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El dolor que siembra la curación

José Luis Restán
22/03/2010 - Páginas Digital

Es un documento inédito en la historia de la Iglesia. El Papa se dirige a su pueblo a pecho descubierto, con el corazón sangrante y lágrimas en los ojos, sin retórica ni falsos recursos, con la única arma de la fe y la confianza en el Dios que ha prometido no abandonar a su Iglesia. Aquí está todo sin trampa ni cartón, ante Dios y ante los hombres: la horrible traición de algunos de sus hijos, un oscurecimiento en los corazones que ni siquiera siglos de persecución han conseguido y la vergüenza por la incapacidad de algunos pastores de la grey; pero también la luz que viene de siglos de tradición cristiana, la conciencia del bien que ha nacido de esa luz y que se ha difundido por el mundo a través de generaciones de familias, de monjes y misioneros. Padre y hermano, maestro de la fe apostólica y cristiano escandalizado y herido por estos terribles crímenes: así se ha presentado Benedicto XVI ante cada uno de los católicos de Irlanda

El Papa propone a todos el camino del dolor, del arrepentimiento y la penitencia. Palabras que los mercachifles de la postmodernidad pueden despreciar, pero que son una vía maestra en la historia de la Iglesia. El camino será largo, porque se trata de sanar los corazones y alumbrar las conciencias, y eso no se consigue sólo con decretos y medidas disciplinarias, aunque éstas sean necesarias. Se trata sobre todo de volver a beber de la fuente viva de la caridad en la verdad, que la Iglesia, a pesar de estar herida en su cuerpo, no deja nunca de atesorar.

La Carta señala algunos de los elementos que han dado lugar a la crisis actual. Una incapacidad de la guía de la Iglesia en Irlanda para afrontar el acelerado cambio social de las últimas décadas, la decadencia de la vida sacramental, la irrupción en ámbitos eclesiales de formas de pensamiento tomadas de la cultura ambiental sin la necesaria referencia al Evangelio, los procedimientos inadecuados para seleccionar a los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, su insuficiente formación espiritual y humana. También reconoce "una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar el escándalo" cuyo resultado fue la no aplicación de los mecanismos de sanción, y la desprotección de la dignidad de las personas. Todo esto necesita ser reconocido, juzgado a la luz de Cristo y saneado hasta la raíz, y para ello el Papa ordena con su plena autoridad una serie de medidas que ya se están poniendo en marcha en toda la isla. En concreto ha decidido una Visita apostólica a varias diócesis, seminarios y Congregaciones religiosas, así como una gran Misión a nivel nacional para los obispos, sacerdotes y religiosos, que les permita redescubrir las raíces de su vocación.

Pero quizás el timbre más agudo y conmovedor de esta carta se encuentra en el punto 6, en el que Benedicto XVI se dirige directamente a las víctimas de los abusos. "Habéis sufrido inmensamente y me apesadumbra tanto. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y violada vuestra dignidad... Sé que a algunos de vosotros les resulta difícil incluso entrar en una iglesia después de lo que ha sucedido...". No creo que ningún Papa haya hablado así en toda la historia. Reconoce que a las víctimas les será difícil perdonar y reconciliarse con la Iglesia, pero les implora que no pierdan la esperanza, que se confíen a Cristo, que aún lleva las heridas de su sufrimiento injusto. Les asegura que esta Iglesia renovada por la penitencia y la caridad sigue siendo su casa, el lugar donde podrán experimentar la curación interior y la paz, y les anuncia su disposición a encontrarse con ellas cara a cara, como ya hizo en Estados Unidos y Australia.
El tono de la Carta se vuelve duro hasta el extremo cuando se dirige a quienes han abusado de los niños: "Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros semejantes... Junto con el inmenso daño causado a las víctimas, un daño enorme se ha hecho a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa". Les reclama arrepentimiento, expiación, admisión abierta de sus culpas y sometimiento a las exigencias de la justicia, pero les invita a no desesperar de la misericordia de Dios.

También resuenan, paternales y severas a un tiempo, las palabras dirigidas a los obispos de Irlanda, algunos de los cuales han fracasado lamentablemente a la hora de afrontar esta crisis. Reconoce el Papa que era difícil comprender la magnitud y complejidad del problema y tomar las decisiones adecuadas, a la vista de los pareceres contradictorios de los expertos, pero aun así sostiene que "se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de dirección", lo que ha socavado gravemente la autoridad de los obispos. Es la hora de un profundo examen de conciencia, de una purificación y renovación personal imprescindibles. Les pide también pleno compromiso con las autoridades judiciales y con las normas establecidas por la Iglesia para la protección de la infancia. Nunca más la alza cultura de la ocultación y el silencio.

Las medidas establecidas para prevenir y castigar estos delitos son imprescindibles, pero el Papa advierte a los católicos de Irlanda que no bastarán para superar esta crisis. "Hace falta una nueva visión que inspire a la generación actual y a las futuras generaciones a atesorar el don de nuestra fe común... tenemos que encontrar nuevas modos para transmitir a los jóvenes la belleza y la riqueza de la amistad con Jesucristo en la comunión de su Iglesia". Éste es el programa que Benedicto XVI propone a toda la Iglesia que camina en Irlanda. La Carta concluye con una preciosa oración en la que el Papa Ratzinger habla como uno más de los católicos irlandeses: "Que nuestro dolor y nuestras lágrimas, nuestro sincero esfuerzo para enderezar los errores del pasado y nuestro firme propósito de enmienda, den una cosecha abundante de gracia".

Lección histórica de Benedicto XVI a trescientos sesenta grados. Para los cínicos y los hipócritas, que sólo pueden quedar desconcertados; para los arribistas que buscan desde dentro la deconstrucción del cuerpo eclesial; para los guardianes de un falso orden que aconsejaban no reconocer el daño y lavar la ropa sucia en casa. Pero sobre todo, una esperanza fiable para las víctimas y para cuantos desean humildemente sanar el cuerpo herido pero amado de la Iglesia.


RESUMEN DE LA CARTA PASTORAL DEL PAPA A LOS FIELES IRLANDESES

El Papa ha enviado una carta pastoral a todos los católicos de Irlanda para expresar su consternación ante los abusos sexuales de jóvenes por parte de representantes de la Iglesia y por la forma en que fueron afrontados por los obispos y superiores religiosos de Irlanda. Pide que la carta se lea con atención en su totalidad. El Santo Padre habla de su cercanía en la oración a toda la comunidad católica irlandesa en este momento doloroso y sugiere un camino de curación, renovación y reparación.

El Santo Padre pide a los fieles que se acuerden de la roca de la que fueron tallados (cf. Is 51, 1) y, en particular, de la válida contribución que los misioneros irlandeses aportaron a la civilización de Europa y a la propagación del cristianismo en todos los continentes. En los últimos años ha habido muchos desafíos a la fe en Irlanda, debido a un rápido cambio social y a una menor fidelidad a las tradicionales prácticas devotas y sacramentales. Este es el contexto en el que hay que comprender la forma con que la Iglesia ha afrontado el problema de los abusos sexuales de menores.

El problema es consecuencia de muchos factores: una formación moral y espiritual insuficiente en los seminarios y noviciados, una tendencia en la sociedad a privilegiar el clero y otras figuras de autoridad, una preocupación desmedida por el buen nombre de la Iglesia y para evitar escándalos han llevado a la falta de aplicación, cuando era necesario, de las penas canónicas existentes. Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron origen a la crisis es posible identificar con precisión sus causas y encontrar los remedios eficaces.

Durante su visita “ad limina” a Roma en 2006, el Papa exhortó a los obispos irlandeses a "establecer la verdad de lo sucedido en el pasado, a tomar todas las medidas necesarias para evitar que se repita otra vez, a garantizar que los principios de justicia son plenamente respetados y, sobre todo, a curar a las víctimas y a todos aquellos que están afectados por estos crímenes atroces”. A partir de entonces, el Papa se encontró con algunas víctimas en más de una ocasión, escuchó sus historias personales, rezó con ellos y por ellos, y está dispuesto a hacerlo de nuevo en el futuro. En febrero de 2010 llamó a los obispos irlandeses para que vinieran a Roma con el fin de examinar con ellos las medidas que estaban adoptando para solucionar el problema, con especial referencia a los procedimientos y protocolos actualmente en vigor dirigidos a garantizar la protección de los niños en los ambientes eclesiales y responder con prontitud y justamente a las denuncias de abusos. En esta carta pastoral, se dirige directamente a una serie de grupos dentro de la comunidad católica de Irlanda, a la luz de la situación que se ha creado.

Dirigiéndose en primer lugar a las víctimas de abusos, el Papa reconoce la terrible traición que han sufrido y les asegura que siente mucho lo que han tenido que soportar. Reconoce que en muchos casos nadie estaba dispuesto a escucharles cuando encontraron el coraje para contar lo que les había sucedido. Comprende cómo se debían sentir los que vivían en internados al no poder escapar de su sufrimiento. Si bien reconoce lo difícil que debe resultar para muchos de ellos perdonar o reconciliarse con la Iglesia, les exhorta a no perder la esperanza. Jesucristo, que fue víctima de sufrimientos injustos, comprende la profundidad de su dolor y la persistente secuela en sus vidas y sus relaciones. A pesar de todo, precisamente las heridas de Cristo, transformadas por su sufrimiento redentor, son los medios por los cuales se destruye el poder del mal y renacemos a la vida y a la esperanza. El Papa insta a las víctimas a buscar en la Iglesia la oportunidad de encontrar a Jesucristo y de hallar la curación y la reconciliación, redescubriendo el infinito amor de Cristo por cada uno de ellos.

En sus palabras a los sacerdotes y religiosos que han abusado de los jóvenes, el Papa recuerda que deben responder ante Dios y ante los tribunales legítimamente constituidos de las acciones pecaminosas y criminales que han cometido. Han traicionado una confianza sagrada y han provocado vergüenza y deshonra a sus hermanos. Se ha causado un gran daño no sólo a las víctimas, sino también a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa en Irlanda. Mientras les pide que se sometan a las exigencias de la justicia, les recuerda que no deben desesperar de la misericordia que Dios ofrece incluso a los pecadores más grandes, si se arrepienten de sus acciones, hacen penitencia y piden perdón humildemente.

El Papa anima a los padres a que perseveren en la difícil tarea de educar a los hijos a reconocer que son amados y apreciados y a desarrollar una sana autoestima. Los padres tienen la responsabilidad primordial de educar a las nuevas generaciones en los principios morales que son esenciales para una sociedad civil. El Papa invita a los niños y jóvenes a hallar en la Iglesia una oportunidad para un encuentro vivificante con Cristo, y a no desanimarse por las faltas de algunos sacerdotes y religiosos. Tiene confianza en la contribución de los jóvenes para la renovación de la Iglesia. Exhorta también a los sacerdotes y religiosos a no desanimarse, sino más bien a renovar su dedicación a los respectivos apostolados, trabajando en armonía con sus superiores. De esta manera aportarán nueva vida y dinamismo a la Iglesia en Irlanda a través de sus testimonios vivos de la obra redentora del Señor.

Dirigiéndose a los obispos de Irlanda, el Papa señala los graves errores de juicio y el fracaso de la acción de gobierno de muchos de ellos, porque no aplicaron correctamente los procedimientos canónicos en respuesta a las denuncias de abusos. Aunque a menudo resultara difícil saber cómo hacer frente a situaciones tan complejas, sin embargo hay que resaltar que se cometieron errores graves con la consiguiente pérdida de credibilidad. El Papa les anima a seguir luchando con determinación para poner remedio a los errores del pasado y evitar que se repitan, aplicando plenamente el derecho canónico y cooperando con las autoridades civiles en sus áreas de competencia. También pide a los obispos que se comprometan a ser santos, a dar ejemplo, estimulando a los sacerdotes y a los fieles a cumplir con su papel en la vida y en la misión de la Iglesia.

Por último, el Papa propone algunas medidas concretas para estimular la renovación espiritual de la Iglesia en Irlanda. Pide a todos que ofrezcan su penitencia de los viernes, durante un año, en reparación por los pecados de los abusos que se produjeron. Recomienda recurrir con frecuencia al sacramento de la reconciliación y a la práctica de la adoración eucarística. Anuncia su intención de que se realice una visita apostólica en algunas diócesis, congregaciones religiosas y seminarios, con la participación de la Curia Romana, y propone una misión nacional de los obispos, sacerdotes y religiosos en Irlanda. En este Año Sacerdotal, presenta a la figura de San Juan María Vianney como modelo e intercesor para un ministerio sacerdotal revitalizado en Irlanda. Después de agradecer a todos los que han trabajado duramente para afrontar con firmeza el problema, concluye proponiendo una oración por la Iglesia en Irlanda, para que la usen todos los fieles para invocar la gracia de la curación y de la renovación en este momento de dificultad.

Documento íntegro aquí

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