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El pueblo agradecido

28/04/2011 - Comunicado de prensa de CL

Al menos 40.000 miembros de Comunión y Liberación participarán en Roma el domingo 1 de mayo en la beatificación de Juan Pablo II. Para la ocasión, los tradicionales Ejercicios Espirituales de la Fraternidad de CL en Italia, que estaban programados en Rimini del 29 de abril al 1 de mayo, terminarán anticipadamente la noche del 30 de abril, de modo que los 25.000 participantes, así como los bachilleres, universitarios y adultos no presentes en Rimini puedan acudir durante la noche en peregrinación a Roma «para unirnos al Papa y a la Iglesia –ha afirmado Julián Carrón– en acción de gracias a Dios, que nos ha dado un testigo tan auténtico de Cristo. Queremos unirnos de corazón a Benedicto XVI, que en su clarividencia ha querido señalar a todo el mundo al beato Juan Pablo II como ejemplo de lo que puede hacer Cristo en un hombre que se deja aferrar por Él», y para testimoniar que «si alguien tiene una enorme deuda de reconocimiento hacia Juan Pablo II, somos precisamente nosotros».

En una carta enviada a todo el movimiento, Carrón ha escrito:
«Nos unimos a la alegría de toda la Iglesia dando gracias a Dios por el bien que ha supuesto su persona, por su testimonio y su pasión misionera. ¿Quién de nosotros no ha recibido muchísimo de su vida? ¡Cuántas personas han recobrado la alegría de ser cristianos viendo su pasión por Cristo, su humanidad que brotaba de la fe y su entusiasmo contagioso! En él hemos reconocido enseguida a un hombre con un temperamento y un acento marcados por la fe, en cuyos discursos y gestos se hacía patente el método que Dios ha elegido para comunicarse: un encuentro humano que hace fascinante y persuasiva la fe.
Todos somos bien conscientes de la importancia de su pontificado para la vida de la Iglesia y de la humanidad. En un momento particularmente difícil, con una audacia que sólo puede proceder de Dios, volvió a proponer ante todos qué significa ser cristiano hoy en día, ofreciendo a todos las razones de la fe y promoviendo incansablemente las semillas de renovación del cuerpo eclesial sembradas por el Concilio Vaticano II, sin ceder a ninguna de las interpretaciones parciales que querían reducir su alcance en un sentido u otro. Su contribución a la paz en el mundo y a la convivencia entre los hombres pone de manifiesto que una fe vivida integralmente en todas sus dimensiones es decisiva para el bien común.
Conocemos bien el estrecho vínculo que, desde el principio del pontificado, unió a Juan Pablo II con don Giussani y CL, en virtud de la mirada de fe que compartían hacia toda la realidad y de la pasión por Cristo, “centro del cosmos y de la historia” (Redemptor hominis). Su enseñanza ha sido muy valiosa para comprender y profundizar en nuestro carisma, en las distintas y múltiples ocasiones en las que habló a todos los movimientos, que él calificó como “primavera del Espíritu”, destacando que la dimensión carismática de la Iglesia es “coesencial” a la institucional. También se dirigió muchas veces directamente a nosotros, remitiendo conmovedoras cartas a don Giussani en los últimos años de sus vidas, unidas también por la prueba de la enfermedad.
En el discurso con ocasión del treinta aniversario del movimiento, celebrado en 1984, nos dijo: “Jesús, el Cristo, Aquel en quien todo fue hecho y todo subsiste, es, pues, la clave interpretativa del hombre y de su historia. Afirmar humildemente, pero con igual tenacidad, a Cristo principio y motivo inspirador del vivir y del actuar, de la conciencia y de la acción, significa adherirse a Él, para hacer presente adecuadamente su victoria sobre el mundo. Actuar a fin de que el contenido de la fe se convierta en inteligencia y pedagogía de la vida es la tarea cotidiana del creyente, que se realiza en cada situación y ambiente donde está llamado a vivir. Y en esto está la riqueza de vuestra participación en la vida eclesial: un método de educación en la fe para que incida en la vida del hombre y de la historia […] La experiencia cristiana, comprendida y vivida así, engendra una presencia que pone en cada una de las circunstancias humanas a la Iglesia como lugar donde el acontecimiento de Cristo […] vive como horizonte pleno de verdad para el hombre. Nosotros creemos en Cristo, muerto y resucitado, en Cristo presente aquí y ahora, el único que puede cambiar y de hecho cambia, transfigurándolos, al hombre y al mundo” (Roma, 29 de septiembre de 1984). ¡Son palabras de una actualidad impresionante!
Con una paternidad sorprendente y única, Juan Pablo II abrazó nuestra joven historia reconociendo canónicamente la Fraternidad de Comunión y Liberación, los Memores Domini, la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo y las Hermanas de la Caridad de la Asunción, como frutos diversos que han brotado del carisma de don Giussani para el bien de toda la Iglesia. El mismo Papa nos hizo comprender la importancia de tal gesto: “Cuando un movimiento es reconocido por la Iglesia, se convierte en un instrumento privilegiado para una adhesión personal y siempre nueva al misterio de Cristo” (Castelgandolfo, 12 de septiembre de 1985).
Por tanto, si alguien tiene una enorme deuda de reconocimiento hacia Juan Pablo II, somos precisamente nosotros. Y no podemos encontrar un modo más adecuado de mostrar nuestro reconocimiento que seguir incansablemente su llamamiento lleno de autoridad: “No permitáis jamás que en vuestra participación anide la carcoma de la costumbre, de la “rutina”, de la vejez. Renovad continuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os llevará más poderosamente a haceros servidores de esta única potestad que es Cristo Señor” (Castelgandolfo, 12 de septiembre de 1985)».

La comunidad española de Comunión y Liberación seguirá la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II en directo por televisión desde el propio salón del Palacio de Congresos de Ávila, donde siguen por videoconferencia los Ejercicios de Rimini.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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