Y la realidad se impuso a las narraciones previas. Benedicto XVI llegó a las brumosas tierras del Norte, a la Escocia de la que hace muchos siglos partieron los monjes para evangelizar el centro de Europa. No diremos que las polémicas se han evaporado, pero ahora la realidad manda. Y la realidad es que el Papa ha llegado, que su palabra resuena al aire libre, y que hasta la BBC debe abandonar sus libelos para contar lo que el hombre de Roma hace y dice a la vista de todos. Dicen las crónicas que unas cien mil personas lo han acogido en Edimburgo, con gaitas, banderas y aclamaciones. ¿Quién habló de la fría Escocia?
En el aire nuevo diálogo con los periodistas. Paciencia, razón, amabilidad y algo de ironía. Pero Benedicto no descarta ni censura ninguna pregunta. ¿Preocupado por el viaje? En absoluto. También hablaban de la Francia anticlerical y de la Chequia con el mayor porcentaje de ateos, pero allí el Papa encontró que permanece una fuerte presencia de la fe, y que los no creyentes que están en busca de los verdaderos valores escuchaban con atención sus palabras. Claro que en el Reino Unido existe una corriente histórica de anticatolicismo, pero también una tradición de tolerancia y una búsqueda de sentido. Así que el Papa inicia el viaje "con buen ánimo y alegría". Chapeau.
Después habla de una Iglesia que no debe mirarse tanto a sí misma, que no debe buscar su propio poder sino hacer accesible el anuncio de Jesucristo a los hombres. Habla de una prioridad que acomuna a católicos y anglicanos, la prioridad de llevar a los hombres a Cristo, en eso consiste el ecumenismo. No podía faltar la pregunta por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos. Al Papa se le humedecen los ojos, confiesa que estas revelaciones han supuesto para él un verdadero schock, una profunda tristeza... que es difícil comprender cómo ha sido posible semejante perversión del ministerio sacerdotal. Reconoce (¡una vez más!) que la Iglesia no ha sido suficientemente rápida ni vigilante para tomar las medidas necesarias, y afirma que por eso debe abrirse un tiempo de penitencia y de humildad, un tiempo para la renovación y la sinceridad. En cuanto a las víctimas subraya que deben ser la prioridad absoluta, que no se debe ahorrar ningún esfuerzo material ni espiritual para que puedan reconstruir sus vidas y recobrar la confianza en el mensaje de Cristo.
También ha hablado el Papa del gran cardenal Newman, al que beatificará el domingo en Birmingham. Y aquí se descubre la profunda afinidad entre estos dos grandes hombres de la Iglesia. Newman era un hombre moderno que ha vivido el problema del agnosticismo, de la imposibilidad de conocer a Dios. Pero al tiempo estaba arraigado en la gran tradición de los Padres de la Iglesia, tenía una vasta cultura y una profunda espiritualidad que le permitieron reflexionar a fondo sobre la génesis y el don de la fe. Insiste (ahora como Papa) en que estamos ante un gran doctor de la Iglesia, ante un hombre puente entre tradición y modernidad. En pocas palabras nos ha dado la clave del viaje.
En el Bellahouston Park de Glasgow le espera el primer gran encuentro con su pueblo. Una multitud impresionante bañada por el sol del atardecer, un viento que agita banderas y estandartes. Son los herederos de una comunidad muy probada, que se ha negado con denuedo a desarraigarse de la tierra de Escocia a pesar de tantas vicisitudes dolorosas. El Papa honra la memoria de sus antepasados y les invita a ser dignos de esa gran tradición. Y para ello, les insta a evangelizar la cultura en todos los ámbitos. Insiste en una afirmación que ya realizó ante la Reina Isabel: que la fe es garantía de auténtica libertad y respeto. Por eso no hay que temer plantear en el foro público los argumentos que nacen de la sabiduría y la visión de la fe.
A los sacerdotes les recuerda su vocación de conformar la vida con el misterio de la cruz del Señor, de predicar el Evangelio con corazón puro y con recta conciencia. Y a los jóvenes les dice que la Iglesia les pertenece ahora a ellos, les advierte de los falsos ídolos que son destructivos y crean división, mientras que sólo el amor de Jesús permanece, libera de la esclavitud y da la felicidad que el corazón espera. Y el Papa les confía que se siente feliz de poder celebrar la misa con ellos. Como si dijera, pese a tantos agoreros aquí estoy, en medio de mi pueblo, del pueblo que Cristo se construye a despecho de todos los poderes de la historia. Se acerca la noche y Londres le espera.
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