Tres grandes científicos se dieron cita en un salón abarrotado en el Meeting de Rímini: Andrea Moro, profesor de lingüística general en la Escuela Superior Universitaria IUSS de Pavía; Giorgio Vallortigara, profesor de neurociencias en el Centre for Mind/Brain Sciences de la Universidad de Trento y, como moderador, el astrofísico Marco Bersanelli. El tema, “La unicidad del lenguaje humano”, «un tema fascinante y muy profundo», anunció Bersanelli, antes de ilustrar el currículum de ambos ponentes, «que les sitúa en primera línea de la investigación y que abre numerosas preguntas: ¿el lenguaje humano es una suerte de variante entre los miles de lenguajes posibles, tiene que ver con el pensamiento y con nuestra capacidad para darle un sentido a las cosas?, ¿en qué punto estamos de la investigación científica al respecto?».
Moro comenzó deteniéndose en el significado de la palabra “herencia”: «Inesperada, gratuita e inmerecida, igual que nuestra vida». Subrayó que los seres humanos nacemos sin conocer la lengua y en el arco de unos años aprendemos al menos una. Somos capaces de combinar elementos finitos de un modo infinito. «La sintaxis», afirmó Moro, «es una capacidad exquisitamente humana». Y añadió, citando a Chomsky: «El hecho de que todos los niños normales adquieran gramáticas sustancialmente comparables, de gran complejidad y con gran rapidez, sugiere que los seres humanos están de algún modo proyectados de manera especial, con una capacidad misteriosa por naturaleza». Este carácter misterioso fue el corazón de la intervención de Moro, que documentó este concepto ilustrando una serie de experimentos, valorando que «la ausencia de ciertos tipos de reglas en las lenguas del mundo no puede ser un hecho totalmente convencional, cultural o arbitrario. Tiene que ver con la activación de distintas redes cerebrales que obviamente no pueden estar sujetas a convenciones». Además, cada uno de nosotros vive la experiencia de la libertad al hablar. Esta creatividad va más allá de nuestra comprensión. Moro citó en este punto el pasaje del Génesis donde Dios se pliega a la voluntad del hombre al dar nombre a las cosas creadas, para terminar así su intervención: «Dios se para a escuchar, en cierto modo nos dona así su dócil corazón».
Vallortigara, con interesantes imágenes de experimentos sobre el pensamiento de los animales y sus competencias visuales y espaciales, ofreció a la platea una reflexión sobre la relación entre pensamiento y lenguaje. Afirmó que «los animales son capaces de pensar incluso en ausencia de lenguaje, porque desarrollan especializaciones adaptativas» y «el desarrollo de capacidades del sistema simbólico sustrae energía progresivamente a otras funciones, por ejemplo visuo-espaciales». Tras profundizar y valorar su tesis con ejemplos y estudios acreditados, Vallortigara concluyó su excursus proponiendo a la platea esta idea: «La diferencia entre el uso o no del lenguaje es social. Con el lenguaje se puede externalizar y comunicar a otros lo que vives o has entendido de la realidad. La mecánica, las inferencias, la computación son compartidas en todas las especies, pero lo que es diferente en la especie humana no está dentro del cráneo sino fuera, nos viene dado en términos de descubrimientos, relaciones sociales y experiencias, y todo eso hace que un niño que nace hoy sea más inteligente que un niño de hace cien años». Heredar lo que está fuera es lo que marca la diferencia.
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