“Sólo el ‘principio’ del amor, como unidad íntima e inseparable de razón y sentimiento, inteligencia y afecto, permite superar las contradicciones de la razón moderna”. Son palabras de Monseñor Gerhard Ludwig Müller, obispo de Ratisbona, en el Meeting de Rimini para presentar el primer volumen de la obra completa de Benedicto XVI, dedicado a la liturgia. Aprovechamos la ocasión para profundizar con él en el lema del Meeting y para hablar de “ese encuentro del cristianismo con la modernidad que sabe ser plenamente católico y plenamente moderno”, como es el magisterio de Benedicto XVI.
“Esa naturaleza que nos empuja a desear cosas grandes es el corazón”, dice el título del Meeting. Una afirmación que el mundo moderno no suscribiría.
El desarrollo cultural de la modernidad ha puesto en contradicción la razonabilidad y la sensibilidad del hombre. Pero en el cristianismo el corazón no se contradice con la razón. Es más, la realidad, según la propia razón, es creada por Dios y llega a ser plenamente inteligible sólo a partir de su fundamento trinitario. Como toda la realidad creada, también la razón ha sido querida por Dios por amor, y sin amor no llegaremos a entenderla. Sólo el “principio” del amor, como unidad íntima e inseparable de razón y sentimiento, inteligencia y afecto, permite superar la contradicción.
¿Cómo puede el corazón del hombre del hoy recuperar su dimensión original?
Derribando el muro que la modernidad ha levantado entre el corazón y la realidad: la ideología. Hay pensadores de la Edad Moderna que, valiéndose de una concepción reducida de la razón y de la verdad, quieren dominar la realidad. Pero la verdad tiene su fundamento último en la Verdad que es Dios. Sólo en este horizonte de verdad el hombre puede entender su esencia y su camino. La verdad del hombre es su relación con Dios. Y no es ni puede ser algo desapasionado. El hombre es un ser personal, hecho a imagen de Dios y por eso sólo el amor infinito de Dios puede cumplir toda la amplitud de su deseo.
La mentalidad dominante ve en Juan Pablo II a un Papa más conscientemente “moderno”, mientras que en Benedicto XVI ve al exponente de un encuentro con la modernidad todavía incompleto. ¿Es así?
No. Se dice esto porque demasiado a menudo se olvida la diferencia entre estas dos grandes personalidades. Benedicto XVI viene de una tradición académica dedicada al estudio todo el pensamiento europeo y su desarrollo, desde los griegos. Juan Pablo II ha sido un gran intelectual europeo, pero de otra forma. No es lugar para explicar ahora esto, pero sí estaba más ligado a la comunicación pública, mientras que Benedicto es más parecido a un pensador teológico en el sentido clásico del término, pero ambos representan un encuentro del cristianismo con la modernidad que sabe ser plenamente católico y plenamente moderno.
En Ratisbona, donde usted es obispo, Benedicto XVI tuvo uno de los discursos más importantes de su pontificado, ¿por qué?
Porque en aquel discurso habló de la unidad íntima de la razón, sin dejar fuera las instancias que animan desde dentro a la razón contemporánea. Había que subrayar el nexo profundo entre la racionalidad del hombre y la fe, frente a los pensadores críticos del siglo XIX (Marx y Nietzsche, por ejemplo), que decían que la fe era propia de los conservadores, que no tiene nada que ver con la vida del hombre ni con el desarrollo del mundo moderno. El curso de la historia se ha encargado de demostrar que la fe, lejos de ser una alienación, es para el hombre, en cuanto relación personal y amistad del hombre con Dios, su primer y único factor de liberación.
Usted es el responsable de la obra completa de Benedicto XVI, ¿qué significa para usted esta tarea?
Me siento muy honrado por esta gran responsabilidad. El Papa y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, ambos hemos dado clase de teología dogmática y mi aproximación a los desafíos de la Iglesia y de la fe en el mundo contemporáneo es idéntica a la suya. Creo que ha sido esta comunión profunda con su punto de vista lo que le ha animado a encomendarme esta gran tarea.
Al sumergirse en la gran cantidad de escritos de Joseph Ratzinger, ¿qué es lo que más le ha impactado y fascinado?
El Papa, o el teólogo Ratzinger, no es sólo un teólogo dogmático sino también en gran conocedor de la teología fundamental. El Papa concibe y sabe traducir perfectamente la respuesta del cristianismo a las preguntas fundamentales, existenciales, del hombre y del mundo actual. Todo su trabajo teológico expresa de forma extraordinaria que el cristianismo es la respuesta a la pregunta existencial de su corazón: no a la pregunta que el hombre “tiene”, sino a la pregunta que el hombre “es”. Benedicto XVI muestra la profunda modernidad de la fe acogiendo de lleno la categoría moderna del hombre como exigencia incondicional de sentido.
¿Por qué han decidido empezar la publicación con el volumen dedicado a la liturgia?
Por expreso desde del Papa. La liturgia es el corazón de la fe cristiana porque Dios no es un objeto o un concepto que hay que comprender, sino una persona, que nos habla a través de ciertos gestos. Jesucristo es el Logos, la palabra de Dios en persona y la liturgia atestigua que la Iglesia de Dios no está hecha de filósofos que hablan de Él como de un principio abstracto. En la liturgia entramos en relación con la Presencia actual de Dios en un gesto por medio del cual Él nos da su propia vida.
A la luz de todo lo sucedido con el escándalo de la pedofilia, ¿cuál es en su opinión el sentido profundo, desde el punto de vista cristiano, de esta gran prueba que Dios ha enviado a su pueblo?
La pedofilia es un pecado mortal y es un acto criminal. Pero también es un drama que suscita en cada uno de nosotros la pregunta, única y radical, sobre cómo concebimos el sacerdocio. El sacerdote representa a Cristo como Buen Pastor, por eso es un escándalo que uno pueda vivir delante de Dios, como sacerdote, cometiendo actos tan horrendos. Por otro lado, también hay que decir que ha habido –y hay- una campaña de poder contra la Iglesia, un poder que sólo se interesa por estos fenómenos para atacar a la Iglesia. Podremos superar estos escándalos sólo en el seno de la Iglesia, que es y será siempre el Cuerpo de Cristo en la Tierra.
Publicado en Il Sussidiario
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