Benedicto XVI visitará España los días 6 y 7 de noviembre de 2010 con dos escalas en su viaje-relámpago: Barcelona, para consagrar el templo de la Sagrada Familia, la primera catedral del siglo XXI, y Santiago de Compostela, con motivo del Año Santo Jacobeo. Los dos motivos son suficientemente importantes como para que el Santo Padre, que ya estuvo en España en el segundo año de su pontificado para presidir en Valencia la Jornada Mundial de la Familia, y que ha elegido Madrid para celebrar el año que viene la Jornada Mundial de la Juventud, venga también este año a nuestras tierras, pueblos, y gentes de España, siempre necesitados de más comunión, más misión, más testimonio, más Iglesia de Cristo, y por tanto, siempre agradecidos a que el Sucesor de Pedro venga a alentarnos.
Santiago es España, pero también, sobre todo en un Año Santo, es Europa, y es toda la Cristiandad. Lo es porque la Tumba del Apóstol que llegó hasta el fin del mundo entonces conocido para predicar la Buena Noticia es el origen de la experiencia de la peregrinación cristiana, el signo por excelencia de la vida cristiana entendida como Camino, y la más preclara expresión de cómo a lo largo de la historia la fe en Cristo se ha hecho cultura, se ha hecho pueblo, y se ha hecho civilización.
Barcelona es mucha Barcelona para llevar 28 años sin que la visite un Sucesor de Pedro, desde aquella larga e intensa visita del Siervo de Dios Juan Pablo II en 1982. Sobre todo cuando a lo que viene el Santo Padre es a consagrar una joya única de la evangelización –porque la arquitectura cristiana es evangelización- como es Catedral de la Sagrada Familia, de un artista de Dios como es Antonio Gaudi, en proceso de beatificación.
Las palabras del Cardenal Sistach, arzobispo de Barcelona, de esta mañana, son suficientemente elocuentes de la alegría con la que todos hemos recibido esta noticia: “Debemos manifestar nuestro agradecimiento con nuestro afecto al Santo Padre, con nuestra oración constante por su ministerio de sucesor del apóstol Pedro al servicio de toda la Iglesia y con nuestra acogida filial, devota y entusiasta cuando venga a nuestra ciudad de Barcelona y esté entre nosotros. La visita del Santo Padre Benedicto XVI confirmará nuestra fe, fortalecerá nuestra esperanza e impulsará nuestra caridad. Será para nosotros un auténtico don de Dios. Su presencia y su magisterio nos enriquecerán en nuestra vida cristiana de fidelidad y amor a Dios y a la Iglesia”.
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