Tres madres árabes musulmanas rezan a María, la madre de Jesús. La llaman Maryam, el nombre que utiliza la sura 19 del Corán. La primera pide venganza para una amiga, que ha sido violada y vendida. La segunda es hermana de un chico que se ha hecho estallar en un atentado terrorista. La última llora la muerte de un niño de doce años en el mar, en una travesía hacia Europa.
Este es el desgarrador argumento de Maryam, un texto de Luca Doninelli que se acaba de estrenar en el teatro Elfo Puccini de Milán. Lo han llevado a escena Marco Martinelli y Ermanna Montanari de la compañía Teatro del Alba de Rávena. Montanari presta su voz a los cuatro personajes. Sí, cuatro, porque a las tres laicas le sigue la respuesta de María.
«Todo surgió cuando Luca me pidió si podía escribir para mí un texto sobre María. Hace diez años llevamos a escena su novela La mano y desde entonces nos hemos confrontado muchas veces con él. Yo acepté su propuesta, de hecho me sentía muy honrada. Luego, trabajando en el proyecto, nos contó a Marco y a mí algo que había visto durante un viaje a Tierra Santa. Aquello fue un punto de inflexión».
¿Qué es lo que vio?
Nos contó que en la Basílica de la Anunciación en Nazaret había varias mujeres musulmanas rezando. Nos dijo que él se las imaginaba pidiendo venganza por sus hijos muertos en atentados y travesías por el mar. Nos dieron escalofríos. Se nos hizo evidente que ser madres era lo que unía a María con aquellas mujeres, y esa relación podía ser la forma de abordar las grandes cuestiones de nuestra época. Nos daba la posibilidad de captar un punto capaz de generar dentro de un mundo atenazado por la muerte. Así que están estas tres voces, que nosotros llamamos desde el principio "oraciones", porque eso es lo que son. Y luego están las palabras que Maryam dirige a estas mujeres.
¿Qué les responde?
Se trata de una no respuesta, que es la mayor de las respuestas, porque nos abre al misterio de lo que somos. Al misterio que es este mundo, el misterio del abrazo y del amor. Doninelli hace decir a Maryam: «La omnipotencia del amor, que es también la impotencia del amor...». María dice que Dios conoce desde el primer instante de la creación el llanto de todas las madres, y que por tanto esas lágrimas, antes incluso que de estas mujeres, son también Suyas. Este mundo de amor se llena de lágrimas. Son palabras de una potencia increíble.
¿Qué significa para usted pronunciarlas?
Para mí todas las noches es como hacer una larga y gran oración.
¿Qué efecto han tenido en usted esas palabras?
Me aterrorizaba este texto. Hasta tal punto de caer enferma. Tuve que preparar el espectáculo en la cama. Tenía tanta fiebre que me afectó tanto física como psíquicamente. Así que ha sido un trabajo literalmente febril. Cada vez que salgo a escena siento el terror y el abismo. Y al acabar, una liberación. Hay algo muy magmático, como si lo que estuviera en juego fuera algo que está al margen del espectáculo, aunque me cuesta llamarlo "espectáculo". Es un viaje por los meandros de la vida donde cada uno reza como puede. La primera mujer habla con una voz muy desagradable, pero a veces también se reza así.
¿En qué sentido?
Muchas veces, en medio de la desesperación, uno acude a ese lugar que te llama. Las iglesias están llenas de energía. En las iglesias medievales hay capiteles que representan animales monstruosos. Esos monstruos somos nosotros, son nuestros monstruos. El infierno está dentro del lugar de la alegría. Por eso muchas veces, cuando estamos desesperados, vamos a este lugar glorioso a llevar nuestro infierno. Para mí es lo mismo. Mi monstruosidad en cierto modo se aplaca representando Maryam.
Pero la idea de la oración-invectiva de estas mujeres, así planteada, parece un contrasentido, ¿no?
No hay un único modo de rezar. Insisto en que cada uno lo hace como puede. Cuando uno va a la iglesia, o a la mezquita... se puede hasta llegar a pedir venganza. El interlocutor sigue siendo en este caso María. Te diriges a esa figura que está allí: advocata nostra. La potencia está ahí, en el amor que ella da. No siempre hay una oración de gloria. Y esa manera de rezar es lo que muestra Doninelli. Una forma donde la gente se hace estallar, donde el terror es enorme, con travesías continuas por el mar. Desde Estados Unidos hasta lugares que no salen en los medios. Es una necesidad apremiante que nace del horror, donde la verdadera necesidad es la de recibir palabras que te abracen, que te muestren el misterio que somos, que somos lo uno y lo otro, víctimas y verdugos al mismo tiempo.
¿Cómo han decidido la puesta en escena?
El escenario está cubierto por un velo que al final se vuelve azul: el color de Maryam. No hay nada más. El espacio es únicamente luz y sonido. Yo recito detrás del velo, pero no llevo el velo porque yo no soy musulmana, yo hago mías las oraciones de estas mujeres en mi vida cotidiana. Entre el público y yo hay esta especie de diafragma, donde aparecen las palabras traducidas al árabe, haciendo así visible la lengua del Corán.
¿Por qué esta traducción al árabe?
Queremos que los musulmanes puedan leer estas palabras en su lengua. La primera parte incluso está subtitulada. Luego, al final solo aparecen las palabras árabes de "amor" y "misericordia". En otros momentos se proyectan imágenes del campo de refugiados de Yarmouk, donde vive una de las mujeres, que es palestina. También utilizamos la imagen de una mujer musulmana a la que Marco y yo conocimos en el supermercado. Su mirada nos enamoró y le pedimos permiso para grabarla y proyectar su imagen en el espectáculo.
Antes de estrenar en Milán, han actuado ya en Nápoles y Bari, ¿cómo ha sido la reacción del público?
La gente sale conmovida, sobre todo en Nápoles, donde hay una gran devoción a María.
¿Y los musulmanes?
Hemos colaborado con un cantante musulmán que se sentía muy identificado con la puesta en escena. Una noche vino un arabista que definió el espectáculo como «una danza sufí». Efectivamente, lo que se representa es una espiral. No hay uno que pregunta y otro responde. No hay tesis, antítesis y síntesis. Me gustó mucho esa expresión, creo que es la esencia de este trabajo: los danzantes sufís son los místicos del islam. También nos ha ayudado Luisa Orelli, una estudiosa de la cultura árabe, que nos indicó algunas lecturas. La traducción al árabe la ha hecho un poeta musulmán, Tahar Lamri, que vive en Rávena. Él nos confirmó que el modo en que se relatan las historias de estas mujeres es verosímil.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón