Ante los desafíos de nuestro mundo, las dos iglesias están llamadas a dar un testimonio común, como sucede en la Biblioteca del Espíritu de Moscú. Asia News entrevista a su director, Jean François Thiry
«El secularismo, como sucedió en la antigua Unión Soviética», impone una nueva alianza a ortodoxos y cristianos para afrontar los desafíos que tienen en común. Los signos de que esta colaboración se está reforzando «son visibles a nivel diplomático, pero también sobre el terreno». Así lo cree Jean François Thiry, de 44 años, uno de los protagonistas del renovado clima entre la Iglesia ruso-ortodoxa y la católica. Holandés, aunque se considera ya hijo adoptivo de Rusia, Thiry describe en Asia News los frutos de una nueva aventura que comenzó hace casi 20 años en un pequeño apartamento de la periferia de la capital rusa, donde la editorial Biblioteca del Espíritu –que él dirige– empezó a imprimir los primeros libros religiosos. Después desembarcó en el corazón de Moscú con el Centro Cultural Pokrovskie Vorota, modelo de encuentro prolífico entre fe y sociedad.
«Desde 1993 tratamos de crear oportunidades para hacer trabajar juntos a católicos y ortodoxos –explica Thiry–, pero es como si en los últimos años se hubiera hecho más claro el deseo de que el trabajo común pueda obtener mayores frutos». Lo que ha cambiado de forma evidente, continúa Thiry, es cómo los ortodoxos reciben los mensajes que llegan desde El Vaticano. «Basta ver cómo se acoge lo que dice Benedicto XVI: con un grandísimo afecto y una actitud positiva a priori». Algo impensable con Juan Pablo II, que «en Rusia ni fue leído ni entendido, tal vez por un límite nuestro, de los católicos de aquí, por culpa de prejuicios o porque no era el momento».
Precisamente, es la ausencia de prejuicios y barreras culturales y religiosas la principal característica de la Biblioteca del Espíritu, que creció «gracias a los que entendieron la importancia de crear, a través de la cultura, un puente entre católicos y ortodoxos»: grupos privados en Rusia y en el exterior, fundaciones como Ayuda a la Iglesia Necesitada, Rusia Cristiana... Las publicaciones suman casi doce al año y la distribución llega a los trescientos mil libros. El propio centro Pokrovskie Vorota (Protección de la Virgen) –con veintiún empleados, cuatro de ellos católicos y el resto ortodoxos– es «un palco neutro, donde uno se encuentra a gusto, ya sea ortodoxo, católico o ateo». A un ritmo de doce mil visitantes y 250 encuentros anuales, entre debates, conciertos y cine forum, las ocasiones de confrontación y diálogo ecuménico son numerosas. «Y no se refieren sólo a la Iglesia o a la religión en sentido estricto, sino que afrontan temas universales, que van desde el sentido de la vida al deseo de verdad», explica Thiry. Entre los encuentros fijos del curso de invierno, por ejemplo, uno de los más concurridos es el de un sacerdote ortodoxo sobre psicología familiar, con una media de sesenta participantes cada tarde.
Pero el trabajo del centro para hacer dialogar a ambas iglesias no se agota entre los muros de Pokrovskie Vorota. «Invitados por el Patriarcado de Moscú, participamos en conferencias sobre acción social, secularismo y educación, viajamos y exportamos en cierto modo nuestra actividad gracias a las presentaciones de libros y exposiciones», añade.
Cultura y educación son «los sectores de colaboración más habitual, y al mismo tiempo más sensibles», destaca el director del centro cultural. Thiry explica que cuando se trata de menores hay que moverse con prudencia. «En este campo, el Patriarcado pide una supervisión y reclama un privilegio, motivado por el hecho de que Rusia es un país ortodoxo. Por eso, a pesar de nuestra rica tradición educativa, la Iglesia católica debe pensárselo bien antes de desarrollar actividades con menores».
Sin embargo, a pesar de una persistente desconfianza en este sector, se puede decir que al menos la vieja cuestión del presunto proselitismo católico «ha sido superada». En este sentido, ha resultado de gran utilidad el grupo de trabajo mixto católico-ortodoxo del que forma parte el propio Thiry. Instituido en 2004 por el entonces Patriarca Alexis II y por el cardenal Walter Kasper, está compuesto por seis personas que se reúnen dos veces al año para discutir sobre problemas y soluciones de “cooperación ecuménica”. Sobre la mesa, la ley de la restitución de los bienes eclesiásticos, la colaboración en el campo educativo y el apoyo a la familila. Thiry recuerda que durante el periodo soviético colaborar era casi obligatorio. «Había un enemigo común, que era el poder, y esto unió a las dos iglesias. Luego, cuando llegó la libertad, nos encontramos con que teníamos que gestionarla y pensábamos que lo hacíamos de forma fraterna, pero cada uno tiraba para su lado». Ahora, ante el secularismo y el materialismo, que en Rusia se han hecho endémicos, «la Iglesia tiene un mensaje nuevo y distinto que anunciar, y hacerlo unida, donde sea posible, es el objetivo actual. Por un lado, hay una obligación querida por condiciones externas, pero por otro, no hay que olvidar el mandamiento del Señor, que nos ha pedido que permanezcamos unidos».
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