que presidió la misa en el estadio Helvia Recina de Macerata el pasado sábado 11 de junio
¿Qué significa hoy dedicarse a la educación católica en un contexto cultural en que la educación se ha convertido en una emergencia que exige una atención permanente? ¿Y cómo una peregrinación como la de Macerata-Loreto puede suponer un desafío educativo frente a la cultura dominante, que anula el esfuerzo?
Podemos afirmar que la educación es el verdadero desafío de la humanidad del tercer milenio. Se percibe la necesidad de una educación nueva, que sepa hacer frente a nuevos horizontes, a una sociedad cambiante, a los grandes procesos de la globalización, de las nuevas tecnologías de la información. Pero también hay que tener en cuenta los peligros y malentendidos que pueden nacer de una visión parcial de la educación, que no tenga en cuenta la globalidad del hombre, su espiritualidad, la apertura a lo trascendente y a los valores morales. El Papa Benedicto XVI, el 21 de enero de 2008, reconoció que educar hoy «parece ser cada vez más difícil. Bien lo saben los padres, profesores, sacerdotes y todos aquellos que tienen responsabilidades educativas directas». La dificultad para educar en valores, el esfuerzo en la búsqueda de la verdad y el bien, un cierto cortocircuito en la transmisión de la fe, constituyen una emergencia y un desafío. En este contexto, la educación católica se presenta como un reclamo sólido a poner en el centro al hombre en su globalidad, con su necesidad de verdad. La educación es una parte esencial de la misión confiada por el Señor a su Iglesia: «Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19). La peregrinación, como metáfora de la vida, es una gran ayuda educativa. Se camina juntos hacia una meta, cuesta trabajo, es cansado, pero se comparte el cansancio, se comparte la búsqueda, el camino, la tensión hacia la meta, que en este caso no es el misterioso pedazo de Nazaret que Loreto custodia, sino la presencia de aquel que es «Dios con nosotros» «todos los días, hasta el fin del mundo».
El informe Censis 2010 sobre la crisis en Italia ha identificado en el declive del deseo la principal causa de este impasse social, económico y político. ¿Cómo se puede volver a despertar este deseo, y cómo lo puede hacer un gesto como esta peregrinación?
El deseo es sin duda esencial para animar al hombre a actuar, a volver a buscar, a dar sentido a las cosas. Me parece que hoy el mayor peligro es la falta del deseo de bien, de belleza, de bondad, de verdad, en una palabra, de Dios. La pereza es un pecado capital que paraliza el deseo de bien y hunde la vida en el aburrimiento. Se paraliza así la vida espiritual, pero también la economía, la política, el arte, etc. A pesar de esto, el Papa no deja de subrayar que hoy «se experimenta con fuerza una difundida sed de certezas y de valores», y por eso insta a los educadores a «transmitir a las generaciones futuras algo válido, normas sólidas de comportamiento, indicar elevados objetivos hacia los cuales orientar con decisión la propia existencia» (8 de noviembre de 2009). La peregrinación es una experiencia que puede volver a encender el deseo de alcanzar el bien, la belleza, la verdad, el santuario donde encontrar a Dios. Es un moverse, lo contrario a la parálisis de la pereza, conscientes de que hay un bien que encontrar, que la vida es buena y bella, que la Providencia guía y rige nuestros pasos.
En agosto se celebrará en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud. El Papa ha subrayado que “forma parte del ser joven desear algo más que la cotidianidad regular de un empleo seguro y sentir el anhelo de lo que es realmente grande”. ¿Por qué una peregrinación nocturna es para un joven de hoy algo diferente y más verdadero que un sábado por la noche de la “cotidianidad regular”?
La noche para los jóvenes es siempre el espacio en que se sienten protagonistas de su vida. Parece casi como si vivieran el día como huéspedes de un espacio que pertenece a otros. El día es dependencia de los adultos, es la fatiga del estudio o el trabajo sin esperanza, es espera y preparación para la noche. La noche, por fin, es el tiempo juvenil. La peregrinación es una buena propuesta concreta para los jóvenes, para transformar la noche en espera del día, en búsqueda de la luz. Caminar juntos de noche hacia la casa de María puede convertirse para los jóvenes en el alegre camino de los pastores durante la noche de Belén, el paso trepidante en la memoria de aquel que en la oscuridad inesperada de las tres de la tarde murió en la cruz por amor a cada uno, puede convertirse en la carrera de María Magdalena y de los apóstoles en la penumbra de la madrugada hacia la tumba abierta a la luz porque la vida ha vencido a la muerte en la resurrección de Jesús.
¿Qué mensaje ha querido dar al gran pueblo de la peregrinación Macerata-Loreto que cada año elige esta cita como acto de devoción y pertenencia total a María?
Es conmovedor y esperanzador ver a tanta gente, tantos jóvenes en camino de Macerata a Loreto para llegar a la casa de María. Llegar a la casa de María significa entrar en la casa del Hijo de Dios, escuela de vida, de humanidad, de eternidad. Me sale espontáneo desear a todos una pertenencia espiritual a María en la cotidianidad. El Totus tuus de Juan Pablo II puede convertirse en el Totus tuus de cada uno, para caminar cada día junto a María hacia Jesús.
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